El declive de las clases medias
Mientras en las economías emergentes ascienden las clases medias, en las occidentales descienden, aunque los niveles de vida y de seguridad ante el futuro de unas y otras no sean (¿aún?) comparables. Es el resultado desigual de la última fase de la globalización y de la crisis vivida en Europa y en EE UU desde 2007-2008. Pero si el ascenso de las clases medias puede llevar a pedir más apertura política en sus economías emergentes, su declive en el hemisferio norte puede amenazar el consenso político, social y económico que prevalecía hasta ahora y socavar las bases sobre las que se asienta la democracia y los sistemas políticos occidentales, incluida esa construcción básica que es la Unión Europea.
Como indican Heather Boushey y Adam Hersh, del Center for American Progress en Washington respecto a la clase media de EE UU (pero que también es válido para Europa), “la interacción y concurrencia de la creciente desigualdad con el colapso financiero y la Gran Recesión han planteado nuevas cuestiones sobre si una clase media debilitada y la mayor desigualdad deben entrar a formar parte de nuestra forma de pensar sobre los motores del crecimiento económico”. Pues, en efecto, salvo excepciones, este era un asunto de sociólogos y no de economistas, si bien la Economía se está viendo obligada a entrar cada vez en estas cuestiones, pues afectan directamente a su objeto de estudio. Una clase media fuerte, indican estos autores, impulsa el desarrollo del capital humano y de una población educada; crea una fuente estable de demanda de bienes y servicios y de financiación de servicios públicos a través de impuestos; incuba la siguiente generación de emprendedores y apoya instituciones políticas y económicas inclusivas, que a su vez sostienen el crecimiento económico. Y, cabe añadir, vota a opciones políticas moderadas que hacen posible el entramado institucional que da soporte a ello.
Ya el politólogo de Stanford Francis Fukuyama previno recientemente en un artículo en Foreign Affairs que la democracia liberal en el mundo occidental puede no sobrevivir a un declive de las clases medias. Si sigue su curso destructivo, la crisis económica puede llevar a una gran crisis social y política. Ya ocurrió en los años treinta. En esto Fukuyama puede estar más acertado que con su tesis de 1989 sobre el fin de la Historia.
No hay pleno acuerdo entre los especialistas sobre la definición de clase media, cuyos límites son, por definición, ambiguos y relativos. Algunos sociólogos la circunscriben a satisfacer las necesidades básicas más algunos extras: desempeñar una ocupación cualificada en el sector industrial o de cualificación media en el sector servicios y/o tener alguna propiedad. Otros, para comparaciones internacionales, utilizan la medida de un gasto diario entre 10 y 100 dólares al día (62 euros, en paridad de poder de compra).
Según el informe sobre Tendencias Globales 2030 del Instituto de Estudios de Seguridad de la UE, la clase media global está creciendo. De 1.800 millones en 2009, llegará a 3.200 millones en 2020, y a 4.900 millones (de un total de 8.300 millones de habitantes) en 2030. Se apunta 2022 como el primer año en el que habrá más gente de clase media que pobres en el mundo. El 85% de este crecimiento social se dará en Asia, y especialmente en China que ya cuenta con 160 millones de consumidores de clase media. Pero también en África o en América Latina. Dos terceras partes de los brasileños, según este estudio, se considerarán en 2030 de clase media. Mientras, las clases medias de Europa y Norteamérica pasarán de representar el 64% del consumo total mundial en 2009 a un 30% en 20 años.
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