EN RECUERDO A EZEQUIEL
A la vuelta de las vacaciones veraniegas, he intentado verte, comunicarme contigo por varias vías, sin éxito alguno. Llevo un tiempo sintiendo que tu ausencia y falta de interés no podía ser en modo alguno por voluntad personal. Era obvio que algo tenía que ocurrir.
Hoy, que la injusta selección que hacen las enfermedades, ha hecho que nos abandones. Siento en primera persona un dolor muy fuerte que quiero compartir con otras muchas personas, quienes estoy segura padecen un idéntico sentimiento. Y no sólo de dolor, sino también de profundo vacío, de tristeza e incluso desolación.
Siempre cuando nos deja algún ser querido, se oye como tópico una serie de alabanzas, bondades y características exultantes de positivismo hacia la persona que se despide de la vida.
Realmente y aunque parezca que son cumplidos, nos ha dejado un diamante en bruto, que transmitía solamente con su presencia: tranquilidad, bienestar, benevolencia, seguridad y otra serie de valores humanos casi innumerables. Todo ello, solo con verle. Si hacemos mención a sus conversaciones y acciones tendríamos que destacar su GENEROSIDAD DESINTERESADA, siempre dando sin recibir ni pedir nada a cambio, incansable haciendo trabajos desinteresados y otros menesteres por, para, con los demás.
Lamento no haberte podido acompañar en tu despedida final y en tus últimos días de sufrimiento.
Creo que prefiero recordarte con tus últimas palabras que fueron: tengo una deuda contigo, te debo una llamada telefónica para preguntarte si se resolvió aquella reclamación. Ya es tarde para responderte EZEQUIEL, pero como estabas pendiente de ayudar al siguiente, si es posible que me escuches te respondo que sí. Y te debo una palabra que nos cuesta mucho pronunciar GRACIAS, MUCHÍSIMAS GRACIAS y lo digo en primera persona y en nombre de todos aquellos cuantos tuvimos el gratísimo honor de conocerte.
Ya no nos acompañaras en reuniones, pero tu compañía permanecerá con el enriquecimiento que nos regalaste ante la vida, debemos continuar tu labor de gran humanidad.
Hasta siempre amigo y compañero.
Amelia Lapeña Rincón
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