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Puede la política económica Keynesiana sacar a la economía española de la crisis que se avecina (6/6)

Puede la política económica Keynesiana sacar a la economía española de la crisis que se avecina (6/6)

El fenómeno del paro, inédito en el país en virtud del «gobierno de las empresas», apareció en la sociedad japonesa. En el año 2002, el desempleo era del 5,4%. Debido a la pérdida de valor de los bienes inmuebles se produjo un efecto riqueza negativo, que redujo de manera importante el consumo. El precio de la vivienda no volvería a elevarse hasta pasados catorce años, y lo haría un tímido 0,9% de media. El credit crunch consecuencia de la quiebra de numerosas entidades financieras aumentó las dificultades de crédito y paralizó la economía.

 

El arraigado sistema de recompensas de la sociedad japonesa se vio, así mismo, trastocado: durante el periodo de euforia, la ingeniería financiera (zai-tekku) sustituyó los valores relacionados con el trabajo y la responsabilidad, creándose una espiral de avaricia y enriquecimiento rápido que descompuso algunos de los principios rectores de la moral pública nipona”. Les suena.

 

Durante la “década perdida” el gobierno  japonés realizó una política económica de corte keynesiano, inyectando liquidez en el sistema financiero para salvar a las instituciones financieras que amenazaban quiebra, expandió del gasto fiscal para incentivar a la demanda agregada y mantuvo bajos los tipos de interés para estimular el crédito bancario. Las mismas medida que ahora piden.

 

El ejemplo japonés es un clásico para analizar el periodo de crédito barato en el sentido expuesto por Eduard Nell,  de hecho Alicia García Herrero y César Martín Machuca al analizar la política monetaria japonesa de aquellos años afirman que:

 

“.. Una serie de factores de diversa índole explicaría la insensibilidad del crédito bancario ante las distintas medidas monetarias expansivas que se han adoptado durante los últimos años: (i) la deflación eleva la carga real de la deuda y aumenta la morosidad [Fisher, 1933a]; (ii) unos niveles de tipos de interés extremadamente reducidos dañan la rentabilidad de las entidades bancarias, a través de la reducción de los márgenes; (iii) también dificultan un seguimiento correcto del riesgo de crédito por parte del banco al inducirle el mantenimiento de préstamos fallidos no reconocidos  [Kashyap, 2002]; (iii) la debilidad de la economía obstaculiza que una masa crítica de planes de inversión supere el umbral de rentabilidad y mantiene en una posición frágil a buena parte del sector empresarial (en especial el dirigido hacia el mercado doméstico); (iv) la baja capitalización del sistema bancario dificulta la concesión de créditos nuevos; y, por último, (v) existe una “trampa estructural” que obstaculiza el saneamiento de los sectores financiero y empresarial por la confluencia de un sistema productivo poco adaptado al nuevo entorno global, y de intereses de grupo, tanto políticos como financieros  y empresariales, preocupados por la competencia y el mantenimiento del reparto de poder industrial y bancario [Hayashi y Prescott, 2000; Dugger y Ubide, 2003]…

 

Y concluyen  “… la financiación bancaria está en buena medida bloqueada en actividades de baja rentabilidad, lo que deprime aún más el crecimiento potencial de la economía y reaviva el círculo vicioso deflación-recesión….”. De ahí que la recesión y estancamiento en Japón se prolongara durante tanto tiempo.

 

La experiencia japonesa, alerta y así se manifiesta estos días en el peligro de la deflación ante una situación de estallido de la burbuja inmobiliaria. Sin embargo, muy poco se habla de otro factor que sin duda hubo de condicionar la política económica de Japón, el escaso atractivo que los inversores japoneses mostraron por las inversiones locales debido a su baja rentabilidad también estaba determinado por el mayor interés que ofrecían los mercados internacionales, en la medida en que venían fraguando una nueva burbuja inmobiliaria, y dadas las facilidades que existen en los movimientos de capitales, los esfuerzos del gobierno japonés por animar su economía se diluyeron entre los capitales que alimentaron la burbuja americana.

 

La lección que nos da la burbuja japonesa, para una economía como la española que podría atravesar por una situación semejante es evidente, las políticas fiscales de expansión del gasto público y la intervención en los mercados financieros para mantener bajos los tipos de interés como medida para incentivar el crédito (crédito barato) pueden perder eficacia, si el control de la actividad financiera no se extiende a los movimientos de capitales. Y, en una lectura global, estamos de nuevo ante la tasa Tobin  y las propuestas de ATTAC.

 

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