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Izquierda Socialista de Valladolid en la defensa de los Servicios Públicos

A vueltas con la productividad

 

Francisco Parra Rodríguez

Doctor Economía

 

En Europa no existe otra forma de recuperar el crecimiento económica que el “dictatus” de los economistas neoliberales, y este “dictatus” se resume en adelgazar el déficit público por la vía de reducir los servicios administrativos, lo que viene a significar menos sector público y más sector privado, flexibilizar el mercado laboral y reformar los mercados eliminando trabas a la iniciativa privada. Si los mercados financieros privados fueron los causantes de la crisis por el excesivo crecimiento del crédito, la reforma del mercado financiero en España se reduce a entregar las cajas de ahorro semipúblicas a la iniciativa privada, lo de los paraísos fiscales y las tasa a las transacciones financieras pasaron a mejor vida, como así ocurrirá con cualquier intento de regulación del mercado financiero, y por si fuera poco se realiza una reforma en el sistema de pensiones público que introduce los elementos necesarios para la transición a un sistema de seguro privado: esperanza de vida y vida laboral. Aunque existen muchos otros mercados en donde la competencia brilla por su ausencia, los energéticos son un claro ejemplo,  como aquí quienes se benefician directamente del oligopolio son en primera instancia los operadores privados y en segunda el sistema financiero, primer tenedor de las acciones de las empresas, los economistas neoliberales no se ven contradicción alguna entre poder de mercado y precios competitivos, y su única preocupación es desregular todos aquellos aspectos que constituyen un inconveniente a la obtención de dividendos en el corto y medio plazo. La moratoria nuclear es un claro ejemplo de ello, aunque él residuo vaya a ser un coste que habrá que trasladarse a las miles de generaciones que habrán de sucedernos. En el mercado laboral, a diferencia, se insiste en su mal funcionamiento por el excesivo poder sindical y su excesiva influencia regulatoria, lo que provoca que el precio resultante, es decir el salario, al no estar determinado plenamente por el equilibrio de mercado sea el principal causante de su desajuste, es decir del desempleo. La arcaica legislación laboral española excesivamente protectora del trabajador frente al empresario, es la principal causa de la falta de competitividad de nuestra economía y por tanto de nuestro excesivo nivel de desempleo. La solución a nuestro problema de desempleo pasa por tanto por la liberalización de este mercado.

 

El ideal liberal lleva su tiempo, y por ello al igual que la reforma de pensiones pasa por aproximar el sistema al método privado de los seguros, en el asunto de las relaciones labores toca la reforma de la negociación colectiva  limitando la eficacia de los convenios sectoriales frente a los de empresa, estableciendo clausulas de descuelgue y eliminando la indiciación de precios y salarios; apareciendo entonces el concepto de la productividad como mejor método de actualización de los salarios.

 

Quiéranlo o no lo quieran los empresarios y trabajadores, los economistas neoliberales se muestran dispuestos a defender su cruzada y a establecer dicho sistema de actualización de retribuciones “urbi et orbi”, administración publica incluida. Nunca se dice como, pero ya se encargará algún economista neoliberal de demostrar como la productividad de las cúpulas técnicas y directivas es más dinámica que la de los trabajadores de a pie. Y en consecuencia habrá que hacer que las retribuciones de los primeros crezcan por encima de los salarios de los segundos. Es en el fondo la vieja historia de siempre.

 

El caso es que productividad es una medida que puede no siempre se asimila a competitividad, entre un “McDonald’s” y “elbulli” hay un concepto muy distinto de productividad y competitividad, y no digamos nada entre una industria y otra. Se pueden hacer hacer la pregunta de ¿cómo debe de ser la productividad en la actividad sanitaria: tratar más personas con menos médicos o curar más personas con más y mejores médicos?. Las dificultades de medida son por lo demás apreciables. La OCDE dedica un manual al tema en donde incluye ejemplos en donde se observa que dan lugar a ranking y dinámicas a menudo contradictorias. Supongo que quien este sistema de actualización salarial propone, también conoce de estas dificultades y debería al menos decirnos cual viene a ser la mejor medida de productividad para estos menesteres. Seguro que entre las diferentes medidas de productividad, el buen neoliberal acabara demostrando como más adecuada aquella que presente el crecimiento más bajo para los salarios, lo que viene a ser elegir el menos productivo de los indicadores de productividad posibles. Al final ya se sabe a menores salarios mayores dividendos.

 

El manual sobre la productividad de la OCDE se descarga aquí:
http://www.oecd.org/dataoecd/59/29/2352458.pdf

 

El sustrato doctrinal del método deseado para la indiciación de los salarios en la negociación colectiva es evidente, si se cree que la demanda agregada es la que sostiene el crecimiento económico y por tanto el empleo, lo más sensato es garantizar el poder adquisitivo de los salarios para no debilitar esta, la defensa del sistema de indicación de los salarios en índices de productividad argumenta que dado que los aumentos generales de los precios de las materias primas, entre las que se cuentan los hidrocarburos, se transmiten a los precios al consumo, la indiciación del salario con el IPC  lo que es hace repercutir los aumentos de estos precios a los costes de las empresas a través de dos vías: la del consumo de materias primas  y la del pago de los salarios. La indicación vía precios al consumo provoca una mayor inflación si las empresas trasladas todos los incrementos de los costes unitarios a los precios finales ó reduce el margen empresarial si las empresas no pueden trasladar dichos costes, y esta reducción de márgenes acaba teniendo efectos negativos sobre el empleo.  

 

El problema del sistema de incitación es a la postre  en términos macroeconómicos que agente va a descontar el coste de la inflación: los trabajadores o los empresarios, y por ello es así porque el sistema de indiciación no es indiferente al método de indiciación.

 

En España el aumento de las remuneraciones medias por hora trabajada ha sido de 62,5% global entre 1995 y el 2009. El aumento del IPC una vez enlazadas las diferentes bases de calculo se estima según el INE en un 46,7% global, lo que viene a mostrar que el sistema de actualización de salarios ha permitido mantener el poder adquisitivo de estos. Si uno se fija en el deflactor del PIB, que extiende su base a todos los precios de los bienes y servicios producidos en nuestro país, el aumento de los precios alcanzaría un 56,9% entre 1995 y 2009. El precio del salario habría crecido ligeramente por encima del conjunto de los precios de los bienes y servicios producidos. La producción de bienes y servicios valorada en ausencia de inflación se ha incrementado un 50%, y dado que de este aumento ha ido a parar en mayor medida a las rentas salariales, si se toma como referencia el Excedente Bruto de Explotación por hora trabajada, observamos que entre 1995 y el 2009 dicha ratio a aumentado un  66,2 % . Es decir que el sistema de indiciación de salarios con precios ha posibilitado que las rentas empresariales tampoco pierdan poder adquisitivo y además crezcan ligeramente por encima de las remuneraciones de los trabajadores. Por este motivo los empresarios no se muestran tan descontentos con los resultados del método de indiciación.

 

Las cifras de la Contabilidad Nacional de España muestran que el crecimiento de la productividad horaria ha sido muy bajo: un 3,2% global en el periodo si lo referenciamos con las horas trabajadas por los asalariados y un 11,4 % si lo medimos en relación con las personas asalariados, utilizando todos los puestos de trabajo se llegaría a similares cifras. Por lo tanto un sistema de indiciación de los salarios con la productividad hubiera mermado considerablemente el poder adquisitivo de los salarios y favorecido la ratio de excedentes/horas trabajadas si se hubieran dado los niveles de precios observados. Pero hay que suponer que salarios más bajos hubieran dado lugar también a precios de bienes y servicios más bajos.

 

Existe otra ratios que es la relación que se da entre rentas salariales y niveles de consumo, en España en donde el sistema redistributivo pivota sobre las rentas salariales, lo que significa que lo que los trabajadores pagan por impuestos a la renta y al consumo determina lo que los inactivos cobran por pensiones y prestaciones, y dado que dichos ingresos condicionan las cantidades que los consumidores disponen para consumir, resulta que la relación que se da entre remuneraciones de  asalariados y gastos en consumo final de los hogares ha permanecido bastante estable a lo largo de los  años que van de 1995 a 2007:

 Gastos en consumo por hogares

 

La crisis y el miedo al futuro ha reducido el gasto en consumo final de los hogares españoles que si venían gastando en torno a 1,18-1,20 euros por cada euro que reciben en forma de salarios brutos, en el 2009 gastaban en torno a 1,14 euros, por ello a menudo nuestro Presidente de gobierno y el Secretario de Estado Campa nos animan  a consumir, porque es bueno para la demanda de consumo y para sostener el crecimiento de las actividades económicas. ¿Creen ustedes entonces que si los salarios hubieran crecido un 3% entre 1995 y 2009 como desean los economistas neoliberales, las demanda agregada española hubiera posibilitado un incremento real de la producción del 50% ?.  Pudiera ser que si, o pudiera ser que no,  en caso de haber sido posible es evidente que ese incremento real de producción tendría que haber sido colocado fuera y ello nos hubiera convertido, sin duda, en un gran país exportador, pero evidentemente no lo sería de tecnología, ni de conocimiento como tanto se desea, ya que una mayor  producción de estas actividades no se estimula por la moderación y los bajos salarios, sencillamente tendríamos que haber exportado la manufactura final e intermedia que producimos. ¿Hubiéramos ganado entonces cuota de mercado sobre las economías emergentes  exportando los bienes industriales que producimos?,  quizás se lo traguen los 100 economistas neoliberales, particularmente no lo veo posible. A judgar por lo ocurrido en este último año, la economía española no acusaba tampoco graves problemas de competitividad frente a nuestros socios comerciales, en la medida en que el comportamiento de la demanda externa está siendo una de las principales causas de la recuperación de los niveles productivos industriales, sobretodo cuando el euro cotiza a la baja. Por otro lado, el crecimiento de las exportaciones en valores constantes fue del 90% global, muy por encima del PIB real, por lo tanto el sistema de negociación colectiva que ha sostenido nuestra demanda interna no ha tenido un excesivo coste en los mercados exteriores, ni en la presencia de nuestras empresas en el entramado global.  Reducir la elevada dependencia de las importaciones hubiera sido, sin duda, el principal efecto de la estrategia de negociar a la baja los incrementos de salarios, si bien una parte de nuestra dependencia es ajena a esta dinámica, me refiero a los productos energéticos y a los de capital de elevado contenido tecnológico, y solo las primeras significan una proporción del 20% de las importaciones de bienes. Destacar para que ustedes puedan hacer las valoraciones pertinentes que entre 1995 y 2009 el crecimiento de las importaciones en términos reales ha estado por encima de las exportaciones: un 124,7%, lo que ha significado un deterioro de nuestra balanza de bienes y servicios.

 

¿Entonces el problema de la baja productividad laboral agregada a que se debe?, creo que sencillamente a unas estructuras sectoriales “atrasadas” y para mostrarlo propongo un sencillo ejemplo:

 

Vamos a suponer que en el año 2008, que es el año más actual con el que se puede realizar este ejercicio, los españoles dedican a las diferentes actividades productivas de la NACE A-31 (una clasificación europea de 31 actividades económicas) las mismas horas que los residentes en Dinamarca. Con datos de Eurostat observamos que los españoles dedicamos 35 horas por habitante en producir bienes de la agricultura, ganadería y caza; y los daneses 24 horas; con los horarios de trabajo españoles de la agricultura, ganadería y caza, 1.839 horas al año, cubrimos 866 mil puestos de trabajo, por lo tanto si dedicáramos las mismas horas por habitante que los daneses, con nuestras jornadas laborales, cubriríamos 583 mil puestos de trabajo, es decir 283 mil puestos de trabajos menos; como cada trabajador de la agricultura, ganadería y caza,  genera un VAB de 28.836 euros, la producción que  la agricultura, ganadería y caza añade al PIB español sería de 24.976 millones de euros con la dedicación española y de 16.822 con el tiempo que los daneses dedican a estos menesteres. Lógicamente menos horas conlleva menos valor añadido, pero hay que reseñar que los horarios y las productividades son las nuestra no las danesas. Pues bien haciendo, este ejercicio actividad a actividad, nos encontramos como resultados que dedicando el mismo tiempo que los daneses dedican a las diferentes actividades económicas tendríamos un 11,23% más de puestos de trabajo, y un 21,46 % de valora añadido. Aquí no hay mejora tecnológica alguna, ni cambio en nuestros ritmos de trabajo, pero si nos dedicáramos a producir los mismos bienes y servicios que los daneses sencillamente nuestra productividad sería un 9% mayor. El ejercicio se puede consultar en las tabla nº1 y nº2.

 

En la tabla nº3 aparecen los resultados agregados por sectores y se puede ver la composición que tiene el PIB español en el 2008 y la que tendría con el nuevo supuesto. Como se ve lo que nos sobran son horas dedicadas a trabajos de construcción y circunstancialmente lo que nos faltan son horas dedicadas a la Administración pública, la Educación, las Actividades sanitarias y veterinarias; servicios sociales, Otros servicios y actividades sociales, los servicios personales y los Hogares que emplean personal doméstico. En otras palabras menos dedicación al mercado y más dedicación a nosotros mismos, no solo mejora nuestros niveles de empleo sino nuestra productividad. Claro que para ello es necesario que estos servicios los podamos costear con nuestros ingresos y/o con nuestros impuestos.

 

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