Un ridículo Cañete, representante de un machismo rancio y casposo
Cañete, un “gracioso” prepotente, siempre fue mediocre y ridículo como político, y lleva muchos años viviendo de los chascarrillos para tapar sus propias carencias. ¿Alguien sería capaz, sin pensárselo mucho, de destacar alguno de sus “éxitos”? Sin embargo todos le identificamos de inmediato con el chiste fácil o con los yogures caducados. Y ese personaje patético, que sólo se pone serio para defender sus intereses privados mezclados con lo público, es ni más ni menos que el candidato número uno del partido del gobierno para las elecciones europeas, y aspirante a ocupar un puesto de relevancia como comisario en la UE. ¿No tenían otro mejor?
En el debate con Elena Valenciano estuvo a su altura, en coherencia con su menguada capacidad intelectual. Obviamente no había preparado su intervención, como en él es habitual, pero ni tan siquiera supo disimularlo, y transmitió la sensación de que es un vago desganado que, eso sí, sabe leer, aunque le falte entonación; al menos entiende su letra, o más bien la de los que le escriben sus discursos.
Pero si estuvo mal o muy mal en el debate, su actuación “estelar” la tuvo al día siguiente, al sacar a relucir un rancio y casposo machismo para justificar su propio fracaso. Cañete parte de un grave error de inicio al creer que se contrapone con el feminismo, y no es así. Mientras que este último persigue la igualdad entre hombres y mujeres, el machismo trata de degradarlas, hasta límites insultantes. Decir que un hombre no debe mostrar su superioridad ante una mujer indefensa, y que por eso ha sido benévolo en el debate, le descalifica personal, intelectual, moral y políticamente para siempre, y no tiene vuelta atrás, por mucho que quiera disculparse o suavizar sus palabras; puede que tenga palmeros que las aplaudan, pero en estos momentos recibe el desprecio de todos en general, y de las mujeres en particular. ¿Es que los políticos no piensan lo que dicen? Más bien en esta ocasión, y que no sirva de precedente, ha dicho lo que piensa; y es que el subconsciente puede gastar estas bromas tan pesadas.
Por eso no ha sido un error involuntario sino una transposición en palabras de sus pensamientos más íntimos, como lo confirma su espontaneidad y naturalidad al expresarlas, dentro de un discurso que se antoja meditado previamente. Y no olvidemos que no es la primera vez que hace aflorar su incorregible machismo; ya en el año 2000, siendo ministro de Agricultura, se atrevió a afirmar que “los regadíos hay que manejarlos como a las mujeres”. Parece todo un caballero, un galán de los de antes, que trata la mujer como un ser inferior, y se siente orgulloso de ello.
¿Y qué dicen las mujeres del PP? Nada, muy poca cosa o miran para otro lado, como ha hecho la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, aparentemente molesta. Eso sí, Ana Botella le justifica; aunque no sabemos que es peor, si las declaraciones machistas de Cañete, o que salga Ana Botella a defenderle.
Una periodista llamada Mariola Cubells Paví escribía en Twitter: “Imaginad a Mccain decir en el debate con Obama: Me contuve para no mostrar superioridad ante un negro. Si acorralas a un negro pareces racista”. Pues eso, a buen entendedor pocas palabras. Convendría meditar un poco más nuestro voto, aunque los rancios machistas de la derecha, que son muchos, votarán al PP por coherencia. Y así nos va.
Fernando de Silva es abogado
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