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Izquierda Socialista de Valladolid en la defensa de los Servicios Públicos

Un cambio en marcha

BEATRIZ TALEGÓN

 

Hace unas semanas se hizo pública la convocatoria de Podemos: un llamamiento a la ciudadanía que quisiera salir a la calle para pedir un cambio en la situación de nuestro país. Un encuentro que no tuviera más objeto que gritarle al gobierno actual “se acabó, vuestra hora ha llegado. Los relojes apuntan ya al momento en que este calvario llegará a su fin. Tic, tac, tic, tac…”

 

Mucha gente comenzó a prestar atención a esta convocatoria. Militantes de Podemos, militantes de otros partidos, ciudadanos que están muy lejos de militar, pero todos ellos, todos nosotros, hastiados de ver cómo nuestro país gira en espiral hacia un sumidero maloliente por la corrupción, el desempleo, los desahucios, los recortes de derechos, el ninguneo a la ciudadanía…

 

En un primer momento, a pesar de que la convocatoria estaba hecha por un sólo partido político, pregunté a muy distintas personas si acudirían a la marcha. En mi entorno más cercano las opiniones eran dispares. Por un lado quienes consideraban que era hora de salir a la calle, más allá de siglas, y sumar. Por otro, quienes entendían que esta convocatoria no tenía más finalidad que la de demostrar la fuerza de Podemos, un baño de gloria, un gesto de aplauso a su líder, un sinsentido. Horas de debate sobre la idoneidad de que miembros de otros partidos acudiésemos allí.

 

Desde el principio tuve claro que, como socialista, era necesario tender puentes. Nunca he tenido duda. Por varias razones: mucha de la gente que ahora elige a Podemos como opción de voto ha votado al partido Socialista; muchos militantes de Podemos eran antes militantes socialistas. Entre mis amigos y conocidos muchos defienden con fervor a Podemos. Les escucho, les presto atención. Y casi todos coinciden en el mensaje: “votaré a Podemos para que se jodan el PSOE y el PP. Pero no quiero que gobierne Podemos, me dan miedo”. Curioso pero comprensible planteamiento.

 

Lancé la opción de acudir a la marcha en las redes sociales. Las respuestas mayoritarias eran todas de bienvenida por la gente que milita en Podemos. Sin embargo, mi pregunta no sentó nada bien entre las filas más “oficialistas” del PSOE.

 

Continuaba mi sondeo, y en términos generales, la idea de acudir a la marcha me seguía pareciendo positiva, aunque los debates cada vez se acaloraban más. Pero en un momento determinado llegamos casi todos a un acuerdo: acudiríamos a la marcha si había una invitación expresa por parte de quienes convocaban la marcha.

 

Y así fue. En pocos días Podemos hizo un llamamiento a la militancia de otros partidos, aclarando que no era una manifestación de apoyo a unas siglas, sino una invitación para concurrir. Igualmente, se mantuvieron conversaciones directas, todas muy positivas y en un tono de absoluto entendimiento. Dentro del respeto, algunos considerábamos positivo acudir, siempre y cuando nadie intentase utilizar negativamente nuestra presencia allí. Y para que no hubiese dudas, por mi parte firmé un artículo junto a Enrique del Olmo donde se explicaban claramente nuestros motivos para acudir.

 

Todos dimos los pasos lógicos: diálogo, transparencia y respeto. Como socialistas para nosotros era fundamental participar, a título individual, pero sin perder nunca nuestro compromiso por la defensa del interés ciudadano. ¿Cómo no estar cuando lo que se pide es justo? Era, no obstante, sensible nuestra presencia, pues no faltaría quien intentase utilizarla contra nuestro propio partido. Pero aún así, nos mantuvimos firmes al entender que los socialistas nunca deben perder su lugar, y éste es en la calle, junto a la gente que reclama y exige sus derechos. Siendo, simple y llanamente, uno más.

 

Fuimos muchos los socialistas que nos encontramos la mañana del sábado para acudir juntos a la marcha. Entre ellos, quien para mí es un referente, Vicent Garcés.

 

Quedamos previamente para tomar un café en el Círculo de Bellas Artes. Y allí, por casualidad, tuve la oportunidad de conocer a Jean Luc Melenchón, que había venido desde París para sumarse a la marcha. El socialista del ala izquierda que decidió escindirse y crear el Partido de Izquierda se acercó a nuestra mesa en cuanto se dio cuenta de que Garcés estaba allí. Se alegraron de verse, se apretaron los huesos en un fuerte abrazo, y el francés, socarrón, le preguntó al valenciano si todavía seguía militando y aguantando en el PSOE. Nuestra respuesta no empañó la ilusión que le hizo encontrarnos allí.

 

Mientras tanto, Iglesias, Errejón y Monedero atendían a un grupo de medios de comunicación junto al gran ventanal que se asoma hacia la calle Alcalá.

 

Yo, ilusa de mí, había quedado con todos los compañeros, tanto del PSOE, como de distintos sindicatos y de círculos de Podemos en la esquina del Círculo de Bellas Artes. En cuanto miré por la ventana me di cuenta de que era totalmente imposible encontrarles en ese mar de gente. En a penas quince minutos la calle se había inundado por una marea, donde sólo se veían cabezas y banderas republicanas. Parecía imposible salir de allí.

 

Unos minutos pasaban ya de las doce y fue el momento de salir. En las escaleras de entrada al Círculo se agolpaban periodistas: focos, cámaras, micrófonos. Salimos todos juntos como pudimos y los gritos de “Presidente, Presidente” hacia Iglesias retumbaron por las paredes.

 

Ya en la calle se hacía imposible dar un paso. No había manera de avanzar. Nuestro grupo se dividió, perdimos a mucha gente por el camino. Los empujones hacían avanzar casi sin poner los pies en el suelo.

 

Estuve junto a Iglesias y Monedero la mayoría del tiempo. Y al llegar, los dos, se dieron la vuelta, nos saludaron y nos agradecieron estar allí.

 

Pude ver con mis propios ojos lo que ocurría. La locura colectiva entre una marea de gente invadida por un sentimiento de alegría, mezcla a veces de fanatismo, ilusión y ganas de luchar. Pude ver lo peligrosamente fácil que era acercarse a Iglesias, sorteando las escasas medidas de seguridad. Llegué incluso a preocuparme en algún momento.

 

En todo el trayecto, hasta llegar a la Puerta del Sol no escuché ni un sólo insulto hacia nosotros. No escuché un sólo insulto hacia el PSOE. Todo lo contrario. Quienes nos reconocían entre la multitud nos saludaron y nos agradecieron estar allí junto a ellos.

 

La gente gritaba contra el PP, eso sí. Contra un gobierno que les había quitado sus casas, sus derechos. Incluso Iglesias, en su intervención final, no dijo ni una palabra contra el PSOE. Valoró las voces críticas que piden cambios en sus partidos.

 

Me encontré con bastantes compañeros que querían salir a la calle. Recibí muchos mensajes de socialistas que querían quedar para encontrarnos en algún punto (imposible). Recibí después no pocos mensajes de gente que acudió a la manifestación y quiso agradecer nuestro gesto (muchos de militantes de Podemos). Y también recibí, lamentablemente insultos de algún que otro “compañero” que no ha entendido nada en absoluto.

 

Al llegar a casa escuché las declaraciones que algunos socialistas hicieron durante esa jornada en su encuentro de Valencia. Alusiones faltas de respeto, con un tono casi jocoso que en nada llamaba al diálogo y al entendimiento entre ciudadanos que quieren lo mismo en este país. Afortunadamente el discurso de Pedro Sánchez al día siguiente no entró en ese juego. Afortunadamente no contribuyó a la división de la izquierda. Porque permítanme que les diga que en esa marcha había cientos de banderas republicanas, que se pedía sanidad y educación pública, que se hablaba de igualdad, de justicia social. En esa marcha, no sé si todos, pero la gran mayoría, éramos de izquierdas. Por mucho que Podemos siga con el discurso de “arriba y abajo”, la realidad es que quienes nos hemos preocupado siempre por defender a “los de abajo” hemos sido la gente de izquierda. Los de arriba se defienden solos y sin duda, salen a la calle para defender otras “causas”.

 

En fin, que me sentí satisfecha de comprobar que hay gente con ganas de cambio, convoque quien convoque. Y quizás sería necesario hacer un ejercicio de reflexión: ¿quién puede convocar una marcha por el cambio si no es un partido que aún no ha gobernado? ¿quién debe acudir a un encuentro que exige el fin del gobierno del PP? ¿nos damos cuenta de la necesidad de unir fuerzas?

 

Yo lo tengo claro, ahora toca que alguien más se dé cuenta de que nuestro enemigo es el Partido Popular y sus políticas. Aunque me temo que será difícil verlo cuando se sigue pactando con ellos.

 

Beatriz Talegón es militante socialista y presidenta de Foro Ético
@BeatrizTalegon


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