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Izquierda Socialista de Valladolid en la defensa de los Servicios Públicos

La incomodidad


FERNANDO COLINA/Psiquiatra


MUCHAS mañanas a primera hora, cuando me dirijo a la consulta en La Victoria, me cruzo con un grupo de deficientes frente al centro de Asprona. Entre saludos y ánimos de los monitores suben con singular torpeza a un autobús que les espera. El chofer les conduce a distintos talleres donde, sintiéndose útiles, pasarán el día entretenidos en múltiples tareas. La familia, mientras tanto, acude tranquilamente al trabajo o sestea.
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Este idílico panorama, que lógicamente tendrá sus sinsabores e insuficiencias, me recuerda siempre que el otro gran grupo de minusválidos psíquicos, del que nos ocupamos, el de los psicóticos, no tiene autobuses ni monitores ni talleres. Bueno, exagero un poco, tiene un único centro ocupacional en el Consorcio Doctor Villacián, de 26 plazas, y las que ofrece con ánimo encomiable la asociación de familiares El Puente. Esto es todo. Aunque si vive en Canalejas o Melgar de Abajo que no sueñe con la posibilidad de ser trasportado a la ciudad. Cualquier enfermo es trasladado a diario si lo necesita para rehabilitarse, pero si en su ficha pone esquizofrenia, paranoia, trastorno límite o bipolar, su derecho es mucho más discutible. La Psiquiatría incomoda.
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Este año se cumplen treinta de la reforma psiquiátrica en Valladolid. Desde que se inauguró el actual Hospital Psiquiátrico, en 1975, se han dado muchos pasos y estamos a punto de dar otro que puede resultar definitivo sobre el curso que en el futuro siga la asistencia. Los servicios del Consorcio, dependientes principalmente de la Diputación Provincial, van a ser trasferidos al Sacyl. La pregunta que se hacen todos los técnicos del Consorcio, que saben lo que se traen entre manos, es si el Sacyl cuenta con un modelo de gestión adaptado a las necesidades psiquiátricas. Pues, en principio, la Psiquiatría pasa a depender de las gerencias de los dos grandes hospitales de la ciudad como una especialidad más, lo cual está muy bien y muestra a las claras el avance que se ha dado a la hora de su reconocimiento, pero tampoco hay que dejarse engañar, pues no es una especialidad como las demás. Todos los jefes de servicio del resto de las provincias de la región se quejan de lo mismo. Pese a la buena voluntad de los gerentes, la cosa no avanza porque no encaja en sus patrones de gestión. La Psiquiatría incomoda. No cabe en la misma lógica que la Cirugía, la Cardiología o la Oftalmología. Una especialidad donde los ingresados solo necesitan la cama para dormir, donde los pacientes más graves se resisten a ser atendidos, donde la atención social y sociosanitaria están presentes desde el inicio de la enfermedad -no solo en sus secuelas- y donde la buena coordinación de todos representa el componente principal de la calidad que finalmente se presta, no es una especialidad cualquiera. Así lo han entendido en otras comunidades autónomas.
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El Sacyl se va a encontrar con grandes dificultades. En primer lugar, tendrá que afrontar un acontecimiento social de primera importancia, como es que a los vallisoletanos les haya dado por ir al centro de salud mental con una asiduidad insólita. Durante el año 2004 han acudido por primera vez a las consultas alrededor de 4.500 personas, manteniendo de este modo el mismo ritmo que años anteriores. Esto quiere decir que en diez años han desfilado por los ambulatorios cerca de 50.000 consultantes distintos, que si se tiene en cuenta que la población de más de 18 años ronda los 440.000 habitantes, tenemos que durante el último decenio casi el 12% de la población adulta ha ido al psiquiatra o al psicólogo, que ya es decir. Esta moda, o esta necesidad, satura los centros de salud, que apenas dan de sí para ofrecer revisión a los pacientes más allá de la primera consulta, a la que se idolatra por parte de los responsables administrativos porque reduce las listas de espera tal y como están diseñadas, ignorado que eliminarlas puede ser un espejismo, pues en el campo psiquiátrico suelen ser más importantes la segunda y la tercera citas. Además, estos pacientes, por ser grandes consumidores de atención, desplazan a las patologías graves, que ya por su parte hacen todo lo posible por no ir a consulta. Por otro lado, el Sacyl deberá cuidar con suma diligencia que el programa actualmente en marcha de atención a las patologías más severas no se malogre. Es el más sensible a cualquier cambio de modelo o dificultad de gestión. Basta que el jefe del equipo se distraiga en su liderazgo, que un médico remolonee algo, que el psicólogo se ponga puntilloso o que el enfermero y el trabajador social tengan un encontronazo, para que todo se venga abajo. Como lo hace, igualmente, si las administraciones sanitaria y social no funcionan de modo armónico y fluido, y se deja todo al albur de que Pedro y Juan se lleven como dios manda. En este momento hay registrados unos seiscientos pacientes, de los cuales aproximadamente cien necesitan atención semanal con distintas intensidades.
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Por último, habrá que tener en consideración que no hay ni una plaza residencial en la provincia. No hay lugar donde alojar largamente a pacientes que lo necesitan, que son pocos pero que están permanentemente presentes en la conciencia de las familias y en el trabajo de las comisiones sociosanitarias que, por mucho que se reúnan, al final no saben qué hacer con esos enfermos. Los pisos que gestiona el Consorcio no son suficientes y, sobre todo, no pueden acoger a psicóticos que creen problemas de convivencia o que precisen una atención continua. Y lo mismo cabe decir en el ámbito de la ocupación con que iniciaba este artículo. El enfermo psíquico grave lo que necesita, tanto o más que medicarse, es un lugar donde pueda tener una actividad que, por supuesto, debe de ser remunerada, porque el salario cura.
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Hay motivos, por lo tanto, para que todas nuestra miradas se dirijan al Sacyl en estos momentos. ¿Sabrá desarrollar el modelo de gestión más conveniente? ¿Pondrá los servicios bajo la tutela de quienes se comprometen de verdad con la asistencia pública? ¿Nos aplastará su burocracia hasta hacernos polvo? ¿Vencerá la incomodidad intrínseca de la Psiquiatría? ¿Comprenderá a tiempo que trasformar el Consorcio en una Unidad de Gestión quizá sea la solución más inteligente desde todos los puntos de vista?

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