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Izquierda Socialista de Valladolid en la defensa de los Servicios Públicos

40 años de Izquierda Socialista

No hace mucho escribía en estas mismas páginas sobre el nacimiento del PSOE. Hoy rememoro el de Izquierda Socialista, única corriente oficialmente reconocida en su seno, y que cumple ahora 40 años. En un esclarecedor articulo publicado con motivo de su 20 aniversario, mi buen amigo, el profesor Antonio García Santesmases, relató los inicios de la corriente y glosó su ya larga trayectoria. Según él, el acta fundacional de la misma debía establecerse en el célebre 28º Congreso de mayo de 1979, en el cual, como es sabido, y por diversas razones, se produjo la dimisión de Felipe González, en un momento en el que los críticos no supieron (o, tal vez, no pudieron, debido a presiones sobrevenidas desde el exterior) hacerse con el control y la dirección del partido.

 

Durante aquel verano, y hasta que se celebró el Congreso extraordinario de septiembre, fuimos muchos los que asistimos perplejos a un debate encarnizado en torno al sentido de la transición política y al papel que debía jugar el marxismo en la definición ideológica del partido, así como sobre la estrategia a seguir para desarrollar un determinado modelo del mismo. Sin afiliación aún, aquel año ya me había incorporado al Grupo de Cultura del PSOE. Recuerdo que muchos consideraban necesario contar con un proyecto autónomo que no mantuviera contacto con otras fuerzas a su izquierda; concepción esta que, finalmente, acabó siendo la mayoritaria, tal vez por la disciplina que supo imponer, contra viento y marea, ese líder carismático que fue Felipe González, quien siempre entendió, igual que otros de su entorno más próximo, que un exceso de radicalismo restaba posibilidades al PSOE de llegar al poder, al que finalmente accedió, gracias al mantenimiento de esta posición, en las elecciones de 1982. La otra postura, liderada por Luis Gómez Llorente, reivindicaba un modelo similar al ya aprobado en el anterior Congreso de 1976, encaminado a establecer un bloque de progreso junto a otras fuerzas políticas y partidario de una política neutralista para España: un esquema parecido al que ya se defendía por aquellos años más allá de la propia socialdemocracia en algunos países del Viejo Continente.

 

La historia de lo dirimido en aquellos años en el seno del Partido Socialista no admite un relato simple; más bien, todo lo contrario: fue un proceso poliédrico, algunas de cuyas caras aún no han sido analizadas con suficiente perspectiva, y que incluso implicó algunos cambios estatutarios que, a la postre, propiciaron la victoria a los seguidores del felipismo. Este término, muy conocido tanto dentro como fuera del partido, se utilizó como etiqueta distintiva para identificar aquella corriente principal que acabaría en poco tiempo con las minorías existentes. El vocablo, si mal no recuerdo, lo acuñó Luis Gómez Llorente, aun cuando ya lo utilizara privadamente Pablo Castellano; quien quizás contribuyó más a su difusión fue, a mi parecer, Pepe Aumente. Alude el término a un giro del PSOE hacia la derecha, un culto carismático al líder, así como al arrumbamiento del marxismo, no solo como idea sino también como tradición dentro del socialismo democrático. Algo que se vio de forma clara en el cambio de posición política del PSOE en lo concerniente a la cuestión de la OTAN, así como en lo referente a las políticas económicas, las cuales fueron alejándose del recurso a las nacionalizaciones para instalarse en un claro liberalismo protector de los intereses de la clase más pudiente. Con ello se reivindicó un éxito económico que, sin embargo, acabó por complicar la vida a otros muchos, y que tuvo como indeseable colofón los casos de tráfico de influencias que no tardaron en aflorar.

 

En vísperas del triunfo socialista de 1982, Luis Gómez Llorente había dejado la política activa, Francisco Bustelo se recluyó en el Rectorado, y Manuel Sánchez Ayuso fallecía de forma repentina; debido a ello, a Pablo Castellano no le quedó más remedio que tirar él solo del carro de IS-PSOE, ayudado por otros compañeros, entre ellos Carlos López Riaño y Joaquín Martínez Björkman. Fueron años de desgaste para esta corriente, sujeta a un gran debate ideológico que se prolongó hasta la consulta de marzo de 1986. Un año después, tras la marcha de Castellano, se hicieron cargo de la dirección Antonio García Santesmases, Manolo de la Rocha y Vicent Garcés, tres grandes socialistas en cuyas ideas todavía me reconozco, y que trataron de conformar una verdadera ala izquierda dentro del partido. Después llegarían a la dirección miembros de mi propia generación, con Juan Antonio Barrio de Penagos, José Antonio Pérez Tapias y demás compañeros a la cabeza. Más tarde, ya en época de Sánchez, la corriente ha experimentado diversos intentos de ser instrumentalizada por otras instancias, así como una profunda crisis de crecimiento de la que ya parece vislumbrarse, pese a todo, la ansiada luz al final del túnel.

José Cobos Ruiz de Adana
01/07/2019

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