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Izquierda Socialista de Valladolid en la defensa de los Servicios Públicos

Y AHORA IRLANDA

Cuando el Presidente del Consejo Europeo, Herman van Rompuy, dice que la zona euro está “enfrentándose a una crisis que amenaza su supervivencia” y el Presidente del Banco Central Europeo (BCE), anuncia solemnemente su “profunda inquietud” sobre el futuro de la gobernanza económica del euro”, que se encontraría en una situación más difícil que cuando el Pacto de Estabilidad fue reformado en el 2005, es natural que los mercados financieros se inquieten y crezca el temor de que la zona euro explote.

 

Esas declaraciones, junto a la exigencia alemana de que los inversores privados paguen parte del coste de una hipotética restructuración de las Deudas soberanas, no habrán contribuido a disminuir la presión sobre Irlanda, haciendo inevitable que ésta acuda al Fondo Europeo de Estabilización .

 

Eso no debería ser tan grave. Ese Fondo fue creado para atender la más que probable eventualidad de que algún país, además de Grecia, no pudiera financiarse en los mercados en condiciones razonables. Sería un poco curioso que utilizar ese Fondo se considerase como un estigma y que los países en dificultades se resistiesen a ser ayudados por los demás.

 

Pero si Irlanda se ha resistido a que le ayuden es porque la ayuda viene acompañada de medidas de ajuste impuestas por un poder político externo. Y se considera que eso cuestiona la independencia nacional. Sobre todo si entre esas medidas de ajuste figurase el aumento del tipo de impuesto de sociedades, actualmente del 12,5 %, uno de los más bajos de la UE. Ésta es la “línea roja” que el gobierno irlandés ha fijado en la negociación de las condiciones para aceptar una ayuda que necesita desesperadamente.

 

Gracias a ese impuesto de sociedades anormalmente bajo, sólo Chipre y Estonia lo tienen más bajo todavía, Irlanda ha atraído la inversión extranjera y ha pasado de ser uno de los países más pobres de Europa al segundo con la renta per cápita más alta después de Luxemburgo. Ese crecimiento se ha hecho gracias a un fuerte dumping fiscal a sus vecinos europeos y es lógico que algunos gobiernos hayan pensado condicionar la ayuda que Irlanda con el abandono de esa ventaja comparativa artificialmente creada a costa de los demás.

 

“¡Eso jamás!”, dicen los irlandeses, nuestra independencia nacional está en juego y si la UE impone normas fiscales a uno de sus miembros estaría cambiando de naturaleza. Es curioso -por lo visto se pueden imponer- cómo ha sido el caso de Grecia, o “sugerir” como a España, que se rebajen los sueldos de los trabajadores públicos, se congelen las pensiones, se disminuya el gasto social o se tenga que trabajar más años para conseguir la misma pensión, sin que eso parezca que cuestione la independencia nacional. Pero subir el impuesto sobre las sociedades en el país que lo tiene más bajo de Europa es una intolerable afrenta a la soberanía nacional y no se puede aceptar de ninguna de las maneras aunque se tenga el agua al cuello.

 

El problema no es de afrenta a la soberanía sino de desincentivo a la inversión extranjera, que ha sido uno de los motores del crecimiento irlandés. Se puede comprender que no se quiera disminuir ese incentivo en el momento en el que la crisis hace más necesaria que nunca la inversión extranjera. Pero lo ocurrido muestra la contradicción en la que incurre la UE al crear un mercado único regulado por sistemas fiscales diferentes en cada uno de los países. ¿Por qué los trabajadores europeos deberían aceptar que sus impuestos se usen para sacar del hoyo a Irlanda ,que con su dumping fiscal ha estado haciendo presión a la baja sobre sus salarios?

 

En realidad el dinero de la ayuda que Irlanda se esta resistiendo a recibir ,no es para financiar su deficit publico .Este es enorme ,pero el gobierno no necesita emitir nueva Deuda publica hasta la próxima primavera .Es para acudir en ayuda de los Bancos irlandeses ,que hasta ahora se han salvado gracias a las ayudas publicas y la financiación del Banco de Irlanda .

 

Lo cual plantea mas de un interrogante .Irlanda fue el país que se lanzo el primero a la políticas de austeridad presupuestaria para contener un deficit generado sobre todo por las ayudas a los Bancos. Fue también el primer país en avalar el 100 % de los depósitos bancarios para impedir una retirada masiva de fondos. Fue también el primero en efectuar los famosos “stress test” a sus entidades financieras. Pero parece que la purga presupuestaria no ha surtido efecto, más bien al contrario ha contribuido a disminuir el crecimiento y con ello aumentado el déficit.

 

Los resultados cuestionan la eficacia de esa política de ajuste. Y en cuanto a los “stress test”, recordemos que hace sólo unos meses anunciaban una situación mas bien confortable, sin detectar el agujero que ahora aparece de más de 50.000 millones de euros. “¿Cuál es la fiabilidad de esos tests?”, se puede razonablemente preguntar. ¿Cuántos cadáveres más tiene guardado en sus armarios la economía y el sistema financiero europeo?, pueden preguntarse los inversores.

 

Así, la dinámica financiera del Viejo Continente se empieza a parecer a la de los países emergentes durante las crisis de los años 80, cuando el problema se propagaba de unos a otros sin que se pudiera evitar el contagio. Ahora, en el caso de Irlanda, lo que se teme es la transmisión del problema de los Bancos al conjunto del sistema financiero europeo. Los más expuestos al contagio son los que más deprisa se han mostrado dispuestos a ofrecer su ayuda, como es el caso del Reino Unido y el de Suecia, ambos fuera del euro, que han ofertado prestamos bilaterales a Irlanda. Es lógico, sus Bancos son los que mas expuestos están al riesgo irlandés y serían los primeros en sufrir las consecuencias de su caída.

 

Como telón de fondo del problema de Irlanda, las previsiones económicas que la OCDE acaba de publicar muestran la debilidad en la que se encuentra la economía europea, con la única excepciona de Alemania. Un crecimiento del 1,7% del PIB para este año y lo mismo para el que viene no es suficiente para reducir el déficit ni para volver a crear empleo. En realidad, la única manera de reducir el déficit es el crecimiento económico que aumenta ingresos fiscales y reduce gastos sociales. Los recortes del gasto y el aumento de los impuestos, por drásticos que sean, no reducen el déficit si afectan negativamente el crecimiento. Lo corrobora el propio FMI en su último Informe cuando calcula que una reducción del déficit del 1% genera al año siguiente una reducción de 0,5% del crecimiento. Lo cual no quiere decir que la solución sea continuar aumentando el déficit, como se hizo para parar los primeros golpes de la crisis cuando parecía que todos nos habíamos reconvertido al keynesianismo. Para algunos países, entre ellos España, eso no es posible. Pero para otros, como Alemania, la consolidación fiscal no es tan urgente y hubiera podido contribuir más al mantenimiento de la demanda agregada europea.

 

Pero si quiere decir que los recortes en el gasto deben valorarse cuidadosamente según su impacto sobre el crecimiento. Y que las medidas monetarias tipo “quantitative Ealing” (QE), como las que se propone aplicar la Reserva Federal Americana (FED) son la única forma de estimular la economía cuando no se puede recurrir ya más a la expansión fiscal. Por eso la políticas de la FED no merecen todas las críticas que están recibiendo. Cierto que implica un riesgo de alimentar la inflación, pero a corto plazo la inflación no es el problema, más bien al contrario.

 

Cierto que puede considerarse una medida proteccionista por sus efectos sobre la valoración del dólar. Pero cuando la inflación está en su punto más bajo, el desempleo en el más alto y el déficit comercial creciendo, es difícil que la FED no intervenga comprando bonos de Deuda pública y privada, a largo plazo.

 

Ojalá los europeos fuésemos capaces de actuar con la misma determinación para evitar que la economía se instale en un prolongado estancamiento.

Josep Borrell 

fundacionsistema.com

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