Anhelo de progreso
Durante los últimos años de la década de los noventa y primeros años del presente siglo ha sido tendencia en los Partidos Socialistas sumarse al tren de la Tercera Vía abanderado por el Laborismo Británico como si en la aproximación a los contenidos del liberalismo económico se hallara lo que en términos aristotélicos se conoce como virtud, esto es, la prudencia como expresión del racionalismo político.
No obstante, la distancia temporal que nos separa de aquellos años nos permite ocupar un espacio temporal privilegiado que nos facilita manifestar sin más demora que ese tren de la Tercera Vía no solo ha descarrilado, sino que además ha ubicado al Socialismo en la ladera de una montaña electoral que necesariamente debe remontar para volver a conquistar la cúspide que un día tomó, y es que la realidad socio-económica actual no solo exige la presencia de un Partido Socialista con capacidad decisoria en los asuntos legislativos y ejecutivos, sino que la pérdida de confianza manifestada en estas últimas elecciones municipales y autonómicas han sido fiel reflejo de que el conservadurismo de los populares requiere del contrapeso necesario de un Partido Socialista que salga fortalecido de los siguientes procesos electorales, más aún en las elecciones generales, donde Mariano Rajoy se presenta ante la sociedad como un político conservador en las costumbres y neoliberal en lo económico cuyo liderazgo es discutido por propios y ajenos a su partido.
Así, no solo cabe esperar un retorno a la izquierda por parte del PSOE para volver a recuperar la confianza de la calle, sino también evitar redundar en políticas que no solo no han producido los efectos deseados, sino que han generado un malestar social que es preciso atenuar, y es que si bien es cierto que la crisis económica no ha concedido al marxismo lo que los textos bíblicos conceden a Jesucristo, esto es, la resurrección, es preciso destacar la importancia de la intervención del Estado en políticas presupuestarias de inversión productiva, educativa y social para paliar los efectos de la crisis, sin olvidarnos de la iniciativa privada como expresión de una economía mixta de mercado.
Sabemos que los programas políticos deben de ser contemporáneos con la sociedad sobre la que se proyectan, pero es imprescindible destacar y recordar el carácter perpetuo de los valores propios del Socialismo, léase Igualdad, Libertad, Solidaridad y Fraternidad, principios estos irrenunciables que responden a la Justicia Social que debe inspirar toda acción de gobierno de un Partido que actúa bajo la nomenclatura de Socialista, a pesar de que esta es también una actitud ética ante la vida y las relaciones con los demás.
Ante esta realidad, cabe subrayar que si la desintegración de la URSS propició el descrédito de las utopías, lo cierto es que esta crisis económica ha desenmascarado aquello que los economistas clásicos no supieron predeterminar, y es que si la economía es una ciencia fundamentada en el racionalismo donde actúan agentes económicos motivados por un interés egoísta, estos han ejercido comportamientos irracionales que no supieron valorar los riesgos de sus operaciones o, aún conociendo ese riesgo, lo asumieron con toda ausencia de responsabilidad social ,con las consiguientes consecuencias que todos conocemos. Además, es hoy cuando ya sabemos que, en este mundo donde los Estados nacionales emergentes tras la Paz de Westfalia han dado paso a la cesión de parte de su soberanía en favor de instituciones supranacionales concurrentes en un mundo globalizado, las respuestas a la crisis no solo deben de ser conjuntas y coordinadas, sino que todo comportamiento irresponsable en materia económica o financiera tiene efectos expansivos sobre el resto de la población, y de ahí que no deban de ser premiados con un más que salvavidas económico aquellos bancos y entidades financieras que no gestionaron eficientemente sus propios recursos, más aún conociendo que los del Estado son limitados y que , conforme al principio de coste de oportunidad, no podrán ser destinados a la satisfacción de otras necesidades más urgentes, como potenciar una economía que produce por debajo de sus posibilidades o atender a aquellos que ven mermada su capacidad económica por el desempleo o la falta de prestaciones públicas.
En este sentido, sabemos que las noticias actuales son alarmantes, más aún cuando las omnipresentes agencias de calificación están al acecho cual buitres sobre su presa, o cuando reconocemos el discurso xenófobo de algunos políticos que alientan el miedo con la ignorancia hacia el “diferente”, a pesar de que son más los puntos en común que nos unen a la población inmigrante que los que nos diferencian ,y no nos referimos solo a una misma condición humana, sino también a los mismos sueños y anhelos de progreso y de futuro.
Así, siendo imperativo impedir un resurgir de la intolerancia, cabe recordar que si la Humanidad quiere tener un futuro prometedor tan solo debe aferrarse a aquellos valores universales anteriormente destacados y que, por ende, atienden a lo mejor del ser humano. Basta una lectura del primer artículo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos para saber que: “Todos los seres humanos nacen iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, debe comportarse fraternalmente los unos con los otros”.
En este sentido, ante los caminos embarrados por los que hoy atravesamos, solo cabe la esperanza y el sentir propio de aquellos Hombres y Mujeres que supieron vencer a las grandes dificultades que acechaban a la Humanidad con una respuesta justa a los problemas que se les avecinaban. Es entonces cuando es menester recordar la voz solitaria de Pablo Iglesias en el Congreso de Diputados hablando por los millones de desheredados, o cuando apreciamos la valentía de Nelson Mandela en la Sudáfrica del Apartheid, la racionalidad y sentido de la Humanidad de los padres de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, como Stephan Hessel, o el eterno discurso de Luther King en la marcha sobre Washington de 1963, y es preciso recodarlo para que no caiga en el olvido. Confiemos por lo tanto en la Humanidad y en ese progreso al que se sumaban políticos y filósofos como Kant,pero añadamos a este sueño que dependiendo de cómo respondamos a esta crisis económica asentaremos ,en una relación causa –efecto ,las bases del mundo en el que queremos vivir, esto es, un mundo mejor.
José Luis Garrido.
“Patria es la Humanidad” (José Martí).
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