Un paso adelante
ANTONIO GARCÍA SANTESMASES
Este lunes 2 de junio la Comisión Ejecutiva Federal del PSOE ha aprobado una resolución favorable a la participación directa de los afiliados en la elección del secretario general del partido. Son varios los posibles candidatos que van apareciendo ante la opinión pública (Eduardo Madina, Carmen Chacón, Pedro Sánchez, Susana Díaz); el sábado 31 de mayo dio un paso adelante otro candidato, menos conocido, portavoz de Izquierda Socialista, José Antonio Pérez Tapias. Vayan estas reflexiones apresuradas, ¡y a qué negarlo llenas de emoción!, como apoyo al compañero que se lanza a esta aventura.
Me gustaría comenzar contestando a una pregunta: ¿por qué se milita en un partido político? Muchos contestarán que para ejercer un cargo público y no cabe duda que son muchos los militantes de un partido político que en algún momento de su vida han ejercido de concejales, de alcaldes, de diputados, de miembros de un gobierno autonómico o han ejercido cargos en la administración del Estado. Pero es evidente también que en los partidos grandes los cargos públicos siempre serán una minoría dentro del conjunto de los afiliados. Para muchos vincularse a una organización es algo distinto que sólo se puede explicar desde los sentimientos y los valores que se comparte.
Los afiliados son llamados a colaborar en las campañas electorales, a repartir propaganda, a acudir a los grandes mítines, a representar al partido como interventores o como apoderados en las campañas electorales. ¿Nada más? También pueden acudir a actos en su barrio, a charlas en su agrupación, y a la elección de delegados que los representen en los congresos del partido. La novedad que se introduce, y es de suma importancia, es que en esta ocasión pueden participar en la elección directa de su secretario general.
Optar por ese mecanismo tiene sus ventajas y sus inconvenientes, sus luces y sus sombras. La ventaja inequívoca es que llama a la participación directa de los afiliados en un tema decisivo; el inconveniente estriba en que puede abonar todavía más la deriva presidencialista a la que se ve condenada cada vez más la democracia representativa. Nuestra democracia es parlamentaria pero desde el partido grande hasta el más pequeño todos los candidatos insisten en que se sienten presidentes del gobierno. Elegimos diputados a un parlamento pero actuamos como si eligiéramos directamente al presidente del gobierno. Otro día volveré sobre las consecuencias negativas de este presidencialismo pernicioso.
El hecho es que, tras la convocatoria del congreso extraordinario por parte del la Comisión Ejecutiva Federal del PSOE, se abre una oportunidad para que las bases del partido puedan escuchar y debatir con los distintos candidatos acerca de sus propuestas ante la situación actual: ¿cómo hemos llegado a esta situación?; ¿cuáles son las causas del malestar que ha penetrado en tantos sectores de nuestra sociedad?; ¿cómo afrontar los retos del futuro?
Hemos llegado a esta situación de angustia e incertidumbre porque los resultados electorales muestran que hay una gran crisis del proyecto socialista. El Partido popular ha perdido muchos votos desde noviembre del 2011 pero todavía no ha cuajado nada a su derecha y sigue teniendo la posibilidad de alcanzar acuerdos con un partido liberal que puede surgir de una coalición entre UPyD y el partido de los Ciudadanos. Mucho más complicada es la situación del PSOE, donde a su izquierda van creciendo los nacionalismos, emerge Podemos y se produce un ascenso de Izquierda Unida.
En esta circunstancia son muchos los que hablan de crisis del bipartidismo. El término es muy equívoco porque desde el comienzo de la transición lo que ha habido es cuatro partidos estatales -AP, UCD, PSOE y el PCE- y dos fuerzas nacionalistas ( CIU y PNV). Suarez no logró ni consolidar la UCD ni articular una fuerza liberal entre el Partido Popular y el PSOE. Anguita sí logró hacer crecer a Izquierda Unida en torno a una cifra parecida a la que hoy suman Podemos y la actual Izquierda Unida.
En esa circunstancia imaginemos un resultado de la suma de Podemos e Izquierda Unida superior a la que consiguió Anguita y una caída del Partido Popular en las próximas elecciones. Es previsible que si el Partido Popular no logra alcanzar una mayoría con UPyD (más Ciudadans) sean muchas las voces que reclamen una salida a la alemana para preservar la unidad nacional, el euro y la corona. De ahí la necesidad de mantener abierta la hipótesis de la gran coalición, sugerida por Felipe González, y de tener controlado el liderazgo del Partido Socialista.
Que esta sea la perspectiva de fuerzas económicas, mediáticas y políticas no es sorprendente; son maniobras de palacio que se dan en toda democracia; el obstáculo ante el que se encuentran es que no se sabe qué piensa de todo esto la militancia socialista. Por ello algunos pensaron que la mejor formula para tener manos libres y actuar según conviniera en cada momento era buscar una elección por aclamación de la secretaria general del PSOE andaluz, apoyada por distintos líderes regionales.
La solución ha fracasado porque, es de sentido común que si la situación es tan grave, es imprescindible contar con un secretario o secretaria general con plena dedicación al liderazgo que tiene que asumir. Ello es incompatible con ejercer la presidencia de Andalucía.
Al fracasar esta opción solo cabe que los candidatos se pateen las agrupaciones y den respuesta a las dos interrogantes que se abren ante nosotros. ¿Por qué hemos llegado hasta aquí? Y, ¿qué debemos hacer? El motivo del desconcierto está, entre otros, en el brusco giro de la política del gobierno de Zapatero a partir de mayo del 2010. Giro que no implicó únicamente golpear a los derechos sociales, recortar los salarios de los funcionarios, congelar las pensiones y reformar el mercado laboral. Implicó también reformar la constitución del 78. Hubo algunos diputados socialistas que se opusieron a este giro. Algunos figuraban en las listas socialistas como independientes como era el caso del anterior secretario de CCOO; otros eran militantes socialistas, eran miembros de Izquierda Socialista y no secundaron al presidente del gobierno en su decisión, no ampararon la reforma del artículo 135. Fueron excluidos de las listas. Entre ellos ( Juan Antonio Barrio, Manuel de la Rocha) estaba José Antonio Pérez Tapias. Pérez Tapias no sólo no secundó aquella decisión sino que argumentó por qué era un error profundo desde un punto de vista democrático.
Un militante del PSOE escribía a un diario madrileño una carta donde pedía a los distintos candidatos a la secretaria general del PSOE que se pronunciaran acerca de los desahucios, de la reforma laboral, del Euro, o del derecho a decidir; todas esas interrogantes están contestadas en los escritos de Pérez Tapias. Al dar un paso adelante Pérez Tapias se presenta con una reflexión política desparramada durante años en infinitos escritos de prensa, en su blog y en múltiples publicaciones donde ha profundizado en los grandes temas que preocupan hoy a las izquierdas: la educación intercultural, la ciudadanía europea, la laicidad inclusiva, la democracia deliberativa, los distintos rostros de la nación y donde, como hace en su última obra, nos ha invitado a pensar acerca del federalismo.
Esa capacidad intelectual, reconocida hace muchos años en la comunidad académica, se ejerce desde una ciudad como Granada, donde los socialistas siempre han contado con grandes intelectuales. Fernando de los Ríos fue diputado por Granada, lo fue también Pedro Cerezo y lo ha sido José Antonio Pérez Tapias. Todos ellos lograron que la combinación entre el alma republicana y el alma obrera pudiera dar al proyecto socialista un sentido. El socialismo es una pasión por la igualdad pero es también una defensa de la libertad de conciencia, de la libertad de cátedra, de la libertad de pensamiento, de la autonomía moral y del derecho a crear y recrear identidades colectivas. Identidades que son en ocasiones culturales, en otras nacionales y en otras religiosas. Pocos pensadores tienen el mundo socialista del fuste del hombre que ha decidido dar un paso al frente.
Pero Pérez Tapias tiene que conseguir los avales para poder acceder a la campaña por la secretaria general del PSOE. Si supera este primer obstáculo tiene una gran posibilidad de explicar cómo debemos afrontar el problema del federalismo, la identidad europea, la combinación entre el reconocimiento de las identidades y la lucha por la igualdad. Argumentos no le faltan pero tiene que superar la barrera, me temo que esos líderes regionales que hablan por todos los afiliados no estarán por la labor. Pero puede que los militantes sí.
Y lo creo por lo que he vivido durante este año. Llevo meses recorriendo España presentando un libro de homenaje -Luís Gómez Llorente: educación pública y socialismo- dedicado al fundador de Izquierda Socialista. En todos los lugares me he ido encontrando con gentes que están descorazonados porque no saben quienes son, qué lugar ocupan en el espectro político; optaron de jóvenes por el socialismo y han vivido tal cantidad de cosas que no saben qué significa hoy ser de izquierdas ni cómo encarar el futuro. Muchos son militantes del PSOE y del sindicato UGT; otros luchadores por la escuela pública; no faltan los defensores de una laicidad inclusiva y los partidarios de un cristianismo de izquierda; unos y otros estaban esperando que alguien encabezara una bandera distinta y diera un paso al frente. Estaban hartos del discurso monocorde de líderes intercambiables. José Antonio Pérez Tapias ha tenido la valentía de dar ese paso. Ahora solo necesita los avales para poder competir. El mío- con toda mi admiración la decisión que ha tomado, consciente como soy de las dificultades que le esperan y de los obstáculos que tendrá que esquivar- ya lo tiene.
Antonio García Santesmases es catedrático de Filosofía Política de la UNED.
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