El honor de ciertos jueces del Supremo, en entredicho
Baltasar Garzón ha convertido la entrevista que ayer publicó ’El País’ en una severa sentencia condenatoria. Y es que, con toda la razón, Garzón no se ha mordido la lengua y ha hablado -siguiendo la pauta de Gonzalo de Berceo- “en roman paladino, como suele el pueblo fablar con so vezino”.
Ni por los cerros de Úbeda
No se ha ido, pues, el exjuez, por las ramas ni por los cerros de Úbeda, localidad de la provincia de Jaén, no muy lejos de Torres, donde nació Garzón. Ha dicho en voz alta aquello que la mayoría de los ciudadanos y ciudadanas intuían o sabían y, desde luego, querían leer o escuchar. Se siente “el último desterrado del franquismo”. Y es verdad.
Falange y Manos Limpias
También es verdad lo que afirma diciendo, “que mi condena se decidió desde el principio, cuando se admitieron a trámite las querellas en el caso de la memoria histórica de unos actores populares (Falange y Manos Limpias) que, cuando menos, dejan bastante que desear”.
El señor Marchena
Y sigue siendo verdad la encerrona del juez Marchena en torno al caso de Nueva York, “cuando ellos mismos (la sala penal del supremo y el Poder Judicial) lo habían cerrado.” “¿Por qué se mantuvo el procedimiento abierto si estaba prescrito? ¿O es que vino la iluminación del arcángel san Gabriel para el señor Marchena (instructor de la causa) y se dio cuenta dos años y pico después de estar prescrito? ¡Es muy fuerte!”
Trillo
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