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Izquierda Socialista de Valladolid en la defensa de los Servicios Públicos

Aprender a ser laicos

España necesita una cultura de la laicidad para mejorar la convivencia nacional. Nuestra división ideológica, cultural y moral constituye un reto para aprender a resolver ciertos problemas de forma civilizada. Los antagonismos existentes pueden afrontarse de dos maneras: mediante el enfrentamiento cultural con implicaciones políticas que refuerza el cainismo de las dos Españas o a través de la deliberación ética y el diálogo razonable que hagan posible establecer la amistad cívica entre ciudadanos con identidades diversas.

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La cultura de la laicidad crea las virtudes de tolerancia activa, libertad de conciencia y diálogo intercultural e interreligioso, y, por eso, debe extenderse con mayor fuerza entre nosotros.

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Norberto Bobbio nos ha dado un gran testimonio de civismo: "He aprendido a respetar las ideas ajenas, a detenerme ante el secreto de cualquier conciencia, a intentar comprender antes de discutir, a discutir antes de condenar".

Los antagonismos culturales e ideológicos tienen entre nosotros varios orígenes, pero quienes más han activado en los últimos años el enfrentamiento cultural y ético con claras repercusiones políticas han sido la Conferencia Episcopal y el sector católico que sigue sus recomendaciones. Sin embargo, no ha logrado impedir que millones de católicos sepan distinguir entre el seguimiento de Jesús de Nazaret y la obediencia a los obispos en cuestiones discutidas que no pertenecen al núcleo de la fe cristiana.

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Los ciudadanos religiosos deben respetar la autonomía del Parlamento y desechar cualquier intento de eclesiastizar la política y el ordenamiento jurídico. Tienen que aprender a distinguir entre ley y moral, pues las leyes tienen una finalidad específica que las diferencia de los imperativos éticos. Sería conveniente que reconocieran el valor de la moral autónoma. La libertad religiosa no puede impedir el desarrollo de la libertad de conciencia de quienes no son religiosos.

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Los ciudadanos no religiosos también tienen que aprender a ser laicos. La proclamación de la identidad laica no vacuna contra la intolerancia. El fundamentalismo laicista es tan rechazable como el integrismo religioso.

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Regis Debray afirma que hemos de pasar de una laicidad de ignorancia o desprecio del hecho religioso a una laicidad de comprensión y reconocimiento de las aportaciones de las religiones a las culturas. Desde esta posición, se entiende su defensa de una enseñanza laica de la religión en las escuelas públicas y su afirmación de que la libertad religiosa es más que libertad de cultos.

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Rafael Díaz-Salazar es profesor de Sociología en la Universidad Complutense y autor de España laica.

elpais.com/articulo

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