Defensa del Socialismo
El debate que se ha abierto en la sociedad acerca de la intervención estatal en asuntos económicos y sociales no resulta novedoso si analizamos las obras de Robert Nozick o de Friedrich Hayek, en cuya obra,”Camino de servidumbre”, reprocha a Keynes su liberalismo progresista a favor Welfare State o Estado del bienestar. Así, siendo aquellos grandes defensores de un liberalismo clásico o doctrinario y promotores del Estado mínimo, de la desregularización del mercado de trabajo o de la privatización del sector público, encontraron en otros economistas la base para consagrar sus ideas como filosofía económica dominante (M.Friedman, J .Buchanan…), y vieron en Ronald Reagan o Margaret Thatcher la vía de la aplicación práctica de las mismas, incluido el General Augusto Pinochet, que recibió en 1975 la visita del economista y Premio Nobel de la escuela de Chicago, Milton Friedman, para influir en las políticas económicas del gobierno golpista. Las consecuencias, no realmente positivas, ya las conocemos.
Sin embargo, el denominado laissez faire, laissez passer del S.XVIII, que tiene a Adam Smith su figura más relevante, pronto encontraría una primera oposición en el Utilitarismo Británico, siendo J.S. Mill el que propondrá añadir al liberalismo clásico algunas de las demandas del socialismo de la época, y todo con la finalidad de hacer valer la máxima de conseguir la mayor felicidad para el mayor número de personas o alcanzar el progreso global de la Humanidad.
Así, sin omitir las posteriores críticas que Carlos Marx presentó al liberalismo clásico y la influencia de su pensamiento durante gran parte del S.XX, y recuperando también la mención al británico Keynes, apreciamos que en la historia de la Humanidad toda pretensión de progreso ha intentando ser callada por el conservadurismo de las élites, y es que si Thomas Paine tuvo que responder a las críticas que Burke presentó a los valores democratizadores de la Revolución Francesa, el socialismo fue y es una respuesta a una economía que generó la proletarización de un gran sector de la población, sin olvidar los grandes desplazamientos migratorios del S.XIX hacia el Continente Americano como consecuencia de esas políticas.
Quizá, el individualismo del liberalismo clásico, la falta de ética mostrada por algunas empresas capitalistas (caso Parmalat, subprime…) y las consecuencias de un mercado desregularizado (caso Enron) nos lleven a reflexionar sobre la necesidad de la intervención del Estado, pero las manifestaciones realizadas actualmente por el aún presidente de la Patronal o las de Isak Andic, presidente de la firma Mango, tienden a un sentido contrario, así como a la desregularización del mercado de trabajo, y es aquí donde los Socialistas debemos ser convincentes para no perder conquistas sociales.
Probablemente faltan alternativas al capitalismo como sistema productivo, pero si el debate actual se halla entre optar por la socialdemocracia o el liberalismo conservador, debe ser la primera la opción de la ciudadanía que pretenda la justicia social y la garantía de los derechos humanos y civiles, y la razón reside en que son los únicos valores que dignifican al ser humano. Es evidente que los Partidos Socialistas no deben abandonar estos postulados ni aproximarse a tendencias que desnaturalicen su ideario, pues el futuro más próximo requiere de su participación.
L. Garrido.
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