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Izquierda Socialista de Valladolid en la defensa de los Servicios Públicos

8 DE MARZO

El ejercicio de las virtudes cívicas, entendiendo por tales el amor por la igualdad ( Montesquieu,“ El Espíritu de las Leyes”) es más necesario allí donde las relaciones personales históricamente desiguales requieren de su práctica, y es que un análisis de la situación de la mujer a lo largo de la historia nos llevaría a reflexionar sobre cómo los seres humanos han creado a lo largo de su existencia relaciones jerarquizadas y de sometimiento o subordinación, más aún cuando durante siglos la mujer ha sido considerada como un ser digno de la tutela patriarcal como si de un eterno menor de edad se tratara. Es precisamente en este ámbito donde un discípulo de Jeremy Bentham, Jonh Stuart Mill, impulsa en su obra “ El sometimiento de la mujer” (1869) un sentimiento feminista que aboga por la igualdad de géneros y el derecho de sufragio de la mujer para acabar con toda la traba legislativa discriminatoria.

 
No obstante, a pesar de la importancia de esta obra para el movimiento sufragista, cabe destacar la figura de Aristófanes (450 a.c.-385 a.c.) como pionero de estas pretensiones igualitarias, siendo Lisistrata la primera obra de la literatura clásica que reivindica el derecho de las mujeres a participar en la toma de decisiones que afectan a toda la ciudadanía como es, en el caso de esta obra, la declaración de guerra,y es que su protagonista, Lisistrata, confiando muy poco en el destino que los hombres están llevando a Grecia y temiendo unos efectos desastrosos para la misma, consideró que correspondía a las mujeres tomar la iniciativa y, de esta forma, convence a todas ellas para que adopten una actitud pasiva ante sus maridos negándoles todo encuentro carnal como medida de presión para obtener una declaración de paz. Así, en este sentido, bajo el ánimo de practicar la virtud cívica y política ,la fuerza de las pasiones debe quedar supeditada a la fuerza de la razón, y es que debemos de ser conscientes de que hombres y mujeres somos iguales en dignidad y derechos, pero desiguales en cuestiones diferenciadoras que bien merecen un trato legislativo de ese carácter, como puede ser, por ejemplo, la declaración de nulidad de los despidos a mujeres embarazadas, ya que la salvaguarda de los derechos laborales y de la maternidad deben ser prioritarios frente a medidas arbitrarias y discriminatorias por parte del empleador.
 


Sin embargo, hay ocasiones donde la fuerza de la ley no es suficiente para corregir definitivamente todas aquellas desigualdades de poder, y es que la erradicación definitiva de la violencia de género exige una intervención conjunta de las funciones punitivas y preventivas, y es precisamente en esta última donde la educación juega un papel fundamental para la construcción de una sociedad de hombres y mujeres libres e iguales en derechos y oportunidades.
 


Es evidente que, a pesar de los avances, aún queda camino por recorrer en esa búsqueda de la igualdad de géneros, pero la labor de mujeres heroicas como nuestra Clara Campoamor hubiera encontrado más obstáculos si el grupo de hombres concienciados, como lo fueron Jonh Stuart Mill y Aristófanes, no hubieran mostrado su posición de parte junto a la mujer, y es que los amantes de la igualdad y de la Justicia no tiene sino en esta causa su lugar.
 

José Luis Garrido García

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