¿Legislatura para qué?
Con permiso, vuelvo a parafrasear la tan citada pregunta de Lenin haciendo referencia a esta IX Legislatura de las Cortes españolas en su fase final. Me temo que no tenemos equivalente de aquel Fernando de los Ríos que de manera tan acertada como rotunda respondió al líder bolchevique cuando éste contestó, con su famosa pregunta, al interrogante del socialista español acerca de la libertad en el sistema soviético. Desgraciadamente no hay respuesta clara a la pregunta de para qué llevar esta legislatura hasta su final según lo legalmente posibilitado; al menos la ciudadanía no cuenta con una respuesta convincente.
Cuando la resaca de la derrota electoral en las pasadas elecciones no deja de hacer notar sus devastadores efectos, surge una y otra vez la cuestión de hasta cuándo durará una legislatura que ya se percibe agonizante por cuanto el presidente del gobierno ha manifestado su renuncia a presentarse de nuevo, su vicepresidente está ya ungido como futuro candidato y el electorado propio presenta síntomas de peligrosa desafección que puede ir en aumento. La presión de los medios, la estrategia del PP y el escéptico cansancio de la ciudadanía erosionan la pretendida firmeza de las declaraciones emitidas desde el gobierno, el PSOE –con frecuentes excepciones entre sus notables- y el grupo parlamentario socialista acerca de la voluntad de agotar la legislatura. Parece ser que los únicos apoyos en tal dirección vienen del mundo económico, desde los manifestados en su día por el presidente del Banco de Santander hasta los explicitados recientemente por el gobernador del Banco de España invitando –más bien exigiendo- prolongar la legislatura para hacer las reformas definidas como necesarias, “aun con la incomprensión de los ciudadanos”.
Bien se podría recordar al presidente Zapatero, en cuyas manos está disolver las cámaras, que con tales amigos no le hacen falta enemigos, por más que sus muy hostiles adversarios no le muestren aprecio. Quienes se manifiestan invitando –¿o incitando?- a seguir adelante con reformas económicas según ellos imprescindibles, las cuales no son sólo las pendientes de consumar (negociación colectiva), sino las reformas de las reformas ya hechas para apretar las tuercas antisociales de las medidas aplicadas (en la reforma laboral, por ejemplo), no hacen sino alentar el recorrido que se ha venido haciendo hasta aquí, cuando ha sido esa trayectoria la que ha motivado que los ciudadanos castiguen con su voto a quien la ha capitaneado. Es decir, quienes no dependen del voto democrático elevan su voz para que se siga haciendo lo que tiene que hacerse según su ortodoxia economicista, es decir, neoliberal, la de la ideología del capitalismo financiero. Así, los que tienen mando en la economía de este país ruegan encarecidamente al presidente del gobierno que no olvide sus declaraciones al comienzo del ajuste diciendo que lo llevaría a cabo costara lo que costara (al partido que lo apoya) y costara lo que le costara (como presidente). Cuando él ya ha renunciado a seguir y el partido ha sufrido su más seria derrota en democracia, ¿se pretende que nos precipitemos sin remisión al abismo? ¿Hasta dónde hay que llevar un autosacrificio en el que ni siquiera nadie, dado que el martirio es categoría religiosa no aplicable al ámbito político, es reconocido como héroe? Si además se considera que nada garantiza que más dureza en las reformas repercuta en mayor eficacia en la lucha contra la crisis y sobre todo contra el desempleo, como atestiguan los hechos que ocurren en nuestra casa y en las ajenas, ¿qué justificaría el empeño en seguir por un camino que aun siendo el ortodoxamente correcto es prácticamente el equivocado?
Es pernicioso e inútil el juego de apuestas sobre cuándo acabará la legislatura y hacemos bien los socialistas no entrando en él. La pregunta más pertinente no es la relativa al cuándo, sino la relativa al para qué. Si se prolonga, que sea para hacer lo que haya que hacer pero modulando lo que haya que modular, haciéndonos cargo de lo que los ciudadanos han emitido como mensaje a través de las urnas o expresado en manifestaciones de quienes protestan por una política sometida a dictados de insaciables poderes económicos. Y si hay que acometer la imperiosa reconstrucción del proyecto socialista y apoyar a un candidato que ya habla de continuidad y cambio, no dejemos esto último para el momento en que ni los propios se lo crean. Prolongar la legislatura tiene sentido si se anticipan cambios imprescindibles.
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