LA NECESARIA REVOLUCIÓN EN LOS PARTIDOS POLÍTICOS
15 de diciembre de 2010 a las 20:17
José Luis Uriz
En los últimos tiempos, quizás porque mi “tema” dentro del PSOE me ha hecho estar más atento a estas cuestiones, he tenido conocimiento de numerosos casos de respuestas pura y duramente disciplinarias a lo que debiera ser exclusivamente un debate político claro y transparente.
Siempre he denunciado la situación en el interior de los partidos políticos -de todos ellos- en lo que se refiere a la falta de democracia interna. Los partidos nacieron en el siglo XIX y prácticamente no han evolucionado nada en esta cuestión. Se han convertido en una maquinaria electoral desideologizada en la que prima exclusivamente la disciplina -sumisión en mi opinión-, cercenando cualquier debate, cualquier disidencia que pueda suponer un peligro para las élites que los dirigen, aunque generalmente la disfracen con el ropaje de que eso debilita al partido y es castigado electoralmente por la sociedad.
Es probable que esto último sea cierto, ya que la sociedad actual aunque siga considerando a los políticos como uno de sus mayores problemas, castiga cuando en el interior se manifiestan riquezas ideológicas, debates enriquecedores. Esa contradicción es utilizada por sus dirigentes para cortar de raíz cualquier disidencia, cualquier discrepancia con el poder establecido, utilizando un instrumento cruel y deleznable que se conoce como “medidas disciplinarias”. Al principio como amenaza y a la larga con su aplicación estricta.
Por eso en los Estatutos que rigen su vida interna y externa, el apartado disciplinario es el más extenso. En lo que conozco tengo la sensación que todos ellos son claramente inconstitucionales, infringiendo muchos de los derechos básicos contemplados en nuestra Constitución. Lo normal debiera ser que un afiliado tuviera los mismos derechos como ciudadano que como militante, y que las normas básicas que rigen la vida fuera de los partidos fueran de aplicación también dentro.
Lamentablemente eso no es así, y por eso en los últimos tiempos conflictos que debieran ser solucionados en clave interna trascienden al ámbito judicial. Qué mal está esto cuando ocurre una circunstancia así. Quizás sea este el momento, aunque sólo fuera para recuperar la confianza perdida en el seno de nuestra sociedad, de poner fin a esta situación y emprender una profunda transformación de los Partidos Políticos en nuestro país. Quizás el primero que tenga el valor de hacerlo acabe teniendo un plus electoral inesperado.
Conseguir que dejen de ser una maquinaria al servicio de sus dirigentes, una fuente de empleo que genera dependencia a quien tiene el poder de repartirlo, que conviertan sus paredes de acero en cristales transparentes, con una mayor democracia interna, fomentando la libertad de expresión, debates activos, rotación constante en su dirección, incompatibilidad de cargos, límite de mandatos, listas electorales abiertas, etc., etc. Que se conviertan realmente en instrumentos al servicio de la sociedad, en los que cualquier cargo suponga un esfuerzo y no una prebenda.
Quizás sea éste el momento de abrir ese debate, dentro y fuera de los mismos, al menos en los de izquierdas como el propio PSOE, con valentía, imaginación y audacia. Partiendo de una base fundamental: que todas las actuaciones disciplinarias abiertas queden en suspenso. Una especie de amnistía política que permita participar en el mismo a todas aquellas personas que tienen algo que aportar. Porque son precisamente éstas, las que han tenido el valor de enfrentarse a los “aparatos”, las que tienen una mayor capacidad intelectual y por eso están en esa situación. Probablemente lo más valioso de cada partido haya estado o esté bajo el peso de esa terrible disciplina interna.
Somos más quienes estamos a favor de esa profunda reforma. Los que apostamos porque el aire fresco inunde sus salas y despachos, que sean los más valiosos, quienes más valía intelectual e ideológica tengan y no los más serviles, lameculos, burócratas vulgares, los que dirijan estas naves. Somos más quienes desde la base -porque la base es inmensamente mayor que las cúpulas dirigentes- estamos exigiendo esos cambios, y quizás sea bueno y saludable que una profunda revolución interna acabe con el sistema actual.
Ahí estamos, ahí estaremos, ahora sólo falta que más se unan a esta cruzada. La política y la sociedad necesitan de esa revolución.
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