Puede la política económica Keynesiana sacar a la economía española de la crisis que se avecina (1/6)
Por: Francisco Parra Rodríguez Doctor en Economía Aplicada Profesor de la UNED Miembro de coisva La crisis financiera actual ha sido suficientemente analizada en la prensa especializada o no, centrando siempre su atención en las consecuencias de la circulación de los productos derivados de las hipotecas basura y el colapso de la banca de inversión americana. La debilidad de la economía de mercado en versión los “neocons”, incluyendo las burbujas bursátiles e inmobiliarias a que ha dado lugar, era una cuestión ya estudiada por los economistas neokeynesianos partidarios de una mayor regulación de los mercados, de la primacía de la política fiscal sobre la monetaria para estabilizar la economía y de la tasa Tobin para poner freno a la globalización financiera. Sus presagios desde luego que se han cumplido y seguramente con una virulencia que, sin lugar a dudas, les habrá sorprendido, pero la verdad es que pocos medios se exponen sus análisis y propuestas, y mucho me temo que en el nuevo “Sistema financiero internacional” a iniciativa del Bush, Sarkosy, el G-20 o lo que sea no va a ofrecer una alternativa de política económica seria para superar esta crisis. Y es que tal y como aparece en la viñeta del roto publicada en el País del día 12 de Noviembre, aquí de lo que se trata es parchear y luego de darle una mano de pintura al viejo casco de la economía capitalista para que no haga agua. Dos cuestiones hay que tener presente del funcionamiento de la macroeconomía actual, una es la gran cantidad de dinero virtual que existe en el sistema, y otra la particular relación que se da entre crecimiento económico y tipos de interés y que inevitablemente conduce a las burbujas financieras e inmobiliarias. La liquidez, dice Orléan, “..se basa en el compromiso tácito de la comunidad financiera a hacerse cargo de la totalidad del capital. [...] Cada uno puede sentirse libre de comprar o de vender las acciones porque sabe que, a fin de cuentas, el mercado absorberá todos los títulos emitidos. [...] Este compromiso es de una naturaleza singular, puesto que nadie en particular se ha comprometido en realidad. No es menos real y forzado en el sentido de que todos los inversores, como grupo, están obligados por este compromiso. Esto es lo que revelan con todo esplendor las crisis: existen precisamente porque el mercado se niega a aceptar dicho compromiso. Los mercados bursátiles tienen una vida en parte «autónoma» cuya labor es la creación de los precios de las acciones sobre la base de las particulares «convenciones» estudiadas por Orléan, por ello son el lugar donde crecen capitales ficticios de enormes dimensiones. La elevada capitalización bursátil resulta de un proceso acumulativo endógeno. El aumento de los valores se ha basado, por una parte, en la reinversión que los propietarios de acciones -instituciones financieras, empresas o familias- han ido haciendo de una fracción, sin duda elevada, de los dividendos que percibían. Se sabe que las familias sólo consagran una parte de sus ingresos financieros al consumo e invierten inmediatamente la otra en títulos o en participaciones de Mutual Funds. Las familias actúan así debido a que su cartera les sirve de fianza bancaria (colateral) para obtener hipotecas inmobiliarias o préstamos destinados al consumo de bienes duraderos. Por su parte, las empresas que cotizan en Bolsa se han visto forzadas a adquirir en gran medida sus propias acciones, a la vez para sostener su valor bursátil y para evitar las OPA, pero también para servirse de ellas como remuneraciones en opciones sobre acciones (stock options). Al proceder así, alimentan o sostienen el mercado y, simultáneamente, modifican la relación entre la oferta y la demanda de acciones. Éste es uno de los modos de financiación de las fusiones-adquisiciones entre compañías, que desde hace varios años se llevan a cabo en gran medida por intercambio de acciones y, a menudo, resultan en retiradas netas de los títulos ofrecidos en el mercado.
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