Rajoy, Guindos y las malas influencias
A cualquier otra persona, las ásperas palabras pronunciadas por el actual presidente del Eurogrupo le hubieran hecho sonrojar. Pero Mariano Rajoy probablemente ni siquiera se ha inmutado, dada su legendaria maestría en la práctica del dontrancredismo.
Jeroen Dijsselbloem sugirió al jefe del Gobierno español que dedique a la lucha contra el paro los denodados esfuerzos que viene desplegando para colocar en su silla a Luis de Guindos. Aunque sólo sea porque a él le queda todavía casi un año de mandato.
Al holandés han debido de olerle a cuerno quemado las presiones de Rajoy a sus colegas europeos para birlarle tan apetecible cargo, cuando Dijsselbloem ni siquiera ha decidido si se presentará a la reelección. Y de ahí la indudable brusquedad con que ha reaccionado.
Para Rajoy, poner a Luis de Guindos al frente del Eurogrupo sería un trofeo de caza mayor, que podría exhibir ante quienes critican los magros resultados de sus dolorosas políticas de ajuste. Sobre todo por lo que a la creación de puestos de trabajo se refiere.
Una prueba de la esterilidad de esas políticas la dieron a principios de semana los servicios públicos de empleo, al desvelar un aumento del paro y una caída de la afiliación a la Seguridad Social en agosto, que dejan en evidencia el discurso triunfalista del Gobierno.
Las “vigorosas raíces” de las que presume Rajoy cuando alude a la recuperación no las ve por ninguna parte ni siquiera la OCDE, cuyo último informe advierte que la economía no saldrá del pozo mientras se sigan adoptado medidas depresivas de la demanda.
La OCDE menciona en concreto la reducción de los salarios, evidente para todo el mundo menos para el presidente de la CEOE, que ayer vino a decir sin inmutarse que es simplemente una falacia. Dando así la impresión de que vive en la Luna en vez de en España.
Ese informe de la OCDE, tan atinado como tardío, es un misil en la línea de flotación de las reformas llevadas a cabo en el sur de Europa por imposición de Alemania y de Bruselas. Y, en particular, de las que con genuino ardor ha aplicado el equipo económico de Rajoy.
¿Para que se hizo la reforma laboral sino para desarmar a los trabajadores frente a la oleada de recortes laborales que se avecinaba, entre ellos los de los salarios? Había que abaratar a toda costa la mano de obra y ésa fue la herramienta que se entregó a los empresarios.
Hoy ganamos menos y nuestro empleo, si lo tenemos, es de peor calidad; pero la economía no arranca porque no hay dinero para comprar tanto como comprábamos antes. Y porque el motor de las exportaciones muestra serios síntomas de haberse gripado.
A este callejón de incierta salida nos han llevado Rajoy y su ministro de Economía. Sí, ése que, no contento con dejar España patas arriba, aspira ahora a extender desde la presidencia del Eurogrupo el ámbito de sus malas influencias.
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