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Izquierda Socialista de Valladolid en la defensa de los Servicios Públicos

De aforados a forrados

Ramón Hdez. de Ávila

 

 

Qué acierto del gran Nebrija. Nuestro primer gramático. Gracias a él tenemos los hispanohablantes uno de los idiomas más ricos y perfectos del planeta, elevado a categoría de arte desde hace siglos, donde tanto el vulgar como el culto apenas si tienen diferencias notables; un receptor de bajo nivel como otro superior se hacen entender con un grado u otro de compresión, construcción y giros, no sólo en su tierra sino en diversas partes del anchuroso mundo. Una lengua capaz de expresar hasta los más indescriptibles pensamientos o las ideas más absurdas con palabras sencillas, y por si no bastara, en mil tonalidades y acentos. Un lenguaje en el que podemos entendernos, aunque como dijo Marco Aurelio los dioses han dado el habla al humano para que oculte sus pensamientos.

 

Contrariamente, nuestro buen Nebrija concebía la lengua como un catalizador político, importante en una nación que era todo un imperio. Idea que venía de la unidad que representaba la edad media, superada con el reinado de los Reyes Católicos, de los que nuestro insigne gramático fue cronista. Como gozaba de su plena confianza, le encargó la reina Isabel fijar el castellano en unas normas sencillas que todos pudieran entender. “Que se escriba, como se habla”, dicen que le dijo. Nuestro intelectual no debía disponer de tiempo, porque seguro que la reina, que era mandona en todas las Españas y ninguna se le resistía, debía querer el encargo pa’ayer, pues preveía el destino universal de una lengua que sonaba lindo, y atravesaría mares y continentes junto a las carabelas. Con la cantidad de menesteres como debía realizar a diario, el señor de Nebrija disponía por tanto de poco tiempo; tenía que corregir exámenes, revisar galeras de imprenta en Salamanca, redactar los discursos de los reyes, rezar el breviario, traducir libros de tantos idiomas como dominaba... No le quedaba tiempo, y eso que entonces no había cine, ni discos, ni fútbol, ni tele, ni radio, ni internet para distribuir información que entonces iba a bordo de diligencias cuando no a uña de caballos galopando de posta en posta, que no pista. Dadas las materias que le ocupaban, decidió no complicarse mucho ni complicar a sus descendientes y alumnos. Y una tarde, quizá en momentos de reposo y cuitas de imperios, consejos y aventuras allende los mares, se dijo: cuanto menos trabajo me den estas florituras idiomáticas, más tiempo tendría en dedicarme a menesteres importantes de gobierno y sociedad; así que, pensó nuestro buen intelectual, voy a tratar de no empeñar mi tiempo en asuntos de lengua, que luego cada cual ha de usarla como le apetezca, y cuanto más fácil y menos vuelta haya que dar a un concepto para que exprese un pensamiento, mejor para mí, mejor para el concepto y mejor para el hablante. Y se quedó tan ancho. ¡Ay!, este Nebrija o Lebrija... Es más, se dijo, si consigo que una misma palabra, sin cambiar un ápice, dicha en un tono u otro exprese uno u otro pensamiento y actitud, mejor que mejor. Y si no por el tono, por el contexto o por el simple cambio de una letra, que cuanto menos se complique más entendible será. Una palabra que con una breve variante pueda significar cuantas más cosas mejor, y con menos galimatías; si con una letra cambio su sentido y significado, me doy por satisfecho. Y así, fue, se “sacó” de la manga un “saco” –con una simple tilde o acento ortográfico, también se arregla-  un saco de cambios que con un simple signo cambiaba el texto, el contexto, el tema y el rema, el sujeto y el objeto psicológicos.  Y de texto, contexto, tema y rema, sujeto y objeto, me permito hablar ante las andanzas, asechanzas y chanzas de esta fauna de políticos y crápulas sin escrúpulos que pueblan nuestra península ibérica donde ni los lobos más feroces causan tantas desgracias. Porque son eso, lobos disfrazados de corderos, con perdón del lobo, animal muy digno, noble y beneficioso (por eso quedan pocos). Pero valga el dicho.

 

El tema: la corrupción sistémica. El rema: los casos particulares y en equipo. El sujeto: los altos cargos. El objeto: la finanzas del partido. El texto: la democracia impropia. El contexto: los privilegios, prebendas y aforamientos de unos pocos en detrimento de otros muchos. El resultado: Llegar a forrarse pocos, e indignarse muchos. Y así nos va.

 

Me indigno ante tanto indigno de desempeñar cargos decisivos que empeñan y deciden la vida del ciudadano y su empeño y decisión están guiados por el bien propio y su afán de usura y megalomanía, y derroche a troche y moche.

 

Me indigno ante los constantes discursos y palabrería de quienes nos quieren hacer tragar  ruedas de molino.

 

Me indigno ante una democracia impropia donde un partido se convierte en su caudillo para acaudalar bienes y trabajos ajenos, y monta una trama mafiosa para financiarse privando de derechos elementales a los resignados ciudadanos.

 

Me indigno cuando repaso los derechos de pernada, la ignominia de la esclavitud, las patentes de corso, las licencias para matar, las leyes hechas a medida de quien las dicta, los aforamientos y privilegios de unos frente a la caída del peso de la justicia a inocentes...

 

Me indigno ante tanto discurso contrario a la realidad, y no puedo por menos que echar mano del dicho ese de que una mentira repetida muchas veces en un medio como la tele, se convierte en verdad.

 

Me indigno ante las maniobras del poder por manejar opiniones, cifras y situaciones a su favor de una gestión desastrosa, tratando de convencernos de que España progresa, avanza, y me viene a la cabeza aquel discurso de antaño que dijo el otro: ¡Españoles! -fundamental empezar así, y si se repite, un tanto más a favor-: ¡Españoles! ¡Después de cuarenta años al borde del precipicio, hemos dado un paso adelante!

 

¡Que lo digan! Así. Que lo digan y no repitan más eso de que en cuanto a los casos de corrupción, aislados, por supuesto, de unos quinquis que no queremos en nuestro partido -de fútbol será-, no vamos a dejar pasar ni uno... o una más, que no se entendió muy bien. Porque claro, claro, no es que hable muy claro el buen señor, más “rajao” que nadie ante la que le viene encima.  Tampoco tiene una “barbera” que le arregle las barbas, o si la tiene está aforada por arte de birlibirloque, que el partido protege y defiende a los suyos, y con todas las de la ley, si han sido durante años sus benefactores, que para eso le han hecho engordar arcas y campañas en una bien estructurada trama donde todos chupaban del bote, del sobre o de la bolsa de basura, que esta gentuza no hace ascos a nada. Una trama cuyo centro, como no podía ser de otra manera, nació en Madrid y extendió sus tentáculos por toda la geografía, levantando aquí monumentos sacados de una maqueta monstruosa, tipo guerra de las galaxias, por su alto coste, que como habitáculos no sirven para nada, campañas de imagen para cantar y contar sus loas, con Papa incluido, por eso del perdón de los pecados por el robo a mansalva, y el derroche en mil obras inútiles con mordidas para gloria de sus cuentas bancarias. Cantidades ingentes de dinero, millonadas, que han ido a para a sus bolsillos y a Suiza mientras pregonaban descaradamente, sin pudor, y sin vergüenza que no se podían hacer colegios y había que conformarse con barracones, que no se podían contratar médicos, maestros, bomberos... porque no había dinero.... No hay dinero. Ya no queda. ¡Esa es la única verdad! Todo me lo he llevado yo, junto a mi equipo y mi partido, que hemos hecho las cosas bien.

 

Que lo digan y que añadan que son casos aislados, y que les van a dar de baja en él... Pero les aforo, les nombro lo que sea, incluso virrey de las Indias... Como hay tan pocos aforados en España... Es su sistema, un comportamiento de estructura mafiosa en el que, al igual que los sicarios en el crimen organizado, tienen sus recompensas, y su protección mientras tengan tengan la boca cerrada. Así no hay quien les toque. De aforados a forrados. ¿O es a la inversa? También. Todo con tal de aumentar una lacra del pasado que no debe tener cabida en una democracia. Y en España hay más de 280.000 aforados en uno u otro grado, aunque en el mayor, cual intocables, aunque sean delincuentes peligrosos, se cuentan unos 10.000, cosa que no sucede en ningún otro país, ni siquiera en los menos demócratas. Pero qué se va a esperar de un país que, ya lo dijo el otro, “es diferente”... Qué mayor descaro puede haber en una democracia con un partido en el gobierno cuyo sistema predominante es la corrupción de sus más altos dirigentes y cargos públicos. Con la corrupción hemos topado, querido Sancho... ¿O no te llamas Sancho, sino Sánchez? ¿Habrá remedio querido Sancho? O Sánchez, o como sea el que venga. Puede que todo valga con tal de que salgan cuantos antes los que están. Que el precipicio está cerca.

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