Respuesta a las crisis: desarrollo global
La crisis alimentaria es el primer problema a resolver, la mayor amenaza a la estabilidad mundial. Para ello es necesario que la actual economía de guerra y dominio se transforme en otra de desarrollo global
FEDERICO MAYOR ZARAGOZA 28/06/2008
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De todas las crisis a las que, como era previsible, conduce una "globalización" que ha sustituido la justicia y el buen criterio político por las leyes del mercado, la más grave es la alimentaria. Las crisis económica y medioambiental permiten planteamientos a más largo plazo -aunque en la segunda pueden alcanzarse gravísimas situaciones de irre-versibilidad-, pero la alimentación constituye una cuestión básica directamente relacionada con el derecho humano supremo: el derecho a la vida.
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Al afectar la supervivencia de mucha gente -casi 1.000 millones de personas no reciben la dieta mínima-, el hambre desemboca en disturbios, en malestar social irreprimible. Los mínimos nutritivos deben garantizarse. Es un desafío común y una amenaza a la estabilidad de las naciones. El cambio se volverá irrefrenable si, a la crisis financiera, se unen las de la alimentación y la del agua, porque son las necesidades básicas las que movilizan no sólo a los ciudadanos que sufren estas carencias directamente sino a los que, en toda la Tierra, sabiendo lo que sucede, reclaman con apremio que la actual economía de guerra y de dominio se transforme aceleradamente en una economía de desarrollo global, con grandes inversiones -que serán también excelente negocio y aumentarán el número de "clientes"- en las infraestructuras apropiadas para producir energía en grandes cantidades y a buen precio; para la producción y transporte de agua potable; para la obtención de alimentos para todos; para transportes y sistemas de calefacción y refrigeración que consuman progresivamente menos carburantes... y para viviendas dignas.
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Ninguna nación está exenta de responsabilidad: es inadmisible que se transfieran "al mercado" deberes morales y responsabilidades políticas que corresponden a los gobernantes democráticos. La necesidad urgente de unos códigos de conducta mundiales en el marco jurídico-ético de unas Naciones Unidas debidamente reformadas es, por cuanto antecede, una imperiosa exigencia.
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En momentos de gran aceleración histórica, son más necesarios que nunca los asideros morales.
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