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Izquierda Socialista de Valladolid en la defensa de los Servicios Públicos

POSICION DE LA CORRIENTE IZQUIERDA SOCIALISTA DE LA AGRUPACION DEL PSOE DE BRUSELAS ANTE LAS MEDIDAS ENUNCIADAS POR EL PRESIDENTE DEL GOBIERNO EN EL CONGRESO DE LOS DIPUTADOS

Las medidas enunciadas no son más que la consecuencia natural de todo el desarrollo de una crisis del sistema capitalista en el que estamos integrados y que la social democracia ha contribuido a su implantación, mantenimiento , justificación y defensa , sin haber aportado alternativas validas de cambio estructural , ni cuestionar seriamente el funcionamiento del sistema.

Desde la caída del muro de Berlín y la desaparición del bloque comunista los hombres políticos de todo tinte y las medias al  servicio del capital aventaron la idea, no de que el comunismo soviético represivo, gerentocratico y anquilosado había caído por su falta de democracia y renuncia a sus postulados de participación, libertad y transparencia, sino que el socialismo había desaparecido como sistema y alternativa, dejando al capitalismo como único sistema válido y universal para solucionar los problemas de la humanidad.

La compensación y el miedo por la existencia de un bloque socialista y de otra alternativa de sociedad y reparto de riqueza, hizo que desde después de la Segunda Guerra Mundial, los intereses capitalistas se vieran frenados y consintieran en el primer mundo un reparto mayor de la riqueza y un estado de bienestar que frenó cualquier planteamiento serio del cuestionamiento del sistema. Ya sin trabas, desde la caída del comunismo, el sistema capitalista se ha sentido fuerte para mostrar sin ambages su  propia cara basada en la apropiación y explotación irreversible de los recursos humanos y naturales, y el predominio de lo económico y oscurantista, frente a lo político y democrático. Las consecuencias de ello son la crisis financiera que destruye el tejido social y el cambio climático que cuestiona la viabilidad del planeta.

La ofensiva ultraliberal desencadenada por Ronald Reagan y Margaret Thatcher, donde se acuño la frase “El problema es el Estado y no la solución” ha sido asumida los últimos años tanto por presidentes demócratas en EEUU , como por la débil oposición de la acomplejada social democracia europea que incluso llegó a plantearse como solución y estrategia la “tercera vía “de Tony Blair, que precarizó los servicios públicos en el Reino Unido y creó la nueva clase de “trabajadores pobres”, aceptada sin más como defensa liberal del empleo y la flexibilidad del mercado.

A nivel europeo desde el Tratado de Maastricht , donde se pusieron las bases de una política liberal de mercado sin ningún tipo de compensación política y social o compromisos de equidad y regulación económica, los intereses de los mercados  y la visión ultraliberal han dominado y profundizado las sucesivas estrategias europeas, con la anuencia de los partidos social demócratas  incapaces de plantear alternativas económicas de reparto de riqueza y regulación de mercados y de frenar el poder de los grupos económicos de presión que han impuesto su modelo en la actual estructura y funcionamiento de la UE.

La instauración del Euro como moneda única, un paso significativo para dar más peso a Europa en el concierto internacional, no fue acompañada de medidas de unificación económica, fiscal y presupuestaria y mucho menos de una visión social de la economía. La contradicción de crear un espacio monetario sin un espacio económico y político la estamos pagando ahora, pese a que desde el principio se sabían las consecuencias a que esta estructura podía llevarnos, y ello simplemente dentro de una lógica simplemente económica, que no política ni social.

La actual crisis financiera ha sacado a la luz pública las contradicciones del sistema, su falta de transparencia y sobre todo “quien detiene el poder”. La amenaza del sistema financiero de bloquear la economía mundial si no se le otorgaban las ayudas para seguir funcionando y colmatar con dinero público la rapiña, los errores, corrupciones y delitos que forman parte integrante de su oscuro funcionamiento, ha hecho que los gobiernos de todo color hayan corrido sin tardanza a salvar “el sistema”, sin plantearse de que este no debe ser “el sistema”, como ha quedado demostrado. Pese a las declaraciones iniciales de regulación, control  y reforma, el hecho es que en el momento actual los únicos entes que siguen haciendo beneficios son los entes económicos y financieros, a costa del riesgo de bancarrota de los estados y de la pobreza de los ciudadanos. Se ha perdido una oportunidad histórica para una reforma profunda del sistema, o es más para poner las bases de un cambio de paradigma, y en ello hay una inmensa responsabilidad de los partidos social demócratas europeos, ya que debían haber sido ellos los que levantaran la bandera del cambio, de los otros no podíamos esperar otra cosa que lo que está ocurriendo.

La crisis griega, irlandesa, portuguesa, española…, del Euro, son consecuencia de las actuaciones que se han llevado a cabo hasta ahora y la factura de las ayudas  que sin contrapartida  se han dado a las entidades financieras y que pasan factura a los ciudadanos, independiente de la oportunidad de desestabilizar el Euro como moneda de referencia a nivel mundial, y ello orquestado por los grupos financieros e instituciones ligadas al dólar, y la City Londinense, ya que el Reino Unido no forma parte de la zona euro y juega su propio juego.

Después de meses de dudas y hesitaciones, finalmente el Eurogrupo (16 países del euro, que no la UE), decidió el pasado domingo crear un fondo de 750.000 millones de euros para salir en ayuda de los países amenazados de la zona euro con objeto de salvar la viabilidad del euro. No deja de ser una medida necesaria si bien, una vez más el Eurogrupo y el BCE se ha plegado ante el sector bancario y financiero, en realidad el BCE no concede créditos directamente a los estados, sino que los prestamos, y estamos hablando de préstamos, los hacen las entidades financieras privadas y el BCE compra esos préstamos en el mercado secundario a entes financieros que hicieron el préstamo, con lo cual de nuevo los de siempre sacan beneficio, con la anuencia de los políticos. Un aspecto criticado aunque positivo dentro de esta actuación y dentro de una lógica puramente capitalista, es que por primera vez la UE quiere exigir a los países unos planes de austeridad y control presupuestario que condicionaría las ayudas, lo que no deja de ser un primer paso de coordinación económica europea.

Ante esta situación se pueden comprender las medidas anunciadas por el Presidente del Gobierno, acosado por una Europa ultraliberal y capitalista de la que forma parte, lo que resulta más difícil de comprender es que José Luís Rodríguez Zapatero y los lideres social demócratas europeos hayan aceptado el marco económico europeo que han contribuido a construir y que después de dos años de crisis hayan sido incapaces de cambiar la lógica ultraliberal en que nos movemos, y sin que una sola propuesta de la actual presidencia española de la UE haya ido en el sentido de un control y regulación de los mercados, bancos y fiscalidad hacia los mas poderosos . Es así que una vez más serán los más débiles quienes asumen el precio de la apropiación de riqueza de los poderosos. Hay otras alternativas pero el sistema y los políticos que lo han creado y mantienen, no permiten aplicarlas.

Finalmente volvemos a la pregunta fundamental “quien detiene el poder”, esta pregunta tiene un corolario “quien debe detentar el poder en una democracia”,

Actualmente sabemos, constatamos y sufrimos que el poder lo detenta los entes económicos y financieros, como demócratas, socialistas y ciudadanos es inaceptable que la representación de la sociedad encarnada legítimamente en la clase política, siga aceptando un marco antidemocrático que nos aboca sistemáticamente a un reparto desigual de la riqueza. Creo que hemos de replantearnos a nivel de PSOE y de la social democracia europea cambiar el marco de referencia para establecer un nuevo paradigma al servicio del ciudadano. De no ser así no entiendo nuestra razón de ser.

 

Bruselas, 18 de mayo de 2010

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