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Izquierda Socialista de Valladolid en la defensa de los Servicios Públicos

A donde van las economías occidentales

Francisco Parra Rodríguez

Doctor en Economía

 

La semana pasada se han publicado los resultados trimestrales del crecimiento del PIB de las principales economías occidentales, los resultados son desalentadores ya que apuntan a lo que nadie desea que el crecimiento económico, hasta ahora insuficiente para crear empleo, se desacelera, y las economías se encaminen bien a un estancamiento económico o bien a una nueva recesión. De hecho la directora del FMI ve riesgos de una nueva recesión global.

 

 Y esta desaceleración del crecimiento económico ocurre en las principales economías occidentales con independencia de la política económica que hayan puesto en marcha, expansión cuantitativa o lucha a muerte contra el déficit público. Los sistemas laborales, independientemente del tipo que sean, me refiero a más neoliberales o menos, presentan idéntica capacidad de aumentar el empleo y consecuentemente reducir las altas tasas de desempleo o de subempleo[1], y apenas nadie logra evitar que el desempleo se cebe entre los más jóvenes y los más humildes.  La estrategia de todos a exportar  ha dado magros resultados, ni ha incrementado el empleo industrial, ni ha extendido sus efectos sobre los sectores interiores, y puesto que el crecimiento económico de los emergentes se debilita al estar limitado por el precio de las materias primas, dicha estrategia, en donde haya causado efectos económicos relevantes, tampoco va a poder sostenerse por mucho más tiempo. Entre tanto, los gobiernos occidentales agotados por los rescates al sistema bancarios se muestran limitados en lo físico y en lo moral (ideológico)  para impulsar un crecimiento de la demanda agregada que sustituya al de la demanda exterior como fuente de crecimiento real. En fin que las economías occidentales se encuentran orbitando en torno un agujero negro del que parecen no salir hagan lo que hagan.

 

El estudio de la economía, ha idealizado a esta como un sistema mecánico gobernado por la mano invisible del mercado, y cuyo devenir es observable a través  de modelos matemáticos que simulan las consecuencias presentes y futuras de las decisiones que se han de adoptar para su mejor gobernanza, y esto impide una política económica ajena a su ideario. Al igual que cuando se creía que la tierra era plana y se veía imposible mandar barcos allende las islas canarias , en esta materia, cuando se propone que el gobierno aumente su déficit para impulsar la economía, le dirán que quita los recursos financieros que tanto necesitan las empresas para llevar a cabo sus negocios e inversiones, si este propone imprimir nuevo dinero para evitar el efecto expulsión, le dirán que el aumento de medios de pago traerá en el futuro inflación, y los resabiados mercados financieros lo descontarán igualmente sobre los precios de los bonos y acciones que negocian. Y así haciendo números, se concluye que las economías occidentales deben defenderse de la competencia global reduciendo salarios, incorporando más técnica y haciendo sus productos lo suficientemente atractivos en precio  y llegado el caso ganar cuota en los mercados exteriores. No hay más solución que restituir los niveles de rentabilidad para las empresas aún a costa del empobrecimiento general. Y ello sin la garantía de que los excedentes logrados se reinviertan en el propio país creando empleo o se dirijan, lo que es más probable, a los nuevos focos de crecimiento económico en donde la demanda interna tiene amplio recorrido.

 

A medida que las factorías de occidente operan a mayor productividad y logran menores costes laborales unitarios, el trabajo se vuelve redundante en occidente y acaba debilitando a su clase media  muy dependiente de los ingresos que obtienen por esta vía, aumenta  así el malestar (España, Israel) y la conflictividad se extiende (Inglaterra, Francia, Grecia). Ante la pérdida de peso del trabajo en la producción y la evidencia de que el crecimiento industrial tiene el foco puesto en otras latitudes, el pensamiento único, viene diseñando un cambio económico para el primer mundo que viene a poner un mayor énfasis en la economía financiera que en la productiva, es decir se orientarse hacia un modelo de economía en donde predominen las rentas que genera la propiedad sobre la producción. Y es en este contexto vienen adquiriendo protagonismo diversos aspectos de la política económica hoy puestos en boga: la santificación de los mercados financieros, la internacionalización de las empresas, el desarrollo de una economía del conocimiento y del I+D que tiene más puesto el foco en los royalties y los derechos de propiedad con que se deben remunerar a los creadores que en el desarrollo industrial que acompaña a nuevos productos y necesidades. De igual manera, y dado que el estado del bienestar al sostenerse básicamente por los impuestos que pagan los trabajadores queda en entredicho al minorarse los ingresos de estos, se propone que la mano invisible administre los ingresos que cada individuo esté dispuesto a dejar de consumir para ser consumidos una vez se jubile o devenga en mala salud. El desarrollo de los sistemas colectivos de ahorro y los sistemas privados de previsión acaba siendo también un eje clave de esta filosofía política  que trata de sustituir la actividad económica por la financiera. El estado se convierte así en un actor cuyo objetivo es únicamente evitar la conflictividad que genera el tránsito de modelo, a la vez que la actividad legislativa pone más énfasis en los sistemas de protección de la propiedad  que en la materialización de los derechos a la educación, a la salud o al trabajo, que acaban acotados al esfuerzo que haga cada cual. Imponer constitucionalmente el presupuesto equilibrado es una parte más de este proceso  que limita al estado la función de garantizar seguridad, tal y como lo concibieron los economistas del siglo XVIII, los mismos que idearon la economía como un sistema dirigido por la mano invisible del mercado.



[1] El subempleo no se mide estadísticamente en la mayoría de las economía occidentales, la oficina estadística de USA que se encarga del mercado laboral, US Bureau of Labor Statistics, considera como subempleados aquellas personas que queriendo trabajar a tiempo completo no les queda otro remedio que hacerlo a tiempo parcial. Pues bien, si el desempleo norteamericano en Agosto del 2011 alcanzaba a 14 millones de personas, y la tasa de desempleo era del 9,1%, el subempleo involuntario alcanzaba a otras 8,8 millones de personas. Es decir que un 14,8% de los activos estaba sin trabajo o tenía que conformarse con un trabajo menor.

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