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Izquierda Socialista de Valladolid en la defensa de los Servicios Públicos

Pactad, pactad, malditos

Los pactos ya son habituales en este país desde hace mucho tiempo y eso significa que no son los partidos que llamamos tradicionales los que más necesidad van a tener de explicar unas u otras alianzas

Si hay algo que los resultados electorales del 24 de mayo han reflejado con nitidez es que hemos ganado en representatividad, en pluralidad política, pero también que ahora evaluaremos qué tal andamos de gobernabilidad. Los ciudadanos han demostrado, con su voto, que están preparados para los conglomerados y los “frentes” pero no tanto nuestros políticos.

 

Los pactos ya son habituales en este país desde hace mucho tiempo y eso significa que no son los partidos que llamamos tradicionales los que más necesidad van a tener de explicar unas u otras alianzas. El PSOE ha cerrado coaliciones y gobiernos con ERC, con ICV, con BNG, con PNV y con CiU. Los socialistas son muy conscientes de ser un partido de gobierno, pero para ello, han tenido que unir fuerzas en áreas periféricas en las que el nacionalismo ocupa un espacio electoral y político preponderante. El PSOE se ha forjado en la explicación de esas alianzas, en cierto grado antinatura, cuando ha habido de sellar acuerdos con la formaciones claramente situadas más a su derecha. El pacto nacionalista de la izquierda moderada entra perfectamente dentro del guión que se ha escrito en las últimas décadas de transición madura. Por ello, para los socialistas no es difícil trenzar un relato de coalición, de acuerdo con otras fuerzas políticas, siempre que entre dentro del marco de lógica de resultado electoral que lo avale.

 

La coherencia en política es crucial y, si bien es cierto que el secretario general del PSOE afirmó rotundo y categórico que no pactaría con el “populismo”, asociado éste claramente a Podemos, sería asumible con una etiqueta, por ejemplo, de “pacto complementario”, como muy hábilmente le escuché decir hace unos días al asesor político Luis Arroyo. El gran riesgo es que el marco se instale y eso acabe construyendo una autopista permanente por la que sus votantes viajen sin límite hacia Podemos. En política se puede dar forma, explicar y relatar cualquier incoherencia exógena, pero tiene un precio.

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eldiario.es

 

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