Si el Estado no enseña sexualidad, la Iglesia lo hará
El Papa se quejó recientemente de la educación sexual que se ofrece en las escuelas en algunos países europeos. Una enseñanza que, según Benedicto XVI, presenta "concepciones de la persona y de la vida presuntamente neutras, pero que en realidad refleja una antropología contraria a la fe y a la recta razón". Esto no significa en absoluto que la Iglesia católica no quiera una enseñanza sobre sexología para los jóvenes; lo que ocurre es que rechaza la que no se atiene a sus postulados.
"Fue, de hecho, la Iglesia (tanto la católica como la protestante) la que empezó a promover la educación sexual desde el comienzo del siglo XX", explica el profesor de la Universidad de Durham Lutz Sauerteig. Esta siempre estuvo basada en la abstinencia hasta el matrimonio, el sexo solo con fines reproductivos y la condena de la masturbación, preceptos "difíciles, si no imposibles de cumplir para los jóvenes de la primera mitad del siglo XX, y todavía más en la segunda", añade Sauerteig, coautor del libro La formación del conocimiento sexual: una historia cultural de la educación sexual en la Europa del siglo XX.
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¿Quién debe encargarse de la educación sexual: el Estado, los médicos, los psicólogos, la Iglesia? ¿Es acaso una simple cuestión de elección de los padres? El problema es que la educación sexual que prefiere la Iglesia rechaza la que proponen la mayoría de especialistas de la salud y la psicología. Y viceversa. La de la Iglesia es "una visión reduccionista, y no es correcta científicamente", dice Ana Pino, del colectivo canario Harimaguada. Con argumentos similares, la Federación Española de Sociedades de Sexología ha rechazado los materiales del arzobispado de Valencia.
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El informe de WAS reclama una educación sexual integral obligatoria, basada en los derechos y la salud, que ofrezca toda la información posible y exacta para que los jóvenes tomen "decisiones autónomas y fundamentadas acerca de su salud sexual y reproductiva". Pero insisten en la mayor delicadeza, es decir, que se deben tener cuenta las particularidades culturales de cada lugar.
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Sin embargo, a pesar de la firme oposición de la Iglesia y de algunos sectores conservadores, en cuestiones de moral como las que tocan la asignatura de Educación para la Ciudadanía, el Gobierno y el Parlamento decidieron (y lo ha refrendado la justicia) que existen unos mínimos comunes que deben ser enseñados a todos los alumnos. Y ello, sin pasar por alto los temas más peliagudos sobre los que no hay acuerdo social, aunque estos últimos han de mostrarse de la manera más neutral, han dicho los tribunales. Entonces, ¿no podría considerarse la educación sexual desde el mismo punto de vista?
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