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Izquierda Socialista de Valladolid en la defensa de los Servicios Públicos

OPINIONES

La apuesta constituyente

"Se impone acometer un proceso constituyente como propuesta a la sociedad española, atendiendo, entre otras, a las demandas de Cataluña en cuanto a su reconocimiento como nación, para lograr un renovado pacto constitucional", afirma el autor

A finales del siglo XVIII, al hilo de la Revolución Francesa, se hicieron notar quienes, sabiendo que el Ancien Régime había llegado al punto de ser insostenible y que se había agotado el tiempo para los cambios en su propio marco, se resistían, no obstante, a sumarse de lleno al proceso revolucionario. Robespierre lanzó sus dardos dialécticos contra ellos, echándoles en cara que querían "revolución sin revolución". Salvando las distancias de todo tipo que nos separan de aquellos acontecimientos, nos encontramos actualmente en España con una situación algo parecida. Estamos ante una grave crisis institucional del Estado y el agotamiento del desarrollo autonómico del mismo, todo lo cual reclama reformas tan en profundidad que de suyo hay que hablar de la necesidad de un proceso constituyente. Sin embargo, de manera análoga a la crítica que hacía Robespierre a los espíritus timoratos que, viendo la necesidad de cambios revolucionarios, no los apoyaban en serio, ahora cabe hacer una crítica consistente a quienes entre nosotros quieren, en lo que se refiere a la Constitución, reforma sin reforma.

 

Vaya por delante que previamente la crítica ha de ser especialmente contundente respecto a los que no quieren reforma alguna, ni siquiera del Senado para que sea verdadera cámara territorial. El Partido Popular, encarnación mayoritaria de la derecha españolista, se niega a ello. Con miopía política gravemente culpable se niega a ver la imperiosa necesidad de acometer cambios en nuestra carta magna, si queremos que siga siendo válida, es decir, suficientemente legitimada para su función como norma fundamental del Estado. Incluso ante unas circunstancias tan tensas como las que se están dando en vísperas de las próximas elecciones para el parlamento de Cataluña, cuando se ve venir que la candidatura Junts pel Sí, conformada por Convergència y ERC y que promueve su independencia, puede tener amplio respaldo –mayoritario, aunque no sea con mayoría absoluta–, al gobierno del PP no se le ocurre otra cosa que la argucia de una proposición de ley, a tramitar por procedimiento de urgencia en el Congreso, sobre sanciones por incumplimiento de sentencias del Tribunal Constitucional, diseñada ad hoc para lo que pueda ocurrir tras dichas elecciones. Tal proposición constituye en sí misma, más allá de su formalismo, todo un proceder contra la Constitución que se dice defender. Es por ello que una autoridad tan reconocida como la de Francisco Rubio Llorente, que fue presidente de dicho tribunal, haya declarado que es día de luto el de la presentación –marcadamente electoralista– de una reforma como la que propone el PP, la cual "aplastará la Constitución".

 

Pero si analizamos las propuestas de reforma que por otros latitudes del espectro político nos encontramos, podremos apreciar que no se presentan con la suficiente solidez y la necesaria credibilidad. Si nos detenemos en el discurso de la candidatura de Catalunya Sí que es pot, la presencia de Podemos en ella junto a ICV y Equo lleva a que insista en el derecho a decidir y en el reconocimiento de la plurinacionalidad del Estado, pero sin que se perfile con nitidez una propuesta federalista. En el caso de los socialistas, se habla de federalismo abiertamente, pero sin que se concrete suficientemente de qué federalismo se trata, eludiendo insistir en que debiera ser un federalismo plurinacional, a la vez que renunciando a defender el derecho a decidir en una consulta legal –lo cual es giro notabilísimo respecto a lo que el PSC propugnó en las anteriores elecciones y a lo largo de la legislatura, sin explicaciones claras sobre su porqué, habida cuenta de que no se trataba de una propuesta frívola–.

 

Estando así las cosas, todo da la impresión de que los diferentes actores políticos velan sus armas democráticas más mirando de reojo las de sus rivales que poniendo verdaderamente a punto las propias. Eso vale incluso para la propuesta de secesión como elemento fundamental de Junts pel sí, con su explícita posición plebiscitaria, pues su misma propuesta estaría más reforzada si no hubiera dejado tantos cabos sueltos por el lado de la legalidad de los pasos que hipotéticamente se prevén para la independencia de Cataluña. No obstante, guste o no guste, la ventaja de esa candidatura es que ofrece un proyecto que concita la adhesión de amplios sectores de la ciudadanía, y no dejará de hacerlo por el hecho de que se diga que moviliza factores más emocionales que racionales o señalando meramente los obstáculos que dicha propuesta tendrá que afrontar si  fuera el caso que ganara, como si con esa variante de refinada política del miedo se frenara un impulso político de raíces identitarias. Tal es el error de la tan comentada carta de Felipe González  A los catalanes, aparte de odiosas comparaciones del nacionalismo catalán con el nazismo o con el fascismo del siglo pasado.

 

En el campo socialista se refiere,  la Declaración de Granada, que continúa en la órbita de reforma del Estado autonómico en una dirección federalizante, no llega a ofrecer la suficiente coherencia a las respectivas posiciones de PSOE y PSC entre sí. Por eso asoman a cada paso diferencias llamativas, cuando no contradicciones. En definitiva todo estriba en no asumir con todas sus consecuencias lo que reclama la diversidad nacional que se da en el Estado español, para desde ahí diseñar una propuesta coherente de federalismo pluralista –al modo como lo proponía, por ejemplo, Miquel Caminal–. Hay voces muy cualificadas que apuntan en esa dirección incluso desde el seno de la "comisión de expertos" nombrada por la dirección del PSOE para elaborar propuestas programáticas, pero desde ellas no se deja de expresar –como ha hecho el profesor Xavier Arbós– la duda respecto a que una propuesta federalista así pueda abrirse camino. Si eso no lo impiden los argumentos que apoyan el federalismo pluralista, que no tienen nada de débiles, sino las tensiones no resueltas dentro del socialismo español, es que en éste no se ha cobrado plena conciencia del reto que afronta el Estado.

 

La crisis de legitimidad que se cierne sobre el Estado, que puede verse acentuada tras las ya citadas elecciones catalanas, es de tal calibre que bien debería tenerse en cuenta el dicho castellano de "a grandes males, grandes remedios". Remedio a la altura de las circunstancias es ese federalismo del que hablamos, respecto al cual sería óptimo que se asumiera sin temores, aunque conscientes de la complejidad que implica, para de verdad querer "reforma con reforma en serio". El momento actual,  como señalaba ya hace tiempo (noviembre de 2014) el constitucionalista Pérez Royo, es constituyente por las mismas cuestiones que la democracia española ha de resolver, lo cual él mismo lo explicitaba más en cuanto a su contenido subrayando que en los momentos constituyentes no basta una mera reforma constitucional, sino que se impone acometer un proceso constituyente. Sin miedo y sin necesariamente pensar que eso supone partir de cero. No; supone una apuesta constituyente como propuesta a la sociedad española, atendiendo, entre otras, a las demandas de Cataluña en cuanto a su reconocimiento como nación, para lograr un renovado pacto constitucional. Si PSOE y PSC apostaran claramente por ello nadie diría que no hay convincente proyecto alternativo.

eldiario.es

 

A ritmo electoral

Todas las fuerzas políticas parecen estar más preocupadas en arañar papeletas que en pelear por un auténtico cambio social.

31/08/2015

 

España –al igual que otros países del mundo- está sufriendo una revolución política y social durante los últimos años. Como suele decirse vivimos un presente en el que lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de nacer. Se necesitan cambios y el clima es propicio para generar confusión; y no es de extrañar que ésta esté mareando a la ciudadanía.

 

Después de treinta años de democracia parece que, de golpe, descubrimos que nos han estado robando desde el principio. Despertamos, según dicen algunos, y al abrir los ojos ya no nos fiamos de nadie. Y de alguna manera todos nos hacemos la misma pregunta: “¿Esto estaba así desde el inicio y yo no me daba cuenta o es que ahora se ha hecho tan insostenible el abuso que resulta evidente que hemos estado gobernados por auténticos caraduras?”

 

Es cierto que las noticias nos bombardean cada día con casos de corrupción obscena, con barbaridades permitidas por el poder judicial (presuntamente), cooperación del ejecutivo (presuntamente) y falta de operatividad del legislativo. Pero no es menos cierto que este compadreo viene dándose durante mucho tiempo, demasiado tiempo. Puede que el teatro de la crisis, esa burda excusa que han urdido los de siempre para que los de siempre paguemos sus derroches, haya sido la gota que haya colmado el vaso. Puede. Pero en cualquiera de los casos lo que se manifiesta de manera flagrante es el hastío de una ciudadanía que ya no confía en nadie, que no cree en la política como herramienta que solucione sus problemas, sino más bien como todo lo contrario (la causa principal de los mismos).

 

Y mientras los que han robado a sobres llenos siguen manejando a su antojo a los medios de comunicación (presuntamente), a los jueces (presuntamente), a las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado (presuntamente) algunos han aparecido disfrazados de superhéroes para limpiar toda esta podredumbre y “darle al pueblo lo que se merece”.

 

Poco han tardado también los “vengadores” en cansar a buena parte del pueblo. Mensajes manidos que han resultado servir para un roto y para un descosido, y que la hora de la verdad –cuando tenían que poner toda la carne en el asador- han tendido puentes con aquéllos a los que criticaban (siendo este su mensaje estrella para ganar la confianza de los votantes). De este modo han comenzado ya a desinflar el soufflé que parecía ser la solución de todos nuestros males.

 

Estamos gobernados por un Partido Popular que solamente cree en la democracia para situar a sus peones, bajo una mentalidad neo-franquista, esquilmando los bienes públicos para llenar los bolsillos de sus cuatro amiguetes. Un gobierno que, a pesar de dejar agujeros de deuda en cada lugar donde ha tocado poder, sigue siendo el más votado para sorpresa de la gente decente.

 

Tenemos una oposición liderada por un Partido Socialista Obrero Español que nada tiene de Socialista ni de Obrero, y a juzgar por los dictados que le marcan desde Alemania en la cuna de la gran coalición, tampoco sabemos ya si es Español del todo. Un PSOE ensimismado, ahogado por sus guerras internas, liderado por un equipo carente de contenido ideológico digno de la izquierda, que hace aguas en cada cuestión que se plantea en nuestro país. Sin alternativa, sin fuerza, sin respuesta y sobre todo, sin credibilidad. Perdiendo votos al mismo ritmo que militantes. Sordo y ciego ante las necesidades de millones de ciudadanos que desearían votarle pero que puede que no lo vuelvan a hacer jamás.

 

A lo lejos una Izquierda Unida agonizante; vilipendiada por sus propias filas y rematada por la llegada de Podemos. Una opción que ya no se espera, y de la que sus propios candidatos parecen renegar intentando mezclarse en confluencias que huyen de la palabra izquierda, asumiendo así las profecías del Pablo Iglesias del siglo XXI.

 

Emergentes candidaturas ciudadanas, que huyen por todos los medios de hacer política fundamentada en ideología. Movimientos que dicen ser “de la gente y para la gente”. Pero vaya usted a saber de qué gente hablan. Se pierden en genéricos y parecen hacer suyo el sentido común, el buen hacer, la política con sentido de la responsabilidad. Sin orden ni concierto tienen muchas probabilidades de estar en la cuenta atrás de las batallas fratricidas que un hilo conductor pudiera evitar. Y es que, en definitiva, “la gente” puede ser de mente abierta o cerrada, progresista o conservadora, egoísta o altruista, honrada o ladrona, valiente o cobarde… sin que “la gente” por sí misma sirva para darle la vuelta a este país como a un calcetín, que es lo que nos hace falta. Y para eso, nada puede hacerse sin una hoja de ruta clara, sin una organización fuerte y sin un compromiso colectivo que vaya más allá de los intereses individuales.

 

Los recién llegados, los que se arrogan haber despertado a este país, haber bebido de las esencias del 15M y ser el cambio verdadero, Podemos, parecen estar vislumbrando el panorama después de la fiesta inaugural. Su llegada, aplaudida a bombo y platillo, con todos los focos de televisión, las rotativas echando humo y las redes sociales haciéndoles la ola, se ve ahora cada día más obstaculizada por la terca realidad. La arrogancia de querer asaltar los cielos puede traer consigo, un año después, morder el polvo a los pies de los de siempre: los que se comportan como una banda de ladrones y quienes compadrean con ellos para turnarse en esta fiesta. La falta de humildad, el descaro para denunciar las injusticias combinado con la cobardía de alternativas defendidas con claridad, puede hacer que la formación morada se convierta en la comparsa –junto a la versión de derechas llamada Ciudadanos- del gran banquete del bipartidismo.

 

Las próximas elecciones nacionales pondrán un menú sobre la mesa que levantará las faldas de los actores políticos de nuestro país. Según señalan las encuestas más recientes, ni el PP ni el PSOE podrán gobernar pactando con las comparsas y éstas últimas, deseadas por la ciudadanía como agua de mayo, puede que tengan un papel de simple legitimador de lo que han venido a desterrar, como ya ocurriera en las pasadas autonómicas y locales.

 

Ante este panorama, no es de extrañar que la ciudadanía hastiada y asqueada vuelva a sentir que no tiene a quién entregar su voto de confianza, pues todas las fuerzas políticas parecen estar más preocupadas en arañar papeletas que en pelear por un auténtico cambio social. Es lo que tiene hacer política a ritmo electoral.

 

Beatriz Talegón, exmilitante del PSOE, es presidenta de Foro Ético y miembro de Somos Izquierda

La alemanización de la Unión Europea, incluyendo Grecia

Vicenç Navarro


Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y ex Catedrático de Economía. Universidad de Barcelona

 


En el discurso que dio el entonces Ministro de Finanzas griego el 15 de julio, el Sr. Yanis Varoufakis, se refirió a las reformas impuestas a Grecia por el Eurogrupo (en el que el Ministro de Finanzas alemán, el Sr. Wolfgang Schäuble, era una figura dominante en tal grupo) como comparables a lo que “ocurrió en Versalles”, cuando los vencedores de la I Guerra Mundial impusieron a Alemania unas medidas de tal dureza que fueron la causa, más tarde, de la aparición de la II Guerra Mundial. Tales medidas eran, ni más ni menos, los pagos que los Aliados exigían a Alemania como reparaciones por los daños creados por ésta a los vencedores durante el conflicto militar. La severidad de tales medidas, claramente sancionadoras impuestas por los vencedores a los vencidos, era la imagen a la que Varoufakis hacía referencia en su discurso, referencia que no pasó desapercibida a nivel internacional.

 

El sr. Varoufakis estaba así denunciando la victimización de Grecia por parte de los estados europeos, liderados por el estado alemán que, debido a su historia, tenía que haber sido especialmente sensible a no reproducir lo que los vencedores impusieron a su propio país a principios del siglo XX. La insensibilidad de este estado y de su gobierno ha sido abrumadora. En los años 50 del siglo XX se perdonó al estado alemán más de la mitad de la deuda pública que tal estado debía a los vencedores de la II Guerra Mundial (incluso a Grecia). Y a pesar de haber sido el máximo beneficiario de las políticas de reestructuración de la deuda pública que hayan existido en Europa, el estado alemán ha sido el que más se ha opuesto a reestructurar la deuda griega. Como dijo el alcalde (del partido conservador) de Londres, el sr. Boris Johnson, “el hombre con la pistola en la sien de Grecia es el Ministro de Finanzas alemán, el sr. Wolfgang Schäuble,… pues son los alemanes los que dirigen la campaña de dominar a Grecia”. Fue precisamente un conocido sociólogo alemán, Ulrich Beck, quien predijo que “era intención de la Canciller Merkel el alemanizar Europa, y que lo estaba consiguiendo”. Hoy, el estado alemán está consiguiendo lo que ni el Káiser ni Hitler pudieron hacer: es decir, el dominio de Europa.

 

El valor de las analogías históricas

Se dirá que las analogías históricas son intrínsecamente limitadas pues la historia nunca se repite por mucho que los parecidos entre dos momentos históricos sean muy notables. Así, se argumentará que este dominio alemán sobre el resto de Europa no se ha conseguido militarmente, y que los estados dominados han aceptado tal relación de dominación (se presenta como “liderazgo”) voluntariamente, deseando su pertenencia a tal Eurozona (donde se produce el dominio alemán), aprobada por las poblaciones de tales estados. El pueblo griego, por ejemplo, desea continuar perteneciendo al Eurogrupo. No es pues una situación alcanzada por la fuerza y/o por medidas militares, sino voluntariamente.

 

Ni qué decir tiene que estos argumentos que cuestionan tales analogías históricas tienen un elemento de verdad. Después de todo, aquellos que vivieron la ocupación nazi de sus territorios (como lo conoció el pueblo griego) saben que lo que ocurre ahora no es lo mismo que lo que ocurrió entonces. Ahora bien, que tengan un elemento de verdad no quiere decir, sin embargo, que tengan toda la verdad. Porque el dominio y la brutalidad con la que fue dominada Europa entonces, y lo es ahora, varía en su forma pero no en su contenido e intento. En ambos casos hubo un dominio brutal, que se ha expresado en la destrucción de un 25% en el PIB de Grecia, con consecuencias humanas duraderas y un sufrimiento enorme. Y esta es la realidad que debe denunciarse y movilizarse para poner fin a tanta crueldad y tanto dolor en aras de una dominación aceptada voluntariamente para ahora conseguir un futuro que nunca llegó ni nunca llegará.

 

Y, una vez más, este enorme poderío y dominio alemán fue promovido y amparado por los otros estados europeos y por el estado estadounidense en su intento, esta vez, de parar a la Unión Soviética, una de las causas del apoyo al establecimiento de la Unión Europea y de la Eurozona. Y este dominio tuvo y tiene unas consecuencias enormemente negativas para la periferia de la Eurozona, incluido España, Grecia, Portugal e Italia.

 

¿Cómo se perpetúa el dominio alemán?

La Eurozona no se puede entender como una suma de países, pues cada país tiene clases sociales que pueden o no compartir los mismos intereses. Alemania, por ejemplo, tiene clases sociales que, aun cuando comparten algunos intereses económicos, otros no los comparten. Y uno de ellos – en el que tales intereses no coinciden – es en el modelo económico de desarrollo dominante, cristalizado en las reformas Schröder-Merkel. Tal modelo económico está basado en la importancia que las exportaciones tienen en el desempeño económico del país. Es, en realidad, el modelo liberal por excelencia, pues su éxito depende de pagar a su clase trabajadora muy por debajo del nivel de su productividad. Esta circunstancia hace muy difícil a los países periféricos (a pesar de tener salarios más bajos que los alemanes) poder competir con las exportaciones alemanas.

 

El gran éxito de las exportaciones alemanas hace que el balance comercial (la diferencia entre exportaciones e importaciones) sea equivalente a un 8% del PIB alemán, que es una cifra elevadísima, muy por encima de lo que la Eurozona considera aceptable. Alemania exporta mucho más de lo que importa. Y ello se debe en parte a la limitada capacidad adquisitiva de la clase trabajadora alemana como consecuencia de sus salarios limitados. En realidad, Oskar Lafontaine, que fue Ministro de Finanzas del Gobierno Schröder, había propuesto que el motor de la economía fuera la demanda doméstica basada en un aumento de los salarios y del gasto público, medidas que, al no ser aprobadas por el canciller Schröder, determinaron su salida del gobierno y del partido socialdemócrata, estableciendo más tarde el partido “Die Linke” (Las Izquierdas), siendo hoy uno de los economistas más lúcidos de la Eurozona.

 

¿Qué ha hecho Alemania en tantos años?

Una cosa que no se ha hecho es lo que deseaba Oskar Lafontaine: aumentar los salarios, con lo cual se hubiera estimulado también la economía alemana y la europea. Lo que el establishment alemán hizo fue exportar los euros acumulados por las exportaciones, prestando a los países periféricos, siendo ésta la causa del crecimiento de la deuda privada y pública en estos países. Tras la burbuja inmobiliaria en España estaban los préstamos de la banca alemana a la española, y detrás de la enorme deuda pública griega estaban los préstamos de la banca alemana a los bancos y al estado griegos.

 

Y cuando los bancos españoles y griegos no pudieron devolver el dinero a los bancos alemanes, el estado alemán prestó dinero a los estados español y griego para que se los prestaran a sus bancos y así éstos pagaran su deuda a los bancos alemanes. Antepusieron así los intereses de sus bancos a todo lo demás.

 

Y para conseguir el dinero que se debía a sus bancos, el estado alemán ha sido capaz de llegar a unos niveles de dureza y brutalidad que incluso sorprendieron a autoridades monetarias del Estado Federal de EE. UU. En las recientes memorias del que fuera equivalente a Ministro de Finanzas del Gobierno Obama, el sr. Timothy F. Geithner, escribe que, en una conversación con el ministro alemán, le sorprendió la dureza que Alemania estaba dispuesta a utilizar frente al gobierno griego (anterior al de Syriza) en caso de que no siguieran las normas que el estado alemán proponía para conseguir el pago de su deuda. Y lo que es más preocupante es el apoyo del Partido Socialdemócrata alemán a las reformas Schröder-Merkel y a las medidas propuestas por la Canciller Merkel como condición del tercer rescate, que significan la continuación de tanto dolor.

 

Una de ellas es la imposición de las propuestas realizadas por el estado alemán (y aprobadas por las instituciones europeas) de que se establezca un fondo de privatizaciones, gestionado por las autoridades europeas, que fuercen al estado griego a privatizar la propiedad pública de tal estado, a fin de recoger 50.000 millones de euros. Una de las primeras privatizaciones ha sido la de los aeropuertos más rentables en las zonas turísticas griegas (a unos precios irrisorios), vendiéndose a una empresa alemana Fraport para su gestión. Esta compañía alemana gestiona varios aeropuertos en aquel país, incluyendo el de Frankfurt. Dígase como se diga, es un pillaje de los recursos públicos griegos hecho bajo la supervisión de las autoridades europeas (en las cuales la influencia del estado alemán es mayor), pillaje que se realiza bajo la amenaza (y que ya se realizó una vez) que el Banco Central Europeo no proveerá dinero ni a los bancos ni al estado griego en caso de que se desobedezca. Hoy lo que estamos viendo en Grecia es la III Guerra Mundial, guerra que está ocurriendo sin disparar un tiro y sin soldados, realizada por individuos con corbata y con una sonrisa en sus labios, prototipo de la burocracia europea y de los establishments financieros, económicos, políticos y mediáticos europeos que están, a la vez que supervisando las privatizaciones, imponiendo unos recortes de las pensiones, el 40% de las cuales no llega al umbral de pobreza en aquel país. En un lenguaje bélico, esta situación se definiría como “la ocupación de Grecia por el estado alemán”. En el lenguaje mediático tales términos no se utilizan por considerarse provocadores, ignorando con ello que no es la narrativa sino la realidad que aquella esconde la que debe denunciarse por haber convertido “el sueño europeo” en una mayor pesadilla para los pueblos tanto de la periferia como del centro de Europa.

publico.es

Aquí nadie es radical

Quien más y quien menos llama radical al adversario, pero todos parecen rechazar ese epíteto. La verdad es que se ha recurrido a él cuando la palabra "populismo" ha sufrido tal desgaste en poco tiempo que deja de servir como término para la estigmatización política del adversario, apunta José Antonio Pérez Tapias.

¡Qué más quisiera que tuviéramos radicales entre nosotros! El problema es que casi todo el mundo se queda a medias. Por eso, cuando hablan de que unos u otros son radicales, no puedo por menos que sentir lo mal que se utiliza esa palabra -otra sometida a usos que la prostituyen- y, a la vez, acordarme siempre de aquella declaración de Marx en su Introducción a la crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel: "ser radical es atacar el problema por la raíz. Y la raíz para el hombre es el hombre mismo". ¡Vayamos, pues, a la raíz de los problemas en lugar de andar tanto por las ramas! Por columpiarnos, el batacazo puede ser enorme.

 

La situación que encontramos al hilo de las descalificaciones cruzadas que muchos protagonistas políticos se hacen utilizando la palabra "radical" es, a poco que se piense, sorprendente. Quien más y quien menos llama radical al adversario, pero todos parecen rechazar ese epíteto. La verdad es que se ha recurrido a él cuando la palabra "populismo" ha sufrido tal desgaste en poco tiempo que deja de servir como término para la estigmatización política del adversario. No sólo le ha afectado el mucho circular de boca en boca hasta perder los contornos semánticos que permitían jugar con su significado; además de verse como moneda con difuso relieve, resulta que los que se acusaban de ser populistas no pueden negar que, efectivamente y cada cual a su manera, lo sean. Así, el temor a verse descritos por un término que, lanzado como arma arrojadiza, vuelve sobre cada cual como bumerán insoslayable, ha hecho que pierda eficacia en la diatriba entre dirigentes políticos o en las intervenciones de tertulianos mediáticos. Es por eso que se empezó a echar mano de la palabra "radical", con amplia tradición de concepto multiuso, para seguir con la ronda de las descalificaciones. Para ello se parte del supuesto de que en verdad todo el mundo descodifica los mensajes entendiendo radical como sinónimo de extremista.

 

Desde el PP se acusa al PSOE de radical echándole en cara que se ponga en manos de los extremistas de Podemos, con lo que comparte su condición; y, de manera inversa, desde el campo socialista se tacha al PP de radical de derechas, puesto que alberga además en su seno a verdaderos extremismos que van desde las nostalgias franquistas a los prejuicios xenófobos. Extremistas, pues, pero lo cierto es que nadie es radical en el genuino sentido de la palabra. De suyo, el líder del partido Ciudadanos se presenta desvelando con desparpajo los trucos del juego, diciendo que ocupa el indiscutible centro entre el extremo del Partido Popular, por un lado, y el extremo del Partido Socialista, por otro. Lo que revela la posición de Ciudadanos, objeto del deseo de los otros ya mencionados en cuanto a pactar con él, es que esa retórica de quienes se descalifican recíprocamente como radicales para decirse extremistas lleva consigo la pretensión de situarse en la mitificada centralidad. Ésta, en el caso de otros partidos de aparición reciente, como Podemos, tiene su equivalente funcional en la transversalidad, predicada de aquéllos que se ven políticamente ubicados en posiciones alejadas del centro. No obstante, tampoco dicha transversalidad, esgrimida para neutralizar la fácil etiqueta de extremistas que en su caso reciben, es asimilable a radicalidad.

 

Si aquí, en verdad, no hay radicales, y debiera haberlos, ¿por dónde tendría que ir ese radicalismo en cada caso para que la política española no fuera un pantanal de medianías y mediocridades? Puestos a imaginar, se puede hacer pensando lo que sería un PP siendo radical a la hora de combatir la corrupción, esa que tanto le corroe internamente y que no ha sido capaz de afrontar de lleno, sino siempre, a lo sumo, poniéndose de perfil. Igualmente, yendo a otro campo sensible, cabe especular con lo que sería un PP trabajando de verdad por esa unidad de España que con tanto ahínco dice defender. Si así fuera, en vez de quedarse siempre en el populismo de su nacionalismo españolista, estaría abriéndose a una reforma constitucional en serio para reganar la unidad del Estado con un planteamiento federalista. Pero parece que no, que tras mucha verborrea patriotera no hay voluntad de atacar de raíz la crisis institucional del Estado.

 

Deteniéndonos en las conocidas zonas tibias del PSOE, ¡cuánta radicalidad echamos en falta! En la misma propuesta federalista de la que hace gala, ¿por qué el Partido Socialista no asume hasta el fondo la solución federal que necesita un Estado con las insoslayables realidades nacionales -en plural- que se dan en su seno? ¿Por qué los socialistas de Cataluña, en vez de convencer a los del resto de España de la conveniencia de una consulta legal para el ejercicio del derecho a decidir, cuya defensa no fue una frivolidad, resulta que recorren el camino inverso, restando credibilidad a una propuesta federal capaz de hacer frente al independentismo? Si vamos por otros derroteros descubrimos igualmente muchos campos donde se atasca una socialdemocracia venida a menos. Falta radicalidad para afrontar coherentemente lo que por muchos se ha reconocido como un error: la cuña neoliberal que, por presiones externas, se introdujo en el artículo 135 de la Constitución. O citando otra cuestión donde el quedarse a medias brilla sin ningún esplendor: habría que ir a la raíz de lo que se está cociendo con el Tratado de libre comercio entre UE y EEUU. En Europa hay que ser radicales defendiendo derechos de los ciudadanos y hasta la dignidad de los Estados.


Otros podrían dejarse también de medias tintas, que a estas alturas difuminan peligrosamente su texto, como ocurre al eludir una clara autodefinición política tras el parapeto del "arriba y abajo" de la realidad social o al quedarse a medio camino, incluso invocando derecho a decidir o plurinacionalidad, pero sin precisar si están o no por una reforma federal del Estado. Hablamos de Podemos, que igualmente, como partido nuevo, podía haber sido más radicalmente democrático en sus procesos electorales internos. Y, por otra parte, ¿no sobra mucha retórica y falta análisis cuando se habla de "unidad popular"? Las izquierdas han de ser radicales también trabajando su pluralidad sin componentes mesiánicos y sin ensoñaciones de falsa hegemonía.

 

Hasta por los territorios soberanistas e independentistas, tan efervescentes ante la convocatoria de elecciones en Cataluña, bien vendría una muy clara asunción de radicalidad democrática, y ello por las mismas posiciones que se quieren defender y para las que se reclama una suerte de refrendo plebiscitario. La lógica del nacionalismo se juega su legitimidad en tanto se acompase con la lógica de la democracia. Por tanto, la radicalización de la democracia tanto debe plantearse hacia fuera como hacia dentro de una comunidad nacional que no debe dejar de ser inclusiva.

 

Ojalá, pues, en medio de tantas polémicas abocadas a lo que parece una Babel doméstica, fuéramos más radicales. Vayamos a la raíz de los problemas, antes de que se pudra y quede bloqueado el camino de las soluciones. "Radical", ¡qué bella palabra!

 

eldiario.es

Cómo robar a todas horas y que nunca te llamen ladrón

28 JUL 2015

La noticia es esta: ‘La CNMC (Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia) ha multado con 171 millones de euros a 21 empresas del mercado de distribución y comercialización de vehículos y en el de la prestación de los servicios de postventa en todo el territorio español. La CNMC considera probado que las empresas sancionadas intercambiaron información comercialmente sensible y estratégica.’

 

Lo que hacían los vendedores de coches es lo mismo que vienen haciendo desde hace años las empresas distribuidoras de combustible de automoción, sobre quienes también la CNMC ha ido emitiendo sucesivos informes a lo largo de los últimos años donde se demuestra que falsean el mercado disparando los precios a toda velocidad cuando sube el petróleo y bajándolos muy, muy, muy leeeeeeentamente cuando el petróleo cae.

 

¿Lo hacen también las compañías de suministro eléctrico ni siquiera? Ni siquiera vale la pena preguntarlo. Nos da igual que lo hagan o no:ningún consumidor percibe que exista la más mínima competencia en ese mercado cuya liberalización iba a traer tantísimos beneficios. Y en efecto, los trajo, pero no exactamente a toda la población, como tantas veces nos dijo Felipe González que sucedería.

 

Lo que hacen las grandes compañías es robarnos. Es cierto que no lo hacen siempre: únicamente cuando no las están mirando, que es casi siempre. O cuando las miran pero es como si no las miraran, que viene a ser lo mismo.

 

Alguien podrá considerar que el verbo robar parece excesivo para casos como estos. ¡Pues claro que lo parece! Precisamente ahí está el truco: en que es robar pero no parece robar. Unos céntimos en la factura de la luz, otros céntimos al poner gasolina, unos cientos de euros en un coche que cuesta unos cuantos miles… es dinero que nos podríamos ahorrar pero las compañías prefieren ahorrárselo ellas, a fin de cuentas, es tan poquito que la gente no se da cuenta, y se da cuenta no suele tener tiempo ni ganas de ponerse a desenmascarar a los ladrones.

 

Las grandes compañías hacen trampa porque saben que nadie las ve. O si las ven no pasa nada. Bueno, lo más que pasa es una multa, pero poco más. Por esa clase de robos nadie va a la cárcel: por eso no parece robar, por eso nadie los llamará nunca ladrones.

 

A los ciudadanos nos ocurre con estos servicios y productos lo que les ha ocurrido tantas veces a tantas comunidades de vecinos con su administrador: que cuando algún vecino se ha puesto en serio a mirar las cuentas en detalle ha comprobado que el administrador, con lo simpático que era, fíjate tú, le estaba sisando a la comunidad, pero la cosa ya no tenía arreglo porque el administrador ya había tomado las de Villadiego.

 

Por lo demás, lo que hacían las compañías de coches ahora descubiertas y multadas es lo mismo que vienen haciendo las grandes multinacionales que burlan al fisco nacional residenciando sus cuentas en paraísos fiscales o semifiscales, que como se sabe son exactamente lo mismo. ¿Alguien será alguna vez capaz de ganarle a toda esta gente? ¿Habrá algún gobernante con la visión y la valentía suficientes para aliarse con otros gobernantes y lograr de una maldita vez que todos estos tipos dejen de robarnos, bien sea por la vía de falsear la competencia, bien por la de no pagar impuestos, bien por las dos?

andalucesdiario.es

UNA SOCIALDEMOCRACIA RENDIDA

¿Se ha oído alguna palabra relevante y potente de la socialdemocracia europea a lo largo de la dura crisis que soporta Grecia, la cual es también crisis de Europa? A mis oídos, al menos, no ha llegado y rogaría que me transmitiese esa noticia quien tuviera constancia de que alguna voz socialdemócrata descollante hubiera dicho una palabra significativa sobre todo lo que está en juego en torno a la crisis griega, es decir, una palabra que fuera expresión de posición política propia, diferenciada del discurso de la derecha. En tanto que no se corrobora que dicha palabra haya sido pronunciada, no cabe más que concluir que la socialdemocracia europea, una vez más, ha faltado a la cita.

 

 

   Obviamente, tal conclusión implica que declaraciones como las del socialdemócrata Sigmar Gabriel, pronunciadas para condenar la política de Syriza sin marcar distancias con Merkel, de cuyo gobierno forma parte, no dicen nada de una posición con un perfil, aunque fuera tímidamente delineado, de izquierda. Y eso por no hablar de las del presidente del parlamento europeo, el también socialdemócrata Martin Schulz. Por otra parte, Hollande, siendo verdad que trata de que las amarras no se rompan, tampoco ha elevado la voz para disentir de la ortodoxia neoliberal con la que se ha enfocado la crisis griega.

 

 

   Y en cuanto a discurso fundamentado en planteamientos de izquierda, no mucho puede decirse de las opiniones de destacados dirigentes del PSOE. Éstas han ido desde comentar irónicamente como "insólito" que un gobierno pida el "no" en un referéndum que él mismo convoca, como dijo Pedro Sánchez, hasta la descalificación del primer ministro Tsipras que hizo Jordi Sevilla al tachar de "irresponsable" su actuación.

 

 

   ¿No había sensibilidad como para descalificar por irresponsables las actuaciones de la troika, sometiendo a Grecia a la tortura de un plan de "austeridad" tan injusto como ineficaz para promover su salida de la crisis? ¿Hubo que esperar a que Tsipras convocara un referéndum para recabar el apoyo de la ciudadanía en una negociación durísima sobre la reestructuración de la deuda, para que el FMI diera la razón al primer ministro heleno al decir que dicha reestructuración es insoslayable y que incluso una "quita" es conveniente?

 

 

   ¿Nadie podía manifestar una opinión sobre la jugada perversa que suponía tal declaración del FMI, hecha, no para dar la razón a Tsipras y a su ministro Varoufakis, sino para presionar más a la ciudadanía griega para que votara "sí" y provocar la dimisión del primer ministro? Pero esa ciudadanía, derrochando dignidad, votó mayoritariamente "no" a los planes de la troika. Ya me hubiera gustado que el expresidente Zapatero, que entiende de sufrir presiones, en vez de criticar al gobierno griego por la convocatoria del referéndum, se hubiera mostrado más comprensivo, toda vez que él mismo no debiera olvidar que tendría que haber convocado uno para la reforma del artículo 135 de la Constitución, de lamentable recuerdo.

 

 

   Por fortuna, las voces de izquierda se hacen oír desde muchos sitios, tanto desde distintas formaciones políticas -también, aunque sean minoritarias, desde el PSOE-, como desde los movimientos sociales y el mundo académico. Conocidos economistas, algunos de clara filiación socialdemócrata, como Juan Torres o Vicenç Navarro en España, se manifestaron claramente no sólo a favor de Grecia y, por ende, en contra de las posiciones de la troika, rayanas en el chantaje al gobierno heleno, sino también nítidamente a favor del "no" en el referéndum. Otras opiniones muy solventes lo hicieron en términos similares, como fueron los casos de Krugman y Stiglitz, Nobeles de Economía. A ellos se les han sumado voces como las del reputado economista Piketty o la del filósofo Jürgen Habermas.

 

 

   La crítica de Habermas a la política con la que se ha inducido desde instancias europeas, con la complicidad del FMI y la mano visible de Merkel, que los griegos hayan traspasado el límite de lo soportable, ha sido especialmente dura y también relevante al máximo por su condición de ciudadano alemán. El filósofo no se ha ahorrado poner en el punto de mira de sus dardos dialécticos lo que llamó "el gobierno de los banqueros". La crítica a la manera como se está abordando la crisis griega la hace extensiva a las instituciones europeas, las cuales presentan un perfil que llega a ser antidemocrático y de clara sumisión al poder financiero.

 

 

 

   No es mero déficit democrático lo que presenta Europa; es algo peor, que bien se puede expresar parafraseando unas conocidas líneas de Marx y Engels en el Manifiesto comunista: "El poder de la Comisión europea es el consejo de administración de la gran banca (alemana)". De ahí la frustración de un Habermas que, como europeísta convencido, apostaba fuertemente no sólo por el diseño institucional de la UE, sino por la conformación de un demos europeo como ciudadanía que, más allá de fronteras, sostuviera el proyecto de la Unión. Y, por otro lado, el mismo pensador germano, que abogó por una recomposición del socialismo democrático tras la "caída" del muro de Berlín, que habría de posibilitar que la socialdemocracia dejara atrás su sumisión a la lógica del sistema capitalista para así recobrar brío reformista, ha tenido que constatar la deriva de una socialdemocracia que no sale de la órbita sobre la que el neoliberalismo la puso a girar.

 

 

   Que la derecha tome las posiciones que adopta ante la crisis de Grecia, en continuidad con la desastrosa línea de actuación que viene desarrollando desde que la actual crisis entró en Europa, no es de extrañar, por mucho que sea de criticar. Lo que resulta desesperante por la izquierda es la tibieza de la socialdemocracia, su impotencia para presentar batalla con alternativas sólidas y creíbles, su constante llegar tarde a las citas históricas, cuando llega... Si eso se ha comprobado ante la crisis de Grecia y el acoso al que se ha sometido a su gobierno, ante otros momentos y problemáticas la situación es similar: desde el debate sobre inmigración y refugiados hasta la posición de condescendiente subordinación en lo que se refiere al Tratado de libre comercio (TTIP). El fondo de la cuestión viene constituido por los sedimentos acumulados tras décadas de claudicación ante el neoliberalismo hegemónico.

 

 

   Si tomamos como referencia aquella Tercera Vía a la que se acogió Blair, es oportuno remitirse al balance que en su día hizo de ella el malogrado Tony Judt, el mismo que describió a ese posmoderno líder laborista como "un gnomo en el británico jardín del olvido", justo por dar al traste con la memoria de las luchas obreras. El historiador británico, con su cupo de flema, dejó dicho que "algo iba mal" en la socialdemocracia.

 

 

   Hoy es mucho lo que va mal, con un modelo social europeo que en la misma Europa se ve socavado y con una socialdemocracia que parece no sólo secuestrada por el neoliberalismo, sino apresada por una especie de síndrome de Estocolmo en relación a ese neoliberalismo por el que fue abducida. De suyo, los hechos nos dicen que estamos ante una socialdemocracia entregada al que debía ser su adversario, es decir, una socialdemocracia rendida, incapaz de superar la patología política en que se ve sumida. Y el caso es que sigue siendo necesaria una alternativa socialista. La batalla de Grecia, donde el futuro de Europa igualmente se dilucida, así lo muestra. 

José Antonio Pérez Tapias 

CARTA DE DESPEDIDA

 
Beatriz Talegón

El atentado del 11M fue la gota que colmó el vaso para dar un paso adelante y comprometerme con un partido político de izquierdas.

En mi familia no había tradición de militancia política, pero siempre me educaron en los valores de la igualdad de oportunidades, la justicia social y, sobre todo, me enseñaron a defender aquello que creía justo aunque pudiera perjudicarme hacerlo.
En mis padres encontré siempre los referentes de estos valores. Trabajadores, honrados y sensibles. Nunca me faltó de nada gracias a su esfuerzo diario. Me enseñaron a ser trabajadora y agradecida.

Por eso hoy quiero darle las gracias al Partido Socialista. Desde que comenzó este camino he aprendido mucho, he tenido la suerte de conocer a personas maravillosas que formarán parte de mi vida, he vivido experiencias que han marcado de manera indeleble mi compromiso con la justicia social y me han situado de manera irrenunciable con los que sufren. Durante los años de militancia he peleado, siempre democráticamente, he aprendido a defender mis razones con argumentos; a escuchar a los demás; a consensuar.

He descubierto distintas realidades porque para mí la política es la herramienta para transformar la realidad, no un fin en sí mismo. Y por eso he procurado siempre conocer los problemas para encontrar sus soluciones.

He tenido el honor de representar a millones de jóvenes en todo el mundo, defender sus luchas, compartir sus sueños. He tenido la gran oportunidad de trabajar codo con codo en distintos idiomas, con distintas maneras de entender una misma realidad, descubrir culturas, religiones, historias de países.

He descubierto el encanto de la política en todas sus esferas: desde la magia de lo local hasta lo maravilloso de lo global. Se ha marcado en mi el internacionalismo (y la solidaridad internacional) como la única vía posible para hacer del mundo un lugar donde todos vivamos sin explotar ni ser explotados.

He sufrido las bajezas del politiqueo, las mentiras, los ataques indiscriminados, el "cuerpo a tierra que vienen los nuestros". He sentido soledad, miedo, tristeza, incomprensión, a veces rabia y sobre todo, el fantasma de la desconfianza que todo lo cubre donde hay poder. He aprendido a defenderme con la verdad, los argumentos y la justicia.

He vivido en los últimos años varias vidas enteras. Asomándome al abismo de las miserias más oscuras de personas que han tomado decisiones sin corazón; y al océano infinito de enormes corazones llenos de amor y paciencia.

Con estos últimos me quedo. Con la convicción de que la política sin amor es simplemente un asqueroso juego de poder que no me interesa. Dejo hoy la que ha sido mi casa política durante estos años. Pero no dejo a los que siempre serán mis compañeros, esa familia socialista que he tenido la suerte de conocer. La que es generosa, abierta, honesta y valiente.

La otra, la que también dice llamarse así, pero que solamente busca el poder para asegurarse a través de la política una posición de malentendida superioridad, no me interesa. No tiene sentido dar la batalla de manera continua porque esa no es la manera de cambiar el mundo que yo concibo ni que yo quiero compartir.

Me he empeñado, quizás demasiado tiempo en intentar cambiar las cosas desde dentro. He defendido el republicanismo abandonado por este partido y utilizado a conveniencia cuando ha sido el momento adecuado sin profundizar; he defendido la democracia interna mientras he comprobado las trampas continuas, el ninguneo sistemático y la protección de la dirección a los tramposos en lugar de a los ultrajados; he vivido un partido político absolutamente vacío de ideas políticas, de formación, de criterio; un partido ahogado por su actitud nihilista y arrodillado al marketing capitalista que trata a la ciudadanía (y a la militancia) como si fuera idiota por sistema. He denunciado los abusos cometidos cuando de quitarse del medio a compañeros válidos se trataba; he exigido que fueran apartados los corruptos, los impostores, viendo como eran cada vez más ensalzados.

 He visto cómo se repiten argumentarios sin sentido, cómo los grupos se cierran para aplaudir muy fuerte acallando las posibles críticas. He experimentado cientos de veces la estrategia de aislamiento a quienes vienen aquí a servir y no a servirse.
Pero a pesar de todo esto, una parte de mi seguía convencida de que dando la batalla cada día, en cada trinchera, se podría avanzar.

Desgraciadamente lo sucedido en Grecia ha levantado las faldas de la socialdemocracia europea. Ha mostrado de forma evidente que la Gran Coalición es una realidad. Quienes dicen defender a la ciudadanía le han dado la espalda al gobierno que ha luchado por la dignidad de su pueblo.

 La actitud del PSOE ha sido embustera, jugando con los mensajes para no decir nada, sin atreverse a defender la dignidad de un pueblo sometido a una trampa mortal. Este partido, que decía arrepentirse de la modificación de la Constitución Española en su artículo 135 ha demostrado que, llegado el caso, lo volvería a hacer: volvería a someterse a los dictados de la troika (los mercados financieros insaciables) y dejaría a la ciudadanía con la boca cerrada aplicando recortes. Este partido ha vuelto a tropezar en la misma piedra, y esta vez la ciudadanía griega les ha dado una lección.

 Que el Presidente del Parlamento Europeo, máxima autoridad de la cámara democrática por antonomasia se atreva a preferir un gobierno de tecnócratas en Grecia ha sido el mayor insulto que un socialdemócrata podía escupir. Su campaña indigna del miedo, su posicionamiento sin fisuras junto a la derecha más radical ha dejado claro en qué lado se posicionan.

La actitud del PSOE ha demostrado que se trata de un partido que no es Socialista, que no es obrero y que, desde luego, no cree en la construcción de una Europa social y basada en la justicia y la dignidad de su ciudadanía. Ha insultado al Presidente del gobierno griego, le ha tratado de culpar de las trampas y tropelías que los gobiernos anteriores cometieron (entre ellos el PASOK) y nos ha insultado a todos los socialistas.

La gota que colma el vaso se llama engaño sistemático, se llama gran coalición. Se llama políticos apoltronados que no miran más allá de lo que les genere réditos directos sin arriesgar lo más mínimo en beneficio de los más necesitados.
Me marcho agradecida. Sin rencor. Sin deudas. Con un enorme cariño hacia quienes me han demostrado su integridad. Con mis manos tendidas para trabajar con integridad, amor y sobre todo, con la autenticidad de la izquierda.
Mi compromiso, más fuerte que nunca, por la consecución de los ideales defendidos con los valores firmes: igualdad de oportunidades, solidaridad, libertad.
Salud y República.

 Beatriz Talegón

7 de junio de 2015

El terrorismo financiero contra Grecia

Vicenç Navarro
Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y ex Catedrático de Economía. Universidad de Barcelona

 

Estamos hoy viendo un ataque frontal del capital financiero, hegemonizado por el alemán, y vehiculado primordialmente a través del Banco Central Europeo (BCE), en contra del pueblo griego, ataque que intenta evitar cualquier atisbo de rebelión frente a las políticas de austeridad que están destruyendo el bienestar de las clases populares de todos los países de la Eurozona y muy en particular de Grecia, cuyo gobierno Syriza ha sido el primero en decir “BASTA YA” frente a lo que no hay otra manera de llamarlo como terrorismo financiero (ver el libro del Profesor Juan Torres y yo, titulado Los amos del mundo, las armas del terrorismo financiero). Es en estos momentos cuando hay que entender el contexto político e histórico de lo que está ocurriendo, comenzando por las semejanzas existentes entre lo acontecido en Grecia ahora con lo que sucedió en España en el año 1936.

 

España 1936, Grecia 2015

Existen momentos en la historia de Europa en los que la lucha por la justicia social y por la democracia en un país es también la lucha por la justicia y por la democracia para todos los países del continente europeo. La lucha, mal llamada Guerra Civil en España (entre 1936 y 1939), fue un ejemplo de ello. En el territorio español, un golpe militar en nombre de las minorías que controlaban el país, tuvo lugar el 18 de julio del año 1936, con el apoyo de las tropas nazis alemanas y fascistas italianas, frente a la gran mayoría de las clases populares de los distintos pueblos y naciones de España, que resistieron tal golpe heroicamente durante más de tres años, con escasa ayuda militar de los países gobernados por partidos que se autodefinieron como demócratas, mostrando una gran traición a los principios democráticos que decían sostener.

La derrota de las fuerzas democráticas españolas significó también la derrota de la democracia en la Europa Occidental con la victoria del nazismo y del fascismo en muchos países de aquella Europa, iniciándose la II Guerra Mundial. Y en España, aquella victoria significó el inicio de un régimen dictatorial que se caracterizó por su enorme brutalidad (por cada asesinato político que cometió Mussolini, el dictador Franco cometió 10.000, según el mayor experto en el fascismo europeo, el profesor Malefakis, de la Universidad de Columbia en la ciudad de Nueva York) y que impuso un enorme retraso económico, político, social y cultural en  España. En 1936, España e Italia tenían semejante nivel de desarrollo económico. En 1978, fecha en la que terminó aquel horrible régimen dictatorial, el PIB per cápita español era solo el 62% del italiano. Este fue el coste económico de tal régimen.

 

¿Qué está pasando en Grecia?

Salvando las diferencias que existen en cada hecho histórico, lo cierto es que en Grecia hemos estado viendo una situación semejante, en que la lucha por la justicia social y por la democracia en aquel país es la lucha por la justicia social y por la democracia en todos los países de la Europa Occidental. La pervivencia de la justicia social y de la democracia en los países de la Unión Europea se está jugando hoy en aquel país. Su derrota limitará enormemente, hasta anularlas, tanto la una como la otra, completando un proceso que se inició hace años con la construcción de un sistema de gobierno de la Eurozona, dominado por el capital financiero (hegemonizado por el alemán), que, en una coalición de las minorías gobernantes en cada país, han estado agrediendo al pueblo griego, destruyendo el 25% de su riqueza nacional o PIB, con el desmantelamiento de su ya escaso Estado del Bienestar, saqueándolo, robándole sus propiedades y atacando a sus clases populares, y muy en particular a su clase trabajadora, asalto que se ha estado realizando en colaboración con las élites corruptas y antidemocráticas que han gobernado Grecia durante muchísimos años. Este ataque (y no hay otra manera de definirlo) se ha llevado a cabo en alianza con las minorías que representan a las clases dominantes de los países miembros de la Unión Europea, siendo un aliado importante en esta lucha de clases que está teniendo lugar a nivel continental, las élites corruptas gobernantes del Estado español, herederas de las que dominaron la dictadura fascista en España.

La rama política de este capital financiero –los partidos conservadores y liberales, con la inestimable ayuda de los partidos socioliberales- (que todavía tienen la osadía de autotitularse socialdemócratas, tras haber abandonado cualquier atisbo de parecerse a tal tradición política), han establecido una dictadura en la Unión Europea que ha estado imponiendo políticas sumamente impopulares que carecían de mandato popular (pues no estaban en sus programas electorales), alcanzando su máximo desarrollo en Grecia. Hoy, la riqueza destruida en aquel país, todavía pobre en Europa, es mayor que la riqueza destruida en Francia y en Alemania durante la I Guerra Mundial. Sus pensiones y sus servicios públicos del Estado del Bienestar están siendo diezmados, y los convenios colectivos que defienden al mundo del trabajo están siendo enormemente debilitados, todo ello como consecuencia de las políticas neoliberales impuestas por el establishment neoliberal europeo que controla el gobierno de la Unión Europea y de la Eurozona, con la asistencia del Fondo Monetario Internacional. Es un ejemplo más del terrorismo financiero que es tan dañino como el terrorismo militar, y que es mucho más extenso.

 

El objetivo político del establishment europeo es destruir cualquier rebelión frente a esta d¡ctadura financiera

Lo que está ocurriendo hoy es el intento de destruir a Syriza, el primer gobierno que, representando los intereses de las clases populares, ha intentado parar tanta barbarie, rebelándose frente a las políticas públicas de austeridad, tal como le mandó  el pueblo griego. Como he indicado en artículos anteriores, lo que la dictadura financiera quiere es no expulsar a Grecia del euro, sino expulsar a Syriza del gobierno. Y cuenta para ello con la clase política griega, corrupta hasta la médula, que controla la gran mayoría de los medios de información y persuasión de aquel país, como también ocurre en España.

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¿Qué está pasando en España?

Comentarios

 

Vicenç Navarro
Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra


Durante estas dos últimas semanas he estado viajando por España, en respuesta a la invitación para dar conferencias en varios centros académicos, y he tenido la oportunidad de conocer y hablar con muchas de las personas que han estado participando en las últimas elecciones municipales y autonómicas a lo largo del territorio español. En estos viajes he podido constatar que el domingo 24 de mayo, el día de las elecciones, tuvo lugar un terremoto político en muchas partes de este país que alcanzó casi las dimensiones de un tsunami. No solo los datos objetivos, sino también los subjetivos, muestran que ha habido una gran movilización de la población en amplios sectores del territorio español, y muy en particular de las clases populares, en contra de las políticas públicas que le han sido impuestas (y digo impuestas, pues no estaban en las ofertas electorales de los partidos gobernantes y, por lo tanto, carecían de mandato popular), las cuales han tenido un impacto devastador en su bienestar. La gente salió a la calle para votar y decir “Basta ya”. Este voto fue, en gran medida, un voto de protesta frente al establishment político (percibido como mero instrumento de los establishments financieros y económicos, tanto nacionales como internacionales), que los ciudadanos consideraron que no los representaba. El famoso eslogan del movimiento de los indignados 15-M “No nos representan” reflejaba un sentir muy generalizado entre las clases populares en muchas partes de España. De ahí que, en muchas ocasiones, no votaron a los partidos tradicionales, sino a amplias alianzas en las que los movimientos sociales y vecinales tuvieron un gran protagonismo. Y aunque partidos de izquierdas también intervinieron y participaron en estas alianzas, la movilización fue mucho más amplia que la de estos partidos políticos.

 

Uno de los casos más claros fueron las Mareas Atlánticas en Galicia (que gobernarán la mayoría de las ciudades gallegas). Di una conferencia en la Universidad de A Coruña, y cuál fue mi agradable sorpresa que en primera fila estaban los nuevos alcaldes de A Coruña y Santiago, con los cuales tuve la oportunidad de hablar luego extensamente, teniendo también un almuerzo sumamente interesante con una gran persona como Xulio Ferreiro, el nuevo alcalde de A Coruña, que me habló con detalle de su experiencia. Hablé también con muchas otras personas de las Mareas. Sin duda, los protagonistas de esta movilización fueron la gente normal y corriente, que se había organizado, en algunas ocasiones, solo meses antes (como ocurrió en A Coruña), y que crearon el tsunami en el día de las elecciones. Ni que decir tiene que nuevas fuerzas políticas, como Podemos, entre otros, ayudaron en gran medida a este desarrollo. Pero repito que la movilización fue mucho más allá del trabajo de uno, dos o tres partidos políticos. En ciudades donde tales fuerzas políticas apenas existían, también ocurrió el tsunami.

 

Yes, we can. Sí, se puede

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La impunidad de la banca

Un buen reflejo de esta percepción social es que las candidaturas encabezadas por Ada Colau en Barcelona y Manuela Carmena en Madrid, comprometidas con la defensa de los más desfavorecidos, hayan cosechado un resultado tan destacado

Los ciudadanos no se han tragado el discurso de la recuperación económica que ha dejado millones de desempleados y familias empobrecidas. Más de 2,5 millones de electores han abandonado al partido del Gobierno en las elecciones municipales y autonómicas del pasado mayo. Ha sido el rechazo más palpable al modelo económico y social del Partido Popular, que ha privilegiado los intereses de la banca a costa del sacrificio de los ahorradores y las expulsiones de decenas de miles de familias de sus viviendas. Una política que ha comportado un aumento de la desigualdad y la pobreza, como están corroborando los últimos informes oficiales nacionales e internacionales.

 

Un buen reflejo de esta percepción social es que las candidaturas encabezadas por Ada Colau en Barcelona y Manuela Carmena en Madrid, comprometidas con la defensa de los más desfavorecidos, hayan cosechado un resultado tan destacado. Es sintomático que Colau haya alcanzado el primer puesto en Barcelona precisamente por su empeño en lograr que las familias más frágiles puedan seguir viviendo en sus casas. Se trata de una causa que muchos ciudadanos han aplaudido.

 

Los bancos, salvados con el dinero de los ciudadanos, no han correspondido con el mismo trato cuando los deudores no han podido hacer frente a sus deudas. Cada vez está más claro que el excesivo coste del saneamiento bancario en España, equivalente al 8,4% de la producción económica, el doble que la media europea, ha sido uno de los principales responsables del recorte de prestaciones económicas y sociales que tanto han deteriorado las condiciones de vida de los ciudadanos. Un estudio del Parlamento Europeo concluye: “El rescate bancario fue más costoso para los contribuyentes de lo que debiera haber sido, incluso teniendo en cuenta el motivo de la estabilidad financiera que se esgrimió para aquella acción”.

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Pactad, pactad, malditos

Los pactos ya son habituales en este país desde hace mucho tiempo y eso significa que no son los partidos que llamamos tradicionales los que más necesidad van a tener de explicar unas u otras alianzas

Si hay algo que los resultados electorales del 24 de mayo han reflejado con nitidez es que hemos ganado en representatividad, en pluralidad política, pero también que ahora evaluaremos qué tal andamos de gobernabilidad. Los ciudadanos han demostrado, con su voto, que están preparados para los conglomerados y los “frentes” pero no tanto nuestros políticos.

 

Los pactos ya son habituales en este país desde hace mucho tiempo y eso significa que no son los partidos que llamamos tradicionales los que más necesidad van a tener de explicar unas u otras alianzas. El PSOE ha cerrado coaliciones y gobiernos con ERC, con ICV, con BNG, con PNV y con CiU. Los socialistas son muy conscientes de ser un partido de gobierno, pero para ello, han tenido que unir fuerzas en áreas periféricas en las que el nacionalismo ocupa un espacio electoral y político preponderante. El PSOE se ha forjado en la explicación de esas alianzas, en cierto grado antinatura, cuando ha habido de sellar acuerdos con la formaciones claramente situadas más a su derecha. El pacto nacionalista de la izquierda moderada entra perfectamente dentro del guión que se ha escrito en las últimas décadas de transición madura. Por ello, para los socialistas no es difícil trenzar un relato de coalición, de acuerdo con otras fuerzas políticas, siempre que entre dentro del marco de lógica de resultado electoral que lo avale.

 

La coherencia en política es crucial y, si bien es cierto que el secretario general del PSOE afirmó rotundo y categórico que no pactaría con el “populismo”, asociado éste claramente a Podemos, sería asumible con una etiqueta, por ejemplo, de “pacto complementario”, como muy hábilmente le escuché decir hace unos días al asesor político Luis Arroyo. El gran riesgo es que el marco se instale y eso acabe construyendo una autopista permanente por la que sus votantes viajen sin límite hacia Podemos. En política se puede dar forma, explicar y relatar cualquier incoherencia exógena, pero tiene un precio.

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Pitar al himno es libertad de expresión

1. Quien decide qué entra y que no entra dentro de la libertad de expresión no es el PP: son los jueces. Y los jueces ya han dicho que pitar himno no es un delito, por mucho que haya quien se golpee el pecho por tamaño “ultraje” al orgullo español. Así lo dictaminó la propia Audiencia Nacional en 2009, cuando rechazó de plano una querella de Manos Limpias tras otra final de copa. Es una protesta que puede “no ser ejemplo de educación ni de civismo”, decía el auto, pero que está amparada por el derecho a la libertad de expresión. 

2. Pitar al rey tampoco es un delito; faltaría más. Ya que el jefe del Estado es el único representante de los españoles que jamás se presenta a examen ante las urnas, qué menos que aceptar las críticas y protestas de unos ciudadanos que no son súbditos, aunque a él no le puedan votar.

3. Si el Gobierno quiere sancionar por ley las pitadas al himno está en su derecho. Pero la ley que tendría que cambiar es la Constitución, que es la que protege la libertad de expresión; no es tan fácil de enmendar. 

4. El PP ha encontrado en este tema una vía de escape para agrupar sus filas y no hablar de su desastroso resultado electoral. Lo van a explotar.

5. Alguien debería preguntarse en el Gobierno qué pasa en Barcelona para que todo un estadio, o la mayor parte de él, abuchee al rey y al himno, símbolo de la unidad nacional. Es evidente que el problema que tenemos es de unidad –o de falta de ella–, pero el PP prefiere combatir el síntoma en vez de la enfermedad.

6. No es la primera vez que un Gobierno cierra el campo de fútbol del FC Barcelona tras una pitada al himno. Ya ocurrió, en 1925. Fue mérito del dictador Miguel Primo de Rivera. ...................

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El votante no tiene quien le escriba

Puede que parte de la gente que se molestó en acudir a votar el 24M haya empezado a preguntarse si alguien ha entendido realmente su mensaje. Los votantes del Partido Popular seguramente están planteándose en serio reclamar que les devuelvan la papeleta, viendo como su partido se preocupa más por quienes no les votaron que por ellos.

 

A los casi seis millones de ciudadanos que dieron su confianza al partido de Mariano Rajoy resulta que son los propios líderes y barones del partido quienes llevan días repitiéndoles que se han equivocado, que han apostado por una fuerza llena de viejos carcamales que piden a gritos renovación, gobernantes prepotentes y poco humildes que además se explican fatal e implementan políticas que sólo han repartido miseria y sufrimiento entre los mayores, los jóvenes, las mujeres, la clase media o los mineros.

 

A los no votantes del PP les va algo mejor, pero tampoco demasiado. Quienes apostaron por un cambio allí donde gobernaba la derecha no parece que optaran simplemente por reemplazar la mayoría de un partido por la de otro, sino por otorgar un mandato a varias fuerzas para que se entendieran. El encargo parece claro: comprométanse y gobiernen de otra manera aunque resulte complicado, les obligue a asumir costes e incluso a incurrir en contradicciones.

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El control oculto de las empresas

Estados Unidos y el mundo están imbuidos en un gran debate sobre los nuevos acuerdos comerciales. Tales pactos solían ser llamados “acuerdos de libre comercio”; en la práctica, eran acuerdos comerciales gestionados, es decir, estaban adaptados a la medida de los intereses corporativos, que en su gran mayoría se encontraban localizados en EE UU y la Unión Europea. Hoy en día, con mayor frecuencia, tales pactos se denominan como “asociaciones”; por ejemplo, el Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP). Sin embargo, dichos acuerdos no son asociaciones entre iguales: EE UU es quien, de manera patente, dicta los términos. Afortunadamente, los “socios” de EE UU se muestran más recelosos.

 

No es difícil ver por qué. Estos acuerdos van mucho más allá del comercio, ya que también rigen sobre la inversión y la propiedad intelectual, imponiendo cambios fundamentales a los marcos legales, judiciales y regulatorios de los países, sin que se reciban aportes o se asuman responsabilidades a través de las instituciones democráticas.

 

Tal vez la parte más odiosa –y más deshonesta– de esos acuerdos es la concerniente a las disposiciones de protección a los inversores. Por supuesto, los inversores tienen que ser protegidos contra los gobiernos defraudadores que incautan sus bienes. Sin embargo, dichas disposiciones no se relacionan a ese punto. Se realizaron muy pocas expropiaciones en las últimas décadas, y los inversores que quieren protegerse pueden comprar un seguro del Organismo Multilateral de Garantía de Inversiones, una filial del Banco Mundial; además, el Gobierno estadounidense y otros Estados proporcionan seguros similares. No obstante, EE UU demanda que se incluyan tales disposiciones en el TPP, a pesar de que muchos de sus “socios” tienen sistemas de protección de la propiedad y sistemas judiciales que son tan buenos como los propios estadounidenses.

 

La verdadera intención de estas disposiciones es impedir la salud, el cuidado del medio ambiente, la seguridad, y, ciertamente, incluso tienen la intensión de impedir que actúen las regulaciones financieras que deberían proteger a la propia economía y a los propios ciudadanos de EE UU. Las empresas pueden demandar en los tribunales a los gobiernos, pidiéndoles recibir compensación plena por cualquier reducción de sus ganancias futuras esperadas, que sobreviniesen a consecuencia de cambios regulatorios.

 

Esto no es sólo una posibilidad teórica. Philip Morris ha demandado judicialmente a Australia y Uruguay por exigir etiquetas de advertencia en los cigarrillos. Es cierto que ambos países fueron un poco más allá en comparación con EE UU, ya que obligaron a los fabricantes de cigarrillos a incluir imágenes gráficas que muestran las consecuencias del consumo de tabaco.

 

El etiquetado está logrando su cometido, ya que es desalentador para los fumadores y disminuye el consumo de cigarrillos. Así que ahora Philip Morris exige indemnizaciones por la pérdida de ganancias.

 

En el futuro, si descubrimos que algún otro producto causa problemas de salud (por ejemplo, pensemos en el asbesto), los fabricantes en lugar de enfrentar demandas judiciales por los costos que nos impone a nosotros las personas comunes, podrían demandar a los gobiernos porque éstos estuviesen tratando de evitar que se maten a más personas. Lo mismo podría suceder si nuestros gobiernos imponen regulaciones más estrictas para protegernos de los efectos de las emisiones de gases de efecto invernadero.

 

Cuando presidí el Consejo de Asesores Económicos del presidente Bill Clinton, los grupos anti-ambientalistas intentaron promulgar una disposición similar, denominada “expropiaciones regulatorias”. Ellos sabían que una vez promulgada, las regulaciones se frenarían, simplemente porque el Gobierno no podía permitirse el lujo de pagar las compensaciones. Afortunadamente, tuvimos éxito y ganamos la batalla: hicimos que esta iniciativa retrocediese, tanto en los tribunales como en el Congreso de EE UU.

 

No obstante, ahora los mismos grupos están intentando realizar una triquiñuela para pasar por alto los procesos democráticos mediante la inserción de tales disposiciones en las facturas comerciales, ya que el contenido de las mismas se mantiene, en gran medida, en secreto para el público (pero no para las compañías que están presionando para conseguir dichas inserciones). Es sólo a consecuencia de fugas de información, y mediante charlas con los funcionarios del Gobierno que parecen estar más comprometidos con los procesos democráticos que llegamos a conocer lo que está pasando.

 

Es fundamental que el sistema de gobierno de EE UU cuente con un poder judicial imparcial y público, con normas legales construidas a lo largo de décadas, que se basen en principios de transparencia, precedentes y en las oportunidades que otorgan a los litigantes para que apelen las decisiones desfavorables. Todo esto está siendo dejado de lado, ya que los nuevos acuerdos exigen que las partes se sometan al arbitraje, que es un proceso privado, sin transparencia, y muy caro. Es más, esta forma de administración de justicia está a menudo plagada de conflictos de intereses; por ejemplo, los árbitros pueden ser “jueces” en un caso y defensores en un caso relacionado.

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elpais.com

Las ignoradas y/o silenciadas causas de la gran recesión

Vicenç Navarro
Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y ex Catedrático de Economía, Universidad de Barcelona


En los últimos años se han ido publicando toda una serie de informes que coinciden en mostrar que algo preocupante y alarmante ha estado ocurriendo en la distribución de las rentas en la mayoría de países a los dos lados del Atlántico Norte (ver Determinants of functional income distribution – Theory and empirical evidence, International Labour Organization, 2013; Global Wage Report 2012/13.Wages and equitable growth, International Labor Organization;  Effects of Globalization on Labor’s Share in National Income, Anastasia Guscina, Inernational Monetary Fund, 2006). Estos y otros trabajos coinciden en que:

  1. Las rentas derivadas del trabajo han ido disminuyendo (como porcentaje de todas las rentas) desde finales de los años setenta y principios de los años ochenta. Aunque este descenso ha ocurrido en la mayoría de países a los dos lados del Atlántico Norte (Norteamérica y la Unión Europea), ha sido más marcado en los países europeos que en los países de Norteamérica (EEUU y Canadá). En Alemania y en Francia ha sido bastante acentuado (un descenso de 9 puntos), aunque en España ha sido incluso mayor (10 puntos).
  1. Este descenso de las rentas del trabajo ha ido acompañado de un aumento de las rentas del capital (como porcentaje de todas las rentas).
  1. Las rentas que han crecido en mayor medida dentro de las rentas derivadas del capital han sido aquellas rentas procedentes de la propiedad del capital financiero.
  1. De las rentas del capital no financiero, un porcentaje muy elevado de ellas, un 35%, ha sido en forma de pago de dividendos (a los accionistas) a costa de subfinanciar las compensaciones salariales.
  1. El énfasis en pagar dividendos ha determinado un cambio de actitud del mundo empresarial, enfocado en conseguir la máxima cantidad de beneficios lo más pronto posible (short-term benefits). Los gerentes de las grandes empresas han enfatizado el corto plazo, en lugar del largo plazo, en su comportamiento gerencial. Como consecuencia, los propietarios y gerentes del gran capital no financiero han expandido su dimensión financiera, comprando activos financieros, diluyéndose la línea de expansión entre capital financiero y capital productivo. La gran mayoría de las empresas de automóviles, por ejemplo, financiaron sus propias ventas, convirtiéndose en empresas también financieras, que se expanden a costa de invertir en productos financieros.
  1. El hecho de que las rentas del trabajo hayan descendido como porcentaje de todas las rentas quiere decir que las rentas del capital han crecido más rápidamente que las rentas del trabajo, como resultado de que el aumento de la riqueza y de la renta total se ha distribuido de una manera muy desigual, favoreciendo sistemáticamente, durante este periodo 1980-2014, a las rentas del capital sobre las del trabajo. Es decir, que el mundo del capital ha ido consiguiendo más y más renta a costa del mundo del trabajo.

El contexto político de los cambios económicos

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publico.es


Un mando de la Agencia Tributaria retrasó una denuncia por corrupción que afecta al PP

La delegada especial de la Agencia Tributaria en Castilla y León, Georgina de la Lastra, demoró un explosivo informe que denunciaba el cobro de comisiones millonarias de las eléctricas por parte de altos cargos de la Junta e implicaba a Federico Trillo y Vicente Martínez Pujalte

De la Lastra trabajó antes como alto cargo con el PP, como secretaria general de la Consejería de Hacienda en la Junta de Castilla y León

Según el informe de la Agencia Tributaria, que investiga Anticorrupción, la trama se repartió 110 millones de euros en comisiones de las eléctricas a cambio de acelerar los permisos para nuevos parques eólicos

 

Varios altos cargos del Gobierno de la Junta de Castilla y León (PP) presuntamente cobraron enormes comisiones de algunas constructoras –Grupo Collosa, Parqueolid– y las grandes empresas eléctricas –Endesa, Iberdrola– a cambio de acelerar los permisos para nuevos parques eólicos. En total, la trama se repartió 110 millones de euros, 18.300 millones de pesetas, según la investigación de la Agencia Tributaria que publicó este lunes El País. Por comparar, este botín duplica ampliamente la fortuna atribuida a Luis Bárcenas (47 millones de euros) y es más de cuatro veces superior al supuesto patrimonio de Rodrigo Rato (26 millones). Si son comisiones ilegales, como sospechan la Agencia Tributaria y la Fiscalía Anticorrupción, no estamos ante unos comisionistas cualquiera: se trataría del tipo de mordidas multimillonarias que solo dejan los más grandes tiburones.

 

La investigación la destapó un inspector de la Agencia Tributaria en la oficina de Castilla y León, en Valladolid. Un funcionario, cuyas iniciales son J. T., que detectó unas extrañas inversiones que habían hecho millonarios a varios altos cargos de la Junta y del PP. Apenas 24.400 euros en acciones se convertían, una vez aprobados los permisos correspondientes, en 47,1 millones de euros. El mismo inspector de Hacienda también rastreó otros misteriosos pagos como “asesoría” –por unos trabajos que no acaban de aparecer– a dos importantes políticos del PP: el diputado Vicente Martínez Pujalte y el exministro y actual embajador en Londres Federico Trillo.

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eldiario.es

 

El rigor de Hacienda: la repera patatera

Hay que ver qué cosas pasan con este Gobierno. Ocurre que como tenemos un presidente tan huidizo como Mariano Rajoy, nada debe extrañarnos que sus ministros sigan la huella y corran a esconderse detrás de algún subalterno cuando la tormenta aprieta. ¿Dónde estaba ayer, por ejemplo, el de Hacienda, Cristóbal Montoro, tan rompetechos en otras ocasiones, cuándo hay que explicar que algunos contribuyentes pagan lo que les da la gana, porque se lo llevan crudo a otros países, mientras su ministerio nada hace o, peor aún, los premia con amnistías generosísimas?

 

Pues ni uno ni otro han dado la cara por el escándalo Rato, carne de su carne. Al Congreso solo llegó el director general de la Agencia Tributaria, Santiago Menéndez, para decir, rostro de piedra, que Hacienda no filtra ningún dato, o para enfurecernos con esos 20.000 millones que andan por Suiza o los 4.000 de Andorra. Es verdad que una parte del problema es que ningún gobierno ni organización mundial es capaz de acabar con esos países llenos de banqueros peristas sin cuya complicidad no existirían los defraudadores y otras gentuzas.

 

Pero déjenme decirles que en España tenemos algún problema añadido. Bastará para entenderlo saber que este altísimo y respetable cargo ministerial fue capaz, sin sonrojarse, de decir algo tan ridículo como que él conoce los datos y “son la repera patatera”.

¿De dónde los sacarán?

JOSÉ MARÍA IZQUIERDO 

cadenaser.com


Nuestros políticos se están asegurando de que Europa no tenga futuro

En marzo, Susan George, presidenta del comité de planificación del Transnational Institute de Ámsterdam, ­estuvo en Madrid para hablar de la Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión, el acuerdo de libre comercio conocido como TTIP. Estados Unidos y la Unión Europea negocian este tratado, muy contestado por movimientos y sindicatos a ambos lados del océano Atlántico.

 

¿Por qué el TTIP es una amenaza y por qué es tan secreto todo lo que rodea al acuerdo?

El TTIP es una amenaza tanto para la gente de EE UU como para la gente de Europa. Es un tratado que tiene muy poco que ver con comercio y que tiene algo que ver con inversión, porque una de las cosas que quieren las corporaciones es tener tribunales privados de arbitraje donde puedan demandar a los Estados si no les gusta alguna medida que hayan aprobado. Y muy a menudo pueden obtener grandes sumas en compensación cuando el arbitraje les sea favorable. Además, las empresas quieren tener el poder de regular y desregular.

 

¿Por qué es secreto? Porque preferirían que la gente no debatiera sobre estos temas. Lo que es bastante normal, porque, por lo que yo he visto, en cuanto la gente se entera de lo que hay en el tratado, no les gusta en absoluto. Los europeos tienen que tener mucho, mucho cuidado con este tratado y oponerse.

 

En Francia, usamos la estrategia de Drácula. Agarramos al vampiro que es este tratado y lo exponemos a la luz del día y en cuanto la gente ve al horrible vampiro, y el vampiro ve la luz del día, se desintegra y se muere. Y eso es lo que queremos. Lo único que se puede hacer con este acuerdo es retirarlo.

 

¿Quién se beneficiará de este acuerdo?

Se puede decir que las corporaciones se beneficiarán igual a ambos lados del Atlántico. Han estado preparando este tratado durante 20 años. Esta gente se conoce muy bien, a través del Diálogo Empresarial Transa­tlántico, que, por cierto, fue instaurado por Bush, Merkel y Barroso. Ellos dicen que “somos una entidad política y nuestro objetivo es armonizar, mejor dicho, integrar las economías de Europa y Estados Unidos”. Yo no conozco muchos europeos, y tampoco muchos estadounidenses que quisieran ver sus economías integradas. Nadie votó eso. Es completamente antidemocrático, como el resto del tratado. Pero tenemos que reconocer que se conocen y que se han estado organizando. Son unas 70 empresas, las mayores de cada lado del Atlántico. Y ellas han puesto las condiciones de lo que quieren en el tratado, así que no hay conflicto entre ellas.


Tampoco habría conflicto entre la gente de Europa y la gente de EE UU. Nuestro movimiento es contra los políticos, contra el Congreso, es contra el presidente Obama, si queréis, porque ellos son los que están presionando. A finales de 2013, y principios de 2014, los sindicatos estadounidenses pensaron que podrían negociar una mejora de sus condiciones, ya que los estándares laborales de Europa son más altos que en EE UU, donde no tienen derecho a negociación colectiva. Estados Unidos no ha firmado seis de los ocho convenios básicos de la Organización Internacional del Trabajo, etc. Los sindicatos pensaron “quizás podemos conseguir mejores condiciones”, pero ya lo han dado por perdido, se han dado cuenta de que esto va a ser una armonización a la baja, no al alza.

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diagonalperiodico.net

SR. SANCHEZ

SR. SANCHEZ


A los ciudadanos le pueden contar lo que quieran, el papel en forma de noticia todo lo admite.

 

SR. Sanchez, puede decir que hay SOSPECHAS Y + en relación con Tomás Gómez. Yo me pregunto ¿para qué existes los estatutos del PSOE, LA DEMOCRACIA INTERNA, UN MILITANTE UN VOTO, LA PRESUNCION DE INOCENCIA, LAS LEYES, LA ETICA SOCIALISTA,……..? ¿Es que el PSOE no conocía todo lo que había en Parla antes de Tomás Gomez se presentara a primarias?

 

SR. Sanchez, “bajo la sospecha” nos han gobernado los de la patada en la puerta, los de los pacto del otro día, etc. Si toma medidas en el PSOE por simples sospechas entonces debería haber empezado por otros que llevan años imputados y continuar con todos sus representantes, directa e indirectamente, en las CAJAS DE AHORROS, los que colaboraron con los TODOS LOS CASOS DE PRESUNTA CORRUCCION Y EN TODAS LAS COMUNIDADES AUTONOMA, LOS DE LAS PUERTAS GIRATORIAS  que tanto daño han hecho y hacen a su partido, y a la Izquierda en general, a los que engañan a la ciudadanía prometiendo una cosa y haciendo lo contrario cuando gobiernan ¿es que estos no están bajo sospecha de la ciudadanía? ¿Es que todos estos no perjudican la expectativa del voto del PSOE?

 

Pues eso, SR. Sanchez, ya que ha empezado con la limpieza “bajo sospecha” siga y demuestre que no ha sido para quitarse del medio a su oposición interna y que democráticamente le ha ganado el pulso en MADRID. Si no es así demostrará que lo suyo es una forma de gobernar su “reino” o como mejor lo entienden los ciudadanos, su “chiringuito” para mantener el sillón bien remunerado y recordar a los ciudadanos que el que se mueva no sale en la foto, como otros hicieron no hace mucho tiempo. Los ciudadanos seguiremos la evolución de su responsabilidad en los casos de presunta corrupción de los ERES, etc. Estos casos ya no son sospechas ya que tienen imputados y que sepamos, Tomás Gómez no estaba imputado. Y si de Tomás Gomez tiene más información de la que han dado póngala a disposición de la ciudadanía ya que sino el que estará bajo sospecha será Usted mismo, responsable de la situación que ha creado. Bajo sospecha en este país muchos ciudadanos han sufrido muchísimo y después la justicia demostró que eran inocentes.

 

Mi reflexión no es para defender a nadie sino en defensa de la presunción de inocencia para todos, en defensa del estado de derecho, en defensa de la ética y en defensa de la democracia.

Un Ciudadano

TMC

Tapias propondrá en el Comité Federal del PSOE abortar el pacto antiyihadista

El que fuera candidato a liderar el PSOE José Antonio Pérez Tapias, miembro de la corriente Izquierda Socialista, propondrá en el próximo Comité Federal del PSOE "abortar" el pacto contra el terrorismo yihadista firmado con el PP, por considerar que "no es consonante con un partido de izquierda".

 

Bajo el título "el comité federal del PSOE debe abortar el pacto antiterrorista", publicado hoy en su página de Facebook, Tapias escribe un artículo en el que vincula dicho pacto con una "visión bipartidista de la política española que los acontecimientos dejan atrás" y en el que critica la "contradicción" que sustenta la postura de su partido respecto a la presión permanente revisable.

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eldiario.es