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Izquierda Socialista de Valladolid en la defensa de los Servicios Públicos

El nacionalismo español por Josep Ramoneda

El nacionalismo español es tan excluyente, tan victimista y tan sectario como cualquier otro. 
el pais.com de 18 de marzo de 2007 
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DESPUÉS de tantos años de denostar a los nacionalismos periféricos, los nacionalistas españoles han demostrado comportarse como unos nacionalistas cualquiera, vascos o catalanes, pongamos por caso. La manifestación de banderas del sábado día 10 en Madrid -se veían más rojigualdas que manifestantes- es la culminación de algo obvio pero que muchos negaban, como acostumbra a ocurrir en los nacionalismos con Estado: que el nacionalismo español es tan excluyente, tan victimista y tan sectario como cualquier otro. Y como todos los nacionalismos se define contra otro u otros. La paradoja del nacionalismo español es que, aunque sea por la fuerza de la ley electoral, a veces está obligado a aliarse con los otros nacionalismos que le dan sentido.  
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En la campaña publicitaria de la manifestación del PP, Mariano Rajoy ya dio el tono, convocando "a la gente sensata y de bien". Es un clásico: el nacionalismo arrogándose el privilegio de otorgar cartas de autenticidad. El líder que cree hacerse fuerte dividiendo a los españoles entre buenos y malos ciudadanos. Los que siguen al PP son gente de bien; los que no, son gente de mal, una amenaza para la patria. El que quiera un certificado de buen patriota, que asista a las manifestaciones del PP.  
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Después, la apropiación de los símbolos: la bandera, el himno, las canciones de la transición, todo como si fuera patrimonio de un solo partido, que es el que otorga los derechos de la corrección nacional. Con o sin águila, la bandera ya viene suficientemente marcada por los años de franquismo como para que, con este nuevo secuestro, quede perfectamente inutilizada como símbolo colectivo por los siglos de los siglos. 
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Todos los nacionalismos han utilizado estos mecanismos de exclusión. Frente a la palabra patriota sólo cabe una figura: el traidor. Pero, por lo general, las naciones fuertes e integradas no necesitan recordar permanentemente la frontera que separa al buen del mal ciudadano. Su fuerza les da margen a la tolerancia. La parafernalia nacionalista queda reservada a los ritos oficiales, sin mayor trascendencia. Algo falla cuando los nacionalistas de una nación con poder se comportan igual que los nacionalismos melancólicos con déficit de Estado. Últimamente, una nación tan consagrada como la francesa ha dado síntomas, por ejemplo, en materia lingüística, de comportarse como vascos o catalanes. E incluso algunos han empezado a preguntarse qué era Francia. Pregunta insólita que durante muchos años era retórica, porque sólo se admitía una respuesta: Francia. 

http://www.elpais.com/articulo/panorama/nacionalismo/espanol/elpeputec/20070318elpdmgpan_3/Tes

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