Mi vida es una mentira
"No me llamo Antonio, ni me apellido Barroso. No sé si nací en Zaragoza y no sé si fue un 18 de febrero. Mi vida es una mentira". Así habla el presidente de la Asociación Nacional de Afectados por Adopciones Ilegales (Anadir), de 41 años, que no sabe si se llama así, ni de dónde es, pero sí tiene claro lo que quiere: "La fiscalía tiene la obligación de investigar estos casos, caiga quien caiga". Por eso, junto con otros 60 supuestos afectados, el próximo octubre presentará una denuncia colectiva en la Audiencia Nacional en la que se suman casos de Cádiz (las hermanas Díaz Carrasco, la primera de las 12 historias que ahora investiga la Fiscalía de Algeciras), Málaga, Tenerife, Murcia, Barcelona, Tarragona, Zaragoza, Madrid, Burgos, Bilbao, Alicante y Valencia. Y sumando: "Cada día se asocia más gente", dice Barroso.
Algunos de estos 60 casos quizá formen parte de niños robados de los años setenta y ochenta, como los críos que fueron dados en adopción al poco de nacer en la clínica San Ramón de Madrid y que hoy buscan a sus madres biológicas. No obstante, no hay que olvidar que, en una época en la que ser madre soltera era un estigma y adoptar o ser adoptado se consideraba a menudo como algo vergonzoso, los procesos de adopción no eran siempre transparentes y muchas familias ocultaban su historia.
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