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¿POR QUÉ EN EL PSOE HAY MIEDO A CATALUÑA COMO NACIÓN?

   ¿Por qué en el PSOE hay miedo a considerar a Cataluña como nación? ¿Y por qué ese miedo se extiende al PSC, que si habla de Cataluña como nación, lo hace en voz baja, a través de protagonistas secundarios, mientras algunas de sus personalidades dicen que ahora tampoco toca abordar eso? Y si no es ahora, en debate previo a las elecciones catalanas del 27 S, en el que se confrontan posiciones políticas respecto al futuro de Cataluña en relación al Estado español, ¿cuándo desde el campo socialista, sin eludir la cuestión, se va a presentar una alternativa sólida y creíble al respecto?

 

 

   El tiempo humano se dilata y en política, como en la vida de cada cual, no se reduce a ser el del mero transcurrir de segundos, minutos y horas. Pero ese tiempo también se contrae. En nuestro mundo finito, el tiempo no es un "recurso" indefinido; los acontecimientos nos emplazan. Y los problemas políticos no se disuelven; o se resuelven o revientan. ¿Puede pasar con la crisis institucional del Estado español? Aunque se revista de (falsa) prudencia, es temerario confiar en que, sin hacer nada serio, todo se arreglará. Eso, con toda razón, se le critica al presidente Rajoy. Pero entre socialistas hay contradicciones sin resolver; no se abordan como se debe y así, como lo reprimido, retornan de la peor manera. Valgan aquí las advertencias de Freud.

 

 

   En cuanto a contradicciones propias y al intento de superarlas, reveladoras han sido las palabras del primer secretario de los socialistas catalanes. Tras las declaraciones de Felipe González a La Vanguardia, acerca de la necesidad de reconocimiento de Cataluña como nación, Miquel Iceta se alegraba de que por fin dejara de ser tabú entre socialistas expresarse en esos términos. Pero él sabe al respecto dos cosas: en primer lugar, que hay socialistas que nunca hemos aceptado tabú alguno en torno a Cataluña como nación; y, en segundo lugar, sabe también que el expresidente González vuelve a poner las cosas difíciles cuando después ha pasado a negar que hubiera hecho declaración semejante, arguyendo que sólo se refirió a la necesidad de reconocer la "identidad nacional" de Cataluña. De nuevo, rodeos eufemísticos en torno a una entrevista que fue autorizada para su publicación por el gabinete del entrevistado, queriendo reducir la identidad nacional a lo propio de una mera identidad cultural sin traducción en términos de nación política. Es el miedo a lo que supone esto último -incluida la utilización electoralista que la derecha haría del asunto- lo que lleva a que en el campo socialista todo se enrede como de costumbre, precisamente el día en que se presenta la asociación "Tercera Vía" -nombre, por sus connotaciones, que no puede ser más desafortunado - para promover el diálogo entre España y Cataluña, más allá del inmovilismo del PP y del aventurerismo independentista de CDC y ERC.

 

 

   Sinceramente, miedo volví a detectar en el último Comité federal del PSOE y por eso apelé a que se superara, si se quiere sacar la posición socialista de su indefinición y apostar en serio por una solución para la crisis del Estado español. No valen propuestas a medias que no aborden lo que quedó encauzado con la Constitución de 1978, pero no resuelto, lo cual no es otra cosa que la cuestión de las naciones tal como se plantea en nuestra realidad política. Hablamos de federalismo, ¿pero qué federalismo? ¿Por qué se tiene miedo a proponer ese federalismo como plurinacional, si es el reconocimiento de esa diversidad nacional lo que puede permitir la unidad y cohesión del Estado? Y si somos conscientes de la necesidad de renovar el pacto constitucional, ante las graves cuestiones pendientes de resolver, ¿por qué el miedo a un proponer un proceso constituyente, lo cual de ninguna manera supone ponerse en el punto cero de nuestra trayectoria colectiva? Hay buenas razones para defender sin miedo un Estado plurinacional, que además es la propuesta que puede percibirse como alternativa real frente a un proyecto independentista que, no por desagradar, deja de existir. Por tanto, lo que toca es superar el miedo y presentar ante la ciudadanía y ante los demás interlocutores políticos una propuesta susceptible de ser compartida por otros muchos. Las viejos dogmas no valen, incluido el de una intocable soberanía o el de una indisoluble unidad de la nación española. Vendría bien conocer mejor la historia, la propia y las ajenas, pues sin miedo y con buena memoria, siendo memoria democrática, habrá futuro para una propuesta respetuosa e inclusiva como es la de un federalismo plurinacional. 

 

 

José Antonio Pérez Tapias 

Publicado en la revista EL SIGLO, nº 1122 (14 septiembre 2015)

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