Por los márgenes del partido
- José Antonio Pérez Tapias, el aspirante con menos avales, confía en dar la sorpresa
- Profesor de Filosofía, busca un giro a la izquierda y no quiere ser presidente
Son las 10.40 y el avión se retrasa. Pero ahí está Hugo, plantado desde hace rato en la puerta de salidas de la T4 de Madrid-Barajas. Funcionario público, gijonés, militante del PSOE, 36 años. Ha pedido unos días libres en la oficina y le ha cambiado su Smart a un amigo por un Toyota Prius más espacioso. Pagará la gasolina y lo que haga falta. Alto y corpulento, lleva una pulsera republicana en la muñeca que le ha cosido su sobrina. Desde hace rato, impertérrito, sujeta un cartel con el nombre de José Antonio Pérez Tapias, uno de los tres aspirantes a la secretaría general del PSOE. Es el que le ha convencido más. Pasará los próximos días acompañándole por España. Algo más que EL PAÍS, su sombra durante una larga jornada del viernes 4 de julio —antes deldebate entre los tres candidatos— que terminará en Malasaña, en plenas fiestas del Orgullo Gay, con los dos reporteros que le siguen agotados y él ofreciendo una última ronda.
Al cabo de unos minutos aparece el candidato. Solo. Tal y como lleva viajando y acudiendo a actos en toda España desde que decidió presentarse a las primarias y logró “raspadito” los avales para convertirse en el tercero en discordia —él lo llama el “primero en concordia”— por detrás de sus rivales Pedro Sánchez y Eduardo Madina (logró 9.912 apoyos frente a los 25.238 de Madina y los 41.338 de Sánchez). La interlocutora con la que cuadramos su agenda se comunica por Whatsapp desde Viena, y en cada ciudad tiene un grupo de militantes, como Hugo, que le reciben. Él visita ciudades y agrupaciones y cuelga sus impresiones en Twitter. No hay mucho más. Si alguien no pertenece al aparato, sea lo que demonios sea ese engendro del que todos se quieren distanciar en estas elecciones, ese es Tapias. Él camina por los márgenes del partido.
El granadino es el mayor de los tres. Tiene 59 años. Pero su equipo es el más joven, defiende él abriendo como platos sus ojos azules y esbozando una carcajada silenciosa. Además, la edad está en las ideas, insiste. Filósofo, teólogo y decano de la Facultad de Filosofía y Letras de Granada —lleva un móvil de profesor y otro de candidato—, si este follón lo hubiera pillado en mitad de curso no se habría presentado. Es “cristiano practicante” y bético por vocación. En 15 días ha pasado tres por su casa a ver a su esposa, sus hijos (un físico y un metafísico) y su nieto. Lo lleva con naturalidad, cuenta ya en el coche de camino a una ronda de entrevistas.
Se ausentó del escaño en 2011 para no votar la reforma constitucional exprés
A las 11.45 —ya va tarde— le espera el periodista del periódico vasco Garaen un Vips enfrente de la agencia EFE. Pide un café con leche y expone sus ideas. Tiene que mojarse sobre Cataluña y el País Vasco. Y está a favor de una consulta no vinculante, para saber al menos qué piensan los catalanes. Hugo le mira, como tomando notas mentales. Él insiste al periodista de Gara que no intentará ser candidato a las elecciones generales si es elegido secretario general. Así garantizará que haya de nuevo primarias, le explica. Y, de paso, evitará personalismos. Se afilió al PSOE en 1993, cuando las cosas estaban complicadas, recuerda. Y por lo mismo ha vuelto a dar el paso ahora, dice el hombre que se ausentó del Congreso —entonces era diputado, ya no— el día en que se aprobó la reforma exprés del artículo 135 de la Constitución. La reforma que el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero pactó en 2011 con el PP para incluir el principio de estabilidad presupuestaria en la Constitución.
Luego vendrá una larga entrevista en EFE y su encuentro con El Mundo en la cafetería del VIPS. Llega 35 minutos tarde y pide una caña. Contesta a todas las preguntas con tranquilidad y se explica claramente. No esperen a un político de titulares. Ni de consignas. No hay quien le cabree. Cuando algo le incomoda un poco, se ríe y vuelve a abrir los ojos azules, como diciendo: “Qué puñetero eres”. Solo frunce el ceño cuando le sueltan que las tres candidaturas se parecen. O le sacan a relucir al dichoso aparato: “Las palabras no son inocentes, el aparato no es la organización, sino los vicios que obstruyen la democracia”, protesta. Pero el PSOE, admite luego, puede haber terminado configurándose como un aparato.
Así que en el coche le preguntamos más por el tema de moda. En su candidatura se quejan de que en algunas agrupaciones no había papeletas para avalarle y de que a Ferraz a veces se le olvida mandar las convocatorias a sus actos. Señala que sin el respaldo estructural del partido todo cuesta más. Hugo asiente por el retrovisor. Se lo van a decir a él, que se ha olvidado de coger el recibo del parking.
El candidato a la Secretaría General del PSOE, Jose Antonio Pérez Tapias, el viernes 4 de julio en Madrid / ULY MARTÍN
A la carrera, porque vamos con una hora de retraso al restaurante donde ha quedado con compañeros, la conversación deriva hacia la monarquía y su republicanismo aristotélico. “No hay que hurtar ese debate a la ciudadanía. A mí me gustaría una república, pero también hay que ver si es viable ahora mismo”, sostiene.
Hugo para en la puerta del restaurante El Llar, en la calle de Fernández de los Ríos. Dentro esperan compañeros como Enrique Cascallana, Mario Salvatierra, Juan Antonio Barrio, Antonio Fernández Gordillo, José Quintana y Antonio García Santesmases. Van por el segundo plato, pero le reciben a lo grande. Él pide berenjenas rebozadas y un pedazo de carne roja monumental que trocea esmeradamente. Tapias ha perdido cuatro kilos en la campaña —“con el saque que tengo...”—-. Hugo barre para casa y se pide un pixín asturiano.
Hay que preparar el debate de los candidatos, le dicen. Repasan un formato que a él le parece “muy encorsetado”, poco interesante. Pero, sobre todo, le exigen que descanse. “¡Confiad en este candidato, que todavía me quedan unas neuronas!”, les responde. “Es el momento de hablar de política, y no de marketing político como hacen Edu y Pedrito”, le reclaman. Más consignas: “Hay que romper la premisa de que el Estado del bienestar no se puede mantener”; “dale protagonismo a los militantes”. También salen temas de funcionamiento —de cómo se pagarán los recibos o de si hay que guardar los tiques— que revelan lo artesanal de esta candidatura. Vino y gaseosa. Y mucha prisa por llegar al siguiente acto.
El pequeño trayecto hasta la calle de Ferraz sirve para hablar del asunto catalán. Lo tiene claro: debe reformarse la Constitución y construir un Estado plurinacional que reconozca las singularidades de determinados territorios. Y también convocar una consulta no vinculante en Cataluña donde solo voten los catalanes. ¿Y si finalmente no se arregla? ¿Es viable España sin Cataluña? Se queda callado, abre los ojos y mueve la cabeza. Sabe que eso es muy delicado. “Quizá a los checos tampoco les parecía viable una Checoslovaquia sin Eslovaquia, y luego…”.
En la puerta de Ferraz espera Beatriz Talegón. Aquella joven del PSOE que incendió las redes y su partido cuando criticó el socialismo de lujoen el que se habían embarcado sus dirigentes. Ella es una de las caras socialistas cercanas al movimiento 15-M, y su perfil político y mediático parece hoy más emparentado con Podemos que con el partido al que representa. Es una pieza clave del equipo de Pérez Tapias y espera al candidato con algunos representantes de colectivos minoritarios del PSOE. Él se compromete a contar con ellos plenamente. Hay feeling.
Talegón: “Logramos los avales sin ningún apoyo. Los militantes no han hablado aún”
En la tercera planta de Ferraz, la candidatura ha habilitado un pequeño despacho para organizarse. Solo hay tres miembros del equipo (incluyendo a la propia Talegón). Se habla del debate y de su formato, sin nervios. “Es lo bueno de tener un candidato con tablas. Las ideas ya están asumidas. Lo verás en el acto de después”, dice Talegón mientras muestra uno de los vídeos de apoyo que le han grabado. Pese a la enorme diferencia de avales, ella está segura de que ganarán. “Muchos militantes no se han pronunciado todavía. Y si conseguimos esos avales sin apenas aparecer en los medios, ahora puede haber una sorpresa”. Él asiente.
De camino al encuentro con militantes que Pérez Tapias tiene en la agrupación de Centro, entre Malasaña y Chueca, Hugo para en una cafetería a tomar un café. El candidato aguanta bien el trajín del día. “Los achuchones de sueño me entran sobre las cinco de la tarde”, confiesa. Sus sombras empiezan a dar mayores muestras de cansancio. Queda aún lo más importante. En la pequeña calle de Hernán Cortés le esperan unos 200 militantes de todo Madrid para escrutar sus ideas. “Ya era hora de que te cortaras el pelo”, le dice una señora a la entrada. Luego, él explica su proyecto durante 45 minutos, sin leer, y se somete a las preguntas de militantes que van subiendo al escenario. Nada suena prefabricado, y él va trufando sus ideas con citas a filósofos y escritores, en un tono profesoral. Los militantes critican la falta de democracia en el partido, la promiscuidad con los bancos o los escándalos de los eurodiputados con las SICAV.
Al final del acto, como todo hoy en día, la medida de su éxito es proporcional al número de selfies que le piden. Aunque sea solo, como le dijo aquel taxista, “por si gana”. “Es el que tiene más empaque intelectual, el más sólido. Pero ganará uno de los otros dos, que para eso son el aparato”, dice ya a las puertas del local un concejal del Ayuntamiento de Madrid que salió tarifando por discrepancias con la dirección.
Pasadas las diez, cuando en la calle de Chueca ya todo es Orgullo Gay, Pérez Tapias decide poner rumbo a su hotel en la calle de Atocha. Pero hace un quiebro. “Creo que nos hemos ganado una caña”, suelta de repente. Así que en un bar de la calle de Barceló donde Hugo sabe que “ponen buenas raciones”, terminamos la jornada charlando sobre el nuevo Rey, el extraño viraje de Alberto Ruiz-Gallardón a la derecha (que Pérez Tapias no acierta a descifrar) y el largo viaje que todavía les queda. A las 23.30 desaparece por la recepción del hotel seguro de que todo esto valdrá la pena.
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