CARTA DE DESPEDIDA
Beatriz Talegón
El atentado del 11M fue la gota que colmó el vaso para dar un paso adelante y comprometerme con un partido político de izquierdas.
En mi familia no había tradición de militancia política, pero siempre me educaron en los valores de la igualdad de oportunidades, la justicia social y, sobre todo, me enseñaron a defender aquello que creía justo aunque pudiera perjudicarme hacerlo.
En mis padres encontré siempre los referentes de estos valores. Trabajadores, honrados y sensibles. Nunca me faltó de nada gracias a su esfuerzo diario. Me enseñaron a ser trabajadora y agradecida.
Por eso hoy quiero darle las gracias al Partido Socialista. Desde que comenzó este camino he aprendido mucho, he tenido la suerte de conocer a personas maravillosas que formarán parte de mi vida, he vivido experiencias que han marcado de manera indeleble mi compromiso con la justicia social y me han situado de manera irrenunciable con los que sufren. Durante los años de militancia he peleado, siempre democráticamente, he aprendido a defender mis razones con argumentos; a escuchar a los demás; a consensuar.
He descubierto distintas realidades porque para mí la política es la herramienta para transformar la realidad, no un fin en sí mismo. Y por eso he procurado siempre conocer los problemas para encontrar sus soluciones.
He tenido el honor de representar a millones de jóvenes en todo el mundo, defender sus luchas, compartir sus sueños. He tenido la gran oportunidad de trabajar codo con codo en distintos idiomas, con distintas maneras de entender una misma realidad, descubrir culturas, religiones, historias de países.
He descubierto el encanto de la política en todas sus esferas: desde la magia de lo local hasta lo maravilloso de lo global. Se ha marcado en mi el internacionalismo (y la solidaridad internacional) como la única vía posible para hacer del mundo un lugar donde todos vivamos sin explotar ni ser explotados.
He sufrido las bajezas del politiqueo, las mentiras, los ataques indiscriminados, el "cuerpo a tierra que vienen los nuestros". He sentido soledad, miedo, tristeza, incomprensión, a veces rabia y sobre todo, el fantasma de la desconfianza que todo lo cubre donde hay poder. He aprendido a defenderme con la verdad, los argumentos y la justicia.
He vivido en los últimos años varias vidas enteras. Asomándome al abismo de las miserias más oscuras de personas que han tomado decisiones sin corazón; y al océano infinito de enormes corazones llenos de amor y paciencia.
Con estos últimos me quedo. Con la convicción de que la política sin amor es simplemente un asqueroso juego de poder que no me interesa. Dejo hoy la que ha sido mi casa política durante estos años. Pero no dejo a los que siempre serán mis compañeros, esa familia socialista que he tenido la suerte de conocer. La que es generosa, abierta, honesta y valiente.
La otra, la que también dice llamarse así, pero que solamente busca el poder para asegurarse a través de la política una posición de malentendida superioridad, no me interesa. No tiene sentido dar la batalla de manera continua porque esa no es la manera de cambiar el mundo que yo concibo ni que yo quiero compartir.
Me he empeñado, quizás demasiado tiempo en intentar cambiar las cosas desde dentro. He defendido el republicanismo abandonado por este partido y utilizado a conveniencia cuando ha sido el momento adecuado sin profundizar; he defendido la democracia interna mientras he comprobado las trampas continuas, el ninguneo sistemático y la protección de la dirección a los tramposos en lugar de a los ultrajados; he vivido un partido político absolutamente vacío de ideas políticas, de formación, de criterio; un partido ahogado por su actitud nihilista y arrodillado al marketing capitalista que trata a la ciudadanía (y a la militancia) como si fuera idiota por sistema. He denunciado los abusos cometidos cuando de quitarse del medio a compañeros válidos se trataba; he exigido que fueran apartados los corruptos, los impostores, viendo como eran cada vez más ensalzados.
He visto cómo se repiten argumentarios sin sentido, cómo los grupos se cierran para aplaudir muy fuerte acallando las posibles críticas. He experimentado cientos de veces la estrategia de aislamiento a quienes vienen aquí a servir y no a servirse.
Pero a pesar de todo esto, una parte de mi seguía convencida de que dando la batalla cada día, en cada trinchera, se podría avanzar.
Desgraciadamente lo sucedido en Grecia ha levantado las faldas de la socialdemocracia europea. Ha mostrado de forma evidente que la Gran Coalición es una realidad. Quienes dicen defender a la ciudadanía le han dado la espalda al gobierno que ha luchado por la dignidad de su pueblo.
La actitud del PSOE ha sido embustera, jugando con los mensajes para no decir nada, sin atreverse a defender la dignidad de un pueblo sometido a una trampa mortal. Este partido, que decía arrepentirse de la modificación de la Constitución Española en su artículo 135 ha demostrado que, llegado el caso, lo volvería a hacer: volvería a someterse a los dictados de la troika (los mercados financieros insaciables) y dejaría a la ciudadanía con la boca cerrada aplicando recortes. Este partido ha vuelto a tropezar en la misma piedra, y esta vez la ciudadanía griega les ha dado una lección.
Que el Presidente del Parlamento Europeo, máxima autoridad de la cámara democrática por antonomasia se atreva a preferir un gobierno de tecnócratas en Grecia ha sido el mayor insulto que un socialdemócrata podía escupir. Su campaña indigna del miedo, su posicionamiento sin fisuras junto a la derecha más radical ha dejado claro en qué lado se posicionan.
La actitud del PSOE ha demostrado que se trata de un partido que no es Socialista, que no es obrero y que, desde luego, no cree en la construcción de una Europa social y basada en la justicia y la dignidad de su ciudadanía. Ha insultado al Presidente del gobierno griego, le ha tratado de culpar de las trampas y tropelías que los gobiernos anteriores cometieron (entre ellos el PASOK) y nos ha insultado a todos los socialistas.
La gota que colma el vaso se llama engaño sistemático, se llama gran coalición. Se llama políticos apoltronados que no miran más allá de lo que les genere réditos directos sin arriesgar lo más mínimo en beneficio de los más necesitados.
Me marcho agradecida. Sin rencor. Sin deudas. Con un enorme cariño hacia quienes me han demostrado su integridad. Con mis manos tendidas para trabajar con integridad, amor y sobre todo, con la autenticidad de la izquierda.
Mi compromiso, más fuerte que nunca, por la consecución de los ideales defendidos con los valores firmes: igualdad de oportunidades, solidaridad, libertad.
Salud y República.
Beatriz Talegón
7 de junio de 2015
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