EL HILO DE CONTINUIDAD
Luís Gómez Llorente acaba de fallecer esta madrugada y me cuesta mucho hablar en pasado, constatando que ya no está entre nosotros. Han sido tantos años de conversaciones, de diálogos, de debates, que cuesta mucho pensar que ya no contaremos con su fina ironía, con su voluntad de trabajo, con su esfuerzo por pensar una y otra vez los grandes temas que le apasionaban: la escuela pública, la ciudadanía, la laicidad, el movimiento obrero, el legado del socialismo democrático.
Comencé a tratar a Luís en los meses del verano del 79, cuando se produjo un debate de enorme intensidad dentro del socialismo español tras la dimisión de Felipe González como secretario general del PSOE. Comienza en aquel verano la primera Izquierda socialista que Gómez Llorente lideró, con Pablo Castellano, Francisco Bustelo y otros muchos compañeros. En las historias oficiales siempre aparecen como la sombra que permite apreciar con mayor nitidez la luz, o dicho de otra manera, como los que encabezaban una alternativa que fue afortunadamente derrotada y permitió el acceso al gobierno años después.
En esas historias oficiales nunca se profundiza en los motivos de aquel debate. Algunos hemos intentado una y otra vez, con escaso éxito, enmarcar el debate de aquellos meses en un contexto más amplio que lo conectara con las grandes preguntas de la izquierda europea: ¿qué relación hay entre izquierda y poder?; ¿hasta dónde debe llegar un partido socialista para alcanzar una mayoría electoral?; ¿qué consecuencias tiene enterrar la identidad ideológica del socialismo clásico?
Son preguntas que una y otra vez aparecen en los textos de Gómez Llorente, en sus conferencias, en sus charlas, en los debates de aquellos meses y en reflexiones producidas años después. Así como en el fragor de la batalla del 79 encontramos un Gómez Llorente muy preocupado por los peligros del electoralismo, del parlamentarismo, del exceso de concentración de poder en una sola persona… Años después esa preocupación se transforma. Aunque fue uno de los artífices de la Conferencia de Organización y Estatutos que legalizaba las corrientes de opinión dentro del PSOE, no quiso seguir en la política institucional, a pesar de poder encabezar la candidatura por Asturias o poder concurrir si lo hubiera deseado en la lista por Madrid. Se retiró de la política institucional, pero no de la actividad política, no volvió a participar en las querellas internas de partido pero nunca abandonó la lucha por el socialismo.
El lugar en el que encauzó su gran saber, su enorme experiencia, su personalidad, fue el mundo sindical. A través de su militancia en la FETE (Federación de Trabajadores de la Enseñanza), logró seguir día a día los debates sobre la política educativa, sobre la enseñanza comprensiva, sobre los problemas de la desigualdad, analizando los avatares del confesionalismo y del neoliberalismo.
Los lectores de Temas para el debate han podido seguir su aportación a todos estos problemas, unido a su combate por el laicismo. Renace ahí el gran filósofo político que logra conectar la crisis de la democracia con la batalla por la tolerancia, la defensa de la autonomía moral con el respeto a la pluralidad de cosmovisiones morales y religiosas. Poco dispuesto a seguir las modas mediáticas, era obsesivo, sin embargo, en conocer la última disposición de los distintos Ministerios de Educación, en analizar el último documento de la Conferencia Episcopal para poder rebatir con rigor la ideología de la nueva conjunción liberal-conservadora.
Han sido muchas las ocasiones en las que hemos ido comentando y analizando todos estos temas. La última ocasión fue la preparación de unas jornadas sobre Laicidad y ciudadanía, organizadas por el Partido Socialista de Madrid, en las que ya no pudo participar.
En las próximas horas, en los próximos días, recordaremos su buen hacer parlamentario, su capacidad reflexiva, sus dotes oratorias, su sentido de la austeridad, su respeto por las ideas ajenas. Todo ello es verdad. Gómez Llorente era un gran parlamentario, un magnífico orador, un profesor sin igual, pero era algo más. Con motivo de la exposición sobre Pablo Iglesias, organizada por la Escuela Julián Besteiro, decía Gómez Llorente algo sobre el fundador del PSOE y de la UGT, decía algo que se le puede aplicar a él mismo: “Si Pablo Iglesias hubiera sido solamente un demócrata, un defensor de los débiles, un pacifista, un defensor del Estado laico, podía haber encontrado curso perfectamente a sus inquietudes dentro de lo que eran, en el esquema de partidos de la Restauración, los partidos radical burgueses. Si Pablo Iglesias hubiera sido solamente esas cosas que he dicho hasta ahora, no habría manera de establecer una diferencia radical con personajes absolutamente nobles como, por ejemplo, Pi i Margall, Azaña o, por referirme fuera de la estricta política, Unamuno”.
Pero añadía Gómez Llorente: “Pablo Iglesias, además del pacifismo y de la democracia, del laicismo y del republicanismo, postulaba un partido de clase y unos sindicatos de clase”. Gómez Llorente era también, en ese sentido, un Pablista convencido. Sería un error, sin embargo, considerar que lo hacía quedando anclado en el pasado sin tener en cuenta el tiempo transcurrido. Para Luís la lectura de los clásicos del socialismo era un ejercicio intelectual que llamaba, que animaba, que incitaba a la reflexión. Por ello, nada mejor para terminar, que recordar lo que decía al presentar una exposición sobre Pablo Iglesias, que organizó en la escuela Julián Besteiro. Se preguntaba Luís: “¿Cuál es el hilo de continuidad con Pablo Iglesias?, ¿por qué estamos aquí esta noche honrándole?” Y contestaba: “Yo estoy seguro de lo que nos une profundamente a Pablo Iglesias, el hilo de continuidad con Pablo Iglesias, es su crítica al concepto liberal de la libertad y de la igualdad. El socialismo surge, desde mi punto de vista, como la crítica a ese concepto liberal de la libertad que había concebido, que había que proteger la libertad de los individuos frente al Estado absolutista y frente a la Iglesia que oprimía las conciencias, y de ahí que toda la concepción liberal camine desde el punto de vista de garantizar los derechos civiles. Pero, el socialismo surge precisamente de una clase que no se siente oprimida sólo por el poder del Estado y por el poder de la Iglesia, sino que se siente oprimida por el poder del dinero, por el poder patronal, por el privilegio social, y que se da cuenta, por lo tanto, de que la libertad real de la mayor parte de los individuos tiene que ser protegida frente al poder del dinero y al poder patronal. Y esto significa también regulación, planificación, control global de la economía. Ese sí es un mensaje subyacente, profundo, que sigue tan vivo en nuestro tiempo como cuando Pablo Iglesias lo afirmaba”.
Es un mensaje, pienso, que hoy ante la actual crisis económica está más vivo que nunca.
Antonio García Santesmases
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