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El PSOE y el Trilema de Münchhausen

JOSÉ ANTONIO PÉREZ TAPIAS

<p>Susana Díaz y Pedro Sánchez</p>

Susana Díaz y Pedro Sánchez

LUIS GRAÑENA
10 DE JULIO DE 2016

 

El Partido Socialista intenta algo parecido a lo que se nos narra en el delicioso librito Las aventuras del Barón de Münchhausen. Entre éstas es especialmente recordado el pasaje en el que el barón, en un trance de sus aventuras bélicas contra los turcos, cayó a un lodazal, sin otro recurso para salir del mismo que tirar de sus propios cabellos, lo cual, en el fantasioso relato dieciochesco, acabó siendo operación tan exitosa que el noble consiguió no sólo salvarse él, sino salvar también a su caballo, quedando así acreditada la resistencia de su propia cabellera. Es cierto, sin embargo, que hay cosas que sólo pasan en los cuentos, o en su equivalente contemporáneo de los relatos de ciencia ficción.

 

¿De qué intenta salvarse el PSOE tirando de sus figurados cabellos propios? Es muy compleja y está plagada de cortantes aristas la situación en que se mueve el más que centenario partido que en España ha representado la tradición socialista. La verdad es que no sorprende que se haya visto arrojado a un pozo del que no es fácil salir, pues si la clamorosa pérdida de votantes no hace sino verificar el deslizamiento hacia un fondo que aún podría hundirse más abajo, lo peor de tan tenebroso lugar es que en él se pisa sobre el embarrado suelo de las propias contradicciones. El peligro es que el mucho patalear en él a causa de un desconcierto rayano en el pánico puede provocar un verse cada vez más atrapado en esas oscuras arenas, en vez de lograr salir de ellas emulando al envidiado barón.

 

La verdad es que el PSOE afronta un endiablado trilema, que recuerda a ese otro al cual el filósofo Hans Albert le dio precisamente el nombre de “trilema de Münchhausen", refiriéndose con él a las salidas en falso que se pretenden cuando se trata de fundamentar el conocimiento: no valen ni un regreso al infinito al remitir indefinidamente una premisa a otra, ni un círculo lógico que siempre sería vicioso, ni un cortar por lo sano zanjando dogmáticamente la cuestión. Para Albert pretender una fundamentación última de un conocimiento verdadero es tarea imposible, y ya podría tirarse de los pelos todo cuanto quisiera el barón de turno, que no haría más que acentuar su inmersión en un escepticismo irresoluble. ¿Le pasará eso al PSOE? ¿Cuál es su trilema, que, como la denominación indica, es más y peor que un dilema?

 

Una primera posibilidad, que es la que precisamente el PSOE ha ratificado en su último comité federal, recogiendo lo que venía diciendo en campaña electoral, es mantenerse indefinidamente en el “no” a la investidura al candidato del PP para la presidencia del gobierno. Sin duda, es posición coherente, y se refuerza encadenando los motivos para la negativa. La cuestión que surge, no obstante, es si el PSOE la podrá mantener indefinidamente, pues surgen dudas en la opinión pública acerca de su capacidad de resistencia. Una negativa que no sea capaz de disipar dudas respecto a ella se convierte en factor de desgaste; por ello, si no se sale de ahí, puede derivar tal posición un extremo del trilema, es decir, una salida que comporta alguna contradicción con consecuencias negativas.

 

Una segunda posibilidad, o segundo “cuerno” del trilema que el Partido Socialista afronta, es la relativa a la abstención a la que pueden empujarle las evidentes presiones ejercidas desde fuera y desde dentro del mismo partido, con la cual, tras haber dado un “no” al candidato de la derecha, acabaría cediendo para su investidura atendiendo a invocaciones (de ninguna manera indiscutibles, sino todo lo contrario) a la “responsabilidad de Estado” o al “interés de España”. Cualquier observador atento a la dinámica del PSOE puede certificar por adelantado el coste negativo de tal opción, que lleva a calificarla como mala salida: a la tremenda dificultad de convencer a propios y ajenos de la conveniencia y justeza de dar el salto desde un enfático “no es no” a una vergonzante abstención que no salva la coherencia, se añade el hecho de contribuir a que se perciba la posición socialista como connivente con el PP, dejando libre un amplio campo de oposición que otros, como Podemos, ocuparían de inmediato.

 

La tercera, que ciertamente aparece como “cuerno” del trilema que ensarta mortalmente a quien no se mantenga a distancia, es la posibilidad de acabar propiciando unas terceras elecciones. Es lo que puede ocurrir por sostener que al candidato popular no se le apoya ni por activa ni por pasiva, si éste, como consecuencia de ello –aunque no sea exclusivamente por el PSOE, se le apuntará a su cuenta-, no logra la investidura, produciéndose una nueva situación de bloqueo institucional. El mero mentar unas terceras elecciones provoca tales temores en todos que bien se puede pensar que en ese caso se trata de una especie de inédito horror vacui, ya que es una excepción, toda vez que en política se ocupa de inmediato cualquier vacío que se produzca. En tan insólitas circunstancias como las actuales, nadie quiere imaginarse en esa situación, la cual se vislumbra como catástrofe política por las imprevisibles reacciones que pueda tener el electorado convocado a votar de nuevo. Se teme sobre todo el vacío que en torno a él tendría que soportar el partido sobre el que recayera la acusación de culpabilidad por haber permitido llegar a tal extremo. Y al PSOE le tiemblan sus más profundas entretelas al verse con muchas cartas para que le tocara tan horrible papel.

 

Con estas tres posibilidades sobre la mesa, no hay solución para el trilema, que por eso es tal. Sucede entonces que el PSOE, con su secretario general a la cabeza, echa el resto intentado la operación del barón: escapar de la encerrona tirándose de los pelos. Es así como defiende simultáneamente el “no” a apoyar en la investidura al candidato popular, no a la abstención y no a terceras elecciones. Pero cualquiera sabe que esas tres cosas a la vez es algo imposible, de ahí el escepticismo ante la solidez del “no”, la desconfianza ante la negativa incluso a la abstención y la seguridad de que se huye ante la expectativa de nuevas elecciones. Es decir, en el orden factual de la política, digan lo que digan otros barones y baronesas, no hay lugar para un exitoso barón de Münchhausen. ¿Está todo perdido para el PSOE, sin alternativa frente a esas tres malas salidas que tan terrible trilema supone?

 

Quizá convenga tener en cuenta que las tesis del falibilismo ilimitado de Albert no sólo han sido discutidas, sino que han recibido interesantes respuestas que apuntan a una alternativa al trilema que él planteaba respecto a la imposible fundamentación última en cuanto a pretensiones de conocimiento verdadero. Tal como estaba expuesto, el trilema es sin salida, pues todas comportan contradicciones o negatividades que las invalidan. La cuestión estriba en presentar una alternativa más allá de las salidas dibujadas, una alternativa en un plano distinto, como intentó, por ejemplo, Karl-Otto Apel con una fundada justificación de las pretensiones de verdad desde una órbita distinta, teniendo en cuenta los insoslayables presupuestos con que operamos en la misma comunicación lingüística, incluso para formular la crítica a las falsas vías de fundamentación señaladas por el trilema de Albert. Por tanto, salvando las distancias…, la cuestión para que el PSOE, y con él otras fuerzas políticas, no se vea mortalmente atrapado en el trilema que le afecta pasa por presentar una alternativa.

 

La alternativa posible no es otra que darle consistencia al “no” que se defiende contra un candidato del PP, desde presupuestos ético-políticos ineludibles en una democracia constitucional. Es decir, la exigencia de no apoyar al candidato de un partido que no sólo pretende seguir aplicando políticas antisociales y autoritarias, sino que no muestra voluntad de hacer frente efectivamente a la corrupción que le afecta, implica que las razones del “no” se asuman de manera consecuente y dinámica.

 

Decir “no” al candidato de esa derecha no debe ser mero paso táctico o una posición de coyuntura a la espera de nuevas condiciones, sino una cuestión de principios susceptibles de ser compartidos por un amplio espectro del arco parlamentario. Y es a ese espectro al que el candidato socialista, si se llega a constatar que el candidato Rajoy no obtiene una mayoría suficiente, ha de dirigirse apelando a las razones de dignidad democrática que avalan un “no” que al presentar de nuevo su candidatura para la presidencia del ejecutivo se transformaría en un “sí” a un gobierno alternativo. El trilema de Münchhausen, sin ilusorias cabelleras, podría ser así superado, salvo que un ataque de resignación atenazara a la izquierda y a otras fuerzas políticas de manera que no nos libráramos de hundirnos en el lodazal. Pero posible alternativa, ¡claro que la hay!

 

 

AUTOR

  • José Antonio Pérez Tapias

    Es miembro del Comité Federal del PSOE y profesor decano de Filosofía en la Universidad de Granada. Es autor de Invitación al federalismo. España y las razones para un Estado plurinacional. (Madrid, Trotta, 2013)

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