La Junta, un moroso más
En el riesgo está el placer. En otro tiempo, los empresarios se arriesgaban y disfrutaban a partes iguales; ahora les rechinan los dientes. Compañías que cierran y no pagan, espabilados que toman el dinero y corren; la ruina total. Pero resulta que los que tienen que ser más cumplidores que nadie, quienes han de ser escrupulosos en el gasto y la obligación que lleva implícita tanta alegría tras la estampa de un contrato son las instituciones. Ayer hemos sabido que la Junta de Castilla y León y los ayuntamientos forman parte de la inagotable lista de morosos que adornan nuestro vasto territorio. Dicho en euros no tiene tanta fuerza, así que apliquemos la conversión a nuestra campechana divisa: deben 90.000 millones de pesetas a empresarios como usted, según el Ministerio de Hacienda. Madrid tiene una deuda inferior, y eso que administra a siete millones de almas. El desmadre más significativo lo acarrea Cataluña, que son un puñado más que los del centro de España. Nosotros sumamos 2.500.000, pero tenemos una Administración regional con un entramado político tan amplio que para sí quisiera Nueva York, ocho veces mayor en número de paisanos que los que correteamos por aquí.
Hace unos días, a las puertas del Consejo Consultivo, una grúa cargaba un suntuoso coche oficial. Aún no estaba siendo embargado; al parecer, el motor demandaba un año sabático. Lo que más me llamó la atención fueron las siete antenas de la máquina. Comencé a darles utilidad a cada una de ellas y al final me sobraban diez mil. El del Consultivo es un órgano sin más peso real que el que portan sus siete consejeros. Se trata de una institución en la que aparcan a los dinosaurios que se salvaron de la extinción. Ahora les están erigiendo una nueva sede más amplia en el casco antiguo de Zamora, porque la otra no es suficiente para tanta pompa, y así los paseantes les verán entrar y salir del balneario, como en un parque jurásico. Sin más. Todo este inútil complejo lo pagaremos usted y yo, porque somos tan ricos como John Rockefeller y los Rothschild juntos.
No hay más que echar un vistazo al organigrama del Gobierno de Herrera para hacer una proyección aterradora de lo que nos cuesta el juguete. Es difícil defender ante un empresario que no duerme lo endiablado de su estructura. Consejeros, viceconsejeros, secretarios, gerentes o direcciones generales que gestionan parcelas duplicadas, gabinetes hinchados, cargos de confianza hijos del dedo bobalicón y el desahogo con el que se contratan a diestro y siniestro actividades superfluas, a lo que hay que añadir la marabunta de esclavos de nuevo cuño que ocupan un espacio precioso. No hay que desfallecer. Siempre se mantendrá la esperanza de que la Administración tarda en pagar pero termina haciéndolo. La cuestión es si quedará algún emprendedor vivo en ese momento del juego y si el casino de la alegría dispone de crédito.
http://www.nortecastilla.es/20090307/articulos_opinion/junta-moroso-20090307.html
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